Capítulo 4 La playa

Luego de tenerme casi un mes en aquella habitación sentí el deseo de salir de ella, de caminar de correr, de ver el mundo exterior, de explorarlo.

En mi infancia soñaba con conocer la playa en la sabanas en Niger no existe tal lugar, sin embargo cuando decidimos saltar al océano aquella mañana esa gran cantidad de agua me dió mucho miedo.

Cuando te das cuenta de que estás totalmente rodeado de agua por todo tu alrededor te sientes indefenso, sientes como si un gigante te sostiene en sus manos y éste te aplastará en cualquier momento.

Aquella costa se alejaba de nosotros Arturo giraba de alegría:

–¡Dominic! ¡Amigo somos libres!

Libres de que me preguntaba aquel día, libres de ir a una muerte segura, libres de sortear nuestras vidas a dónde nos lleve la brisa, realmente no somos libres de nada, conforme pasaban las horas solo había agua, calor y mucha fatiga solo estamos a la suerte de las corrientes marinas eso para mí no era libertad.

Aquella mañana llegó Jack con un doctor y me dijo:

– ¡Arturo! Este hombre verá por tu nutrición.

Yo le mire un poco confundido y el dijo: – Este hombre nos dirá lo que debemos darte comer.

El doctor me hizo señas con su mano que me levantara, lo que entendí muy bien, de pronto una de las enfermeras trajo una losa negra que tenía algunos botones con luces Jack me dijo:

– ¡Sube! Necesitamos saber cuándo pesas.

Al verme semi vestido con solo los pantalones cortos el médico quedó muy impresionado ¿Sería por las marcas en mi espalda? O ¿Sería por mis grandes costillas?

Movió su cabeza en señal de negativa, luego de subirme en la losa la mujer escribió algunos datos en un papel que apoyaba en una tabla.

– ¡Arturo! estás muy mal de peso, además tus exámenes te colocan en un estado de anemia – dijo Jack.

El doctor se acercó a mi y me miró fijamente diciendo algunas cosas que yo no podía entender. – ¡Dice que el te salvará! – exclamó Jack.

Yo sonreía aliviado la última vez que escuche eso estaba en algún lugar de Níger con varios niños formados frente a un hombre que hablaba árabe y francés señalaba unos grandes ríos y diciendo:

Este río será el que nos dirá lo que vamos a comer.

Todos guardabamos silencio hasta que uno de ellos dijo:

– ¡Señor! Pero si no trabajamos duro – tampoco comeremos.

– Si idiota pero si el río inunda nuestros cultivos no será posible recoger la cosecha.

Yo maldije en silencio aquel río cristalino, cuando un día tras una fuerte tormenta se llevó todo nuestro trabajo.

Aquel día me dieron de comer cuatros huevos, tres rebanadas de pan y un delicioso líquido, quien lo diría que llegaría a un lugar donde se preocuparan por mi peso y mi salud.

Después de desayunar llegó Aisha tan hermosa como siempre luego de sonreír me dijo: Arturo necesito que te voltees debo de aplicar un ungüento en tu espalda.

– ¡Claro Aisha!

Allí estaba yo luego de salir del infierno recibiendo atenciones de la mujer más hermosa del mundo, extrañamente cada vez que la chica me tocaba sentía nuevamente aquella sensación de vacío en estómago además algo con vida parecía moverse dentro de él.

– ¡Arturo debes salir a tomar el sol! Ya hace mucho rato que no lo haces exclamó mientras frotaba sus suaves manos en mi espalda. –

– El sol da vida a todo lo que nos rodea – dijo mientras continuaba.

Pero el sol me ha hecho daño toda mi vida, ¿como es que da vida? esta chica jamás ha ido al desierto.

– Claro Aisha – dije tímidamente.

El tiempo con esta chica es hermoso, me siento protegido y feliz al mismo tiempo, solo que pasa muy pronto.

– ¡Espera aquí ya vengo! – me dijo la hermosa Aisha.

Yo le espere por unos minutos y la joven apareció en mi habitación con Jack empujando una silla con ruedas.

Jack me ayudó a subirme a la silla y este le empujó.

Ese día pude ver la gran habitación donde yo estaba alojado la cual era muy espaciosas y estaba llena de muchas camas.

Cada cama se hallaba una separada de la otra por un cortinas blancas estiradas por cortinas.

Yo iba moviendo mi cabeza de lado a lado, en mi habitación habían niños, mujeres y hombres en la camas, el lugar era muy grande más de lo que imaginaba y de lo que había visto.

– Te gustará el lugar que verás – dijo Jack.

– Así es – dijo Aisha.

Cuando de pronto Jack dobló en el pasillo y pude ver aquella hermosa playa coloque ambas manos en los soportes laterales de la silla y me levanté para salir corriendo de la alegría pero caí al suelo.

Alto Arturo, tu necesitas terapias para rehabilitar tus piernas – dijo Aisha quien me levantó del piso con la ayuda de Jack.

El azul del mar cristalino y los ojos de Aisha se compenetraron creando un ambiente mágico, las palmeras y la abundante comida de este lugar hace que me sienta en el paraíso en los pequeños agujeros en la arena podían verse salir cangrejos, ¡Quiero quedarme aquí en este paraíso!

– ¡Tranquilo amiguito pronto podrás caminar! – dijo mi cuidador Jack.

Gracias Jack una pregunta ¿por qué te quedaste en este lugar.?

– Ahora mismo no te responderé esa pregunta, te sientes muy emocionado con este sitio.

Yo le mire sin entender nada y el dijo nuevamente:

– Europa es muy grande y hermosa debes conocerla.

Firmemente Jack y Aisha me dejaron a la sombra.

Luego Aisha me trajo mi almuerzo, el cuál estaba compuesto de arroz blanco, cordero y un delicioso jugo, el corazón de estas personas no les cabe en el pecho.

Esa día almorzamos juntos yo era el hombre más afortunado del mundo, luego que comimos y se marchó, yo me quedé en aquel hermoso lugar durante todo el día hasta llegar el atardecer.

Que hermoso ver la puesta de sol, la playa se traga esa brillante estrella al menos así dicen los ancianos de mi tribu nunca pensé que sería posible algo así este lugar es el paraíso.

Dominic se quedó encantado de las paradisíacas playas de las isla Canarias, llegando a pensar que es un buen lugar para vivir.

Aisha decidió a acompañar a Dominic durante su almuerzo, ella comenzaba a notar que el vínculo existente entre ellos ayudaba a la recuperación de su paciente.

Se sentaron frente a la playa bajo una mesa con una gran sombrilla la cuál le proporcionaba bastante sombra dónde almorzaron y conversaron un buen rato.

            
            

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