-Necesito los papeles arreglados hoy, contacta al tipo encargado del diseño de la nueva portada, necesito verlo hoy, llama al señor Clarkson para cancelar la reunión de mediodía, dile a Kevin que prepare la sesión fotográfica y tráeme un café -espero haya captado, yo no tengo paciencia. Una vez que llego a mi oficina, tomo la manecilla y la giro para entrar.
-Lo siento, señor Anderson. ¿Me podría repetir lo último que dijo? -no puede ser, me volteo para verla directamente a los ojos, levanto una ceja, yo no soporto este tipo de situaciones.
-¿Es en serio? Yo no repito dos veces, si no tienes todo eso para hoy mejor no regreses mañana -digo esto sin titubear, no me importa no caer bien, las cosas para mí son claras y precisas. Giro sobre mis talones y entro a mi oficina, David va tras de mí y cierra la puerta de mi oficina a sus espaldas.
-David -pongo mi maletín en mi escritorio para voltearme a hablar con él-, espero que esta no sea una de tus conquistas, una cosa es la que elijas tú para tu secretaria y otra es la que elijas para mí.
David me mira con sus pequeños ojos claros y frunce el espacio entre su entrecejo, se sienta en el sillón blanco frente a mi escritorio.
-No, Oliver, es cierto que la chica está bonita, pero no es mi estilo, me recuerda a mi hermana solo que con los ojos verdes -saco el informe de Londres de mi maletín y se lo entrego a David-; fue la única que en toda mi vida ayudándote en esto me ha dado una respuesta inteligente.
Me siento en mi silla giratoria al rodear el escritorio y miro a David fijamente una vez que estoy cómodo.
-¿Qué respuesta?
-Cuando pregunté por qué la deberíamos elegir a ella, mientras todas las demás habían contestado sus logros y sus detalles narcisistas, ella solo me dijo que no conocía al resto de chicas, así que no podía contestar el porqué la deberíamos contratar a ella y no al resto -David suelta una risa-, me dejó pensando todo el día. ¿Cómo es posible que yo nunca pensé en algo así? Y es tan razonable. Además, está loca, es la cucharada de azúcar que tú necesitas para endulzar ese carácter amargo que te cargas.
-Bueno, tu misión era encontrarme una secretaria no una cucharada de azúcar, David -él sonríe y se pone de pie acomodando su saco.
-Bueno, lo hecho, hecho está. Ahora, si me disculpas, tengo que ver que Andi haga las cosas como digo.
-Te lo recuerdo, Schmitt, no quiero ese tipo de comportamiento en mi empresa -lo miro a los ojos, con la expresión más seria que pueda tener.
-Por supuesto, jefe -hace una seña de militares con su mano derecha, dicho esto se retira.
Saco mi computador, necesito revisar mi correo.
Alguien golpea la puerta, «adelante» -digo, mientras comienzo a teclear mi contraseña. El fotógrafo de la revista entra por la puerta color beige de madera fina.
-Dime, McGarthy -digo, viéndolo entrar por la puerta, con una enorme cámara colgando de su cuello.
-Solo quiero comentarle que la modelo que se había contratado no se presentó.
-¿Qué? ¡Demonios! Por favor, ve a la oficina de David y coméntale eso, él es el encargado de esos contratos y, por favor, prepara la sesión fotográfica a más tardar hoy. ¿De acuerdo?
-Entendido, señor Anderson -otra persona toca la puerta.
-Adelante.
Alexandra entra a la oficina, trae mi taza de café, estupendo, necesito mucho café esta mañana. Ella lo pone sobre mi escritorio, Kevin se despide y retira.
-Ya le dije a Kevin que preparara la sesión fotográfica, una cosa menos que tienes que hacer -le digo, sin verla a los ojos. Tomo un sorbo de mi café. ¡No puede ser! Tiro el café al suelo, ahora he manchado la perfecta alfombra que pisan mis pies, maldigo.
-¿Qué diablos es esto? -pregunto, ahora sí veo su rostro, puedo observar cómo su rostro se empalidece y agacha la mirada. No puedo ponerme molesto ante ese rostro. ¡Demonios! Maldito David.
-Una chica pelirroja que estaba en la cafetería me dijo que ese era su favorito -su voz dulce casi tirita, esto es otra obra de Andi. Esa chica no está despedida porque David me ruega que no lo haga.
-¿La asistente de David? -suelto un suspiro-. Dejaré pasar esto solo porque eres nueva, por favor, dile a David que venga, espero que hagas el resto de tus tareas bien sin ser influida por alguien -digo lo último entre pausas, golpeo suavemente mi escritorio con mis uñas mientras la miro salir por aquella puerta, es imposible no verla, ese pantalón se le ajusta tan bien. ¿Por qué David me ha hecho esto?
David llega corriendo a mi oficina luego de unos minutos, tengo mucho trabajo, así que ni siquiera levanto la mirada hacia él cuando llega, además, es el único que no toca al entrar.
-Bien, ¿qué ha hecho? -pregunta al pasar por la puerta cerrándola a sus espaldas.
-¿Qué ha hecho Andi, preguntarás? -continúo tecleando en mi computador-. Escucha, no es la primera vez que hace algo a unas de mis secretarias y ya me estoy cansando, esto no es la preparatoria, ni un lugar para ponerse a jugar a ser aquella rubia atractiva de la película que nos obligaron a ver aquellas dos modelitos.
-¿La de la chica que se mudó de África?
-Exacto -levanto la mirada para encontrarme con sus pequeños ojos y está esbozando una sonrisa viendo hacia un punto de mi oficina.
-Aún recuerdo a esas chicas, a ambas -dice, volviendo su mirada a mí.
Sonrío, yo también las recuerdo.
-Quiero que le hagas un memorándum a Andi que me vas a traer para firmarlo... yo... mismo... -enarco una ceja.
-Oliver, estoy seguro de que debe tener una explicación -aquí vamos otra vez.
-No, haz las cosas como te digo, David.
Dicho esto, salgo de la oficina y me encamino hacia una reunión con un socio importante mientras dejo en el escritorio de Alex todas las cosas que tiene hoy por hacer.
-Estas cosas tienen que ser terminadas hoy, ¿entendido? -la miro a los ojos con expresión neutral, pero es que me es casi imposible con esos bellos ojos.
Continúo todas mis tareas del día, Alex se retira aproximadamente a las 7 p.m., al menos entiende que si las cosas no están terminadas no puede irse, tiene una cualidad, no hay que decirle.
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Me despierto como de costumbre y salgo a correr, al regresar a casa el olor a comida invade mi hogar, ni siquiera voy a ducharme y voy directo a la cocina.
-Buenos días, Rosa -exclamo, suspirando por el olor a tocino que invade mi casa.
-Buenos días, Oliver -contesta, mientras me sirve un plato de esa exquisita comida.
-¿Y qué tal el trabajo?
-El maldito de David me consiguió una nueva secretaria y, ¿adivina qué? -tomo un pan que reposa en una pequeña canasta en la encimera-.Es rubia, alta, delgada, tiene unos enormes y lindos ojos verdes. Estoy seguro de que David anda buscando con quien cambiar su aventura de estos momentos, aunque él diga que no.
Ella me mira y sonríe.
-¿Cómo se llama? -pregunta, mientras tomo lugar en el comedor.
-Alexandra Carlin -hasta su nombre me parece bonito.
-Bueno, debería prohibirle mezclarse con su secretaria, si no otra vez volverá a pasar lo mismo que con aquellas otras chicas -he perdido más secretarias por David que por mi carácter, a todas las termina invitando a salir y luego se pelean con Andi en la oficina.
Me voy de viaje por un par de semanas, amo ir de viaje porque conozco chicas de distintos lugares y como no somos siquiera amigos no tengo ninguna obligación de llamarlas luego, la mayoría salen con otras personas lo que me hace las cosas más fáciles porque no me buscarán después, aunque sí debo admitir que lo han hecho un par de veces, pero a decir verdad no me interesan.
Duermo como un bebé en mi jet, aproximadamente a las 5 a.m., poco antes de que mi alarma suene, mi celular me despierta. Observo el aparato intentando acomodar mis ojos a la luz de la pantalla y ver quién diablos me llama a esta hora. Es mi padre, frunzo mi entrecejo. ¿Por qué mi padre me llamaría?
-¿Hola? -digo al descolgar.
-¡Hijo! ¿Cómo estás? -bien, si tú no me llamaras.
-Bien, papá, ¿y tú? -¡maldición! ¿Ahora qué diablos va a reclamarme?
-Bien, hijo, hoy estaré por Nueva York. ¿Te parece si desayunamos? Quiero hablar contigo.
No.
-De acuerdo, papá. A las 6 estaré en la empresa.
-Bien, te esperaré ahí.
Dicho esto, cuelga la llamada. Yo no tengo una excelente relación con mi padre, por lo cual sé que esto terminará en discusión.
No puedo ni pensar claramente, no puedo ni terminar de realizar el informe de este viaje. Pienso y pienso, me ducho y me tomó más de veinte minutos por estar pensando estupideces, me miro al espejo mientras acomodo mi corbata celeste con tonalidades más oscuras. Pongo en mis hombros el saco azul oscuro mientras salgo del jet.
Ni siquiera me doy cuenta cuando la limusina ya está frente a la empresa. He pensado todo el camino lo que posiblemente mi padre me restregará en la cara.
Llego a mi oficina y ahí está. Observando la ciudad a través del ventanal, con una taza de café en sus manos, su cabello negro con unos tonos grisáceos, sé que así se verá mi cabello a su edad. Voltea a verme al escuchar la puerta abrirse, siempre con su porte de mandatario, con un perfecto traje color beige, me observa con sus pequeños ojos castaños.
-¿Cómo has estado, Oliver? -esboza una sonrisa y se acerca a darme un abrazo.
-Muy bien, padre, ¿y tú? -correspondo a su abrazo y también le sonrío.
-Veo que todo está en orden, Oliver. Es estupendo -le doy una débil sonrisa mientras salimos por la puerta de mi oficina. Todo el camino al restaurante es un completo silencio mientras él observa la ciudad por la ventana.
-Llegamos, señores Anderson -asegura el chofer, quien se acerca a abrirnos la puerta del auto.
Entramos al restaurante, mi padre ya tenía reservaciones. Como si ya tenía planeado desde antes venir aquí a hablar conmigo. Me siento frente a él en una pequeña mesa para dos personas que estaba reservada un poco apartada de otros que desayunaban en el lugar.
-¿Y qué te ha traído por la ciudad, papá? -pregunto, mientras abro el menú.
-Una reunión con unos amigos, Chris Sanders el dueño de la firma de abogados que trabajan con nosotros cumplía años ayer.
Y eso fue todo lo que hablamos por un largo rato. El resto del desayuno es un completo silencio, hasta que finalizamos.
-¿Oliver, cuando te piensas casar? -típica pregunta de él.
-Papá, solo tengo veinticinco años -suspiro, ya estoy harto de esta jodida pregunta.
-¿Y? Tu hermano tiene veintitrés y se casó el año pasado.
-Lo sé, papá, estuve ahí. Ahora dime. ¿Él es feliz? -él me observa por varios minutos.
-Sí, lo es -suelta, luego de varios segundos-. Siempre supe que Henry era el que mejor pensaba de ambos.
Bien, eso fue un golpe bajo.
-¿Solo porque no me caso no sé pensar, a pesar de que he hecho crecer esta empresa más de un cincuenta por ciento? -me cruzo de brazos, me indignan sus comentarios.
-Eso no lo es todo, Oliver. He escuchado miles de rumores por ahí de ti con diferentes mujeres en cada reunión de socios -él pone la taza de café sobre la mesa-. ¿Es en serio? No sabes la vergüenza que me haces pasar.
-¿Por qué crees cualquier rumor por ahí, padre? -pongo mis codos sobre la mesa y lo miro directamente.
-Porque tú no tienes una vida formal, Oliver. Nunca te he conocido una novia al menos.
-Porque a mí no me gusta compartir mi vida privada, padre. Tú criticas todo y estoy seguro de que si te presento a alguien también la vas a criticar -él arruga su entrecejo, haciendo sus marcas de edad aún más visibles.
-¿Es en serio? Yo no quiero que te pierdas con mujeres promiscuas por ahí, Oliver -me mira fijamente a los ojos-. Tu hermano es más precavido, es tan obstinado como tú en su trabajo y es un excelente esposo. Tú solo andas por ahí acostándote con mujeres diferentes cada noche -sonrío, pero no una sonrisa de felicidad o de triunfo, sino una sonrisa de frustración. En serio mi padre me saca de quicio.
-Tú no sabes nada de mi vida. Ahora, si me disculpas, tengo trabajo que hacer -me levanto al decir estas palabras, ni siquiera me importa no terminar todo mi desayuno.
-Sé lo suficiente, Oliver, como para quitarte la presidencia por no tener una vida formal -esta vez levanta un poco su tono de voz y me mira.
-¿Qué? Tú no harías eso -lo miro a los ojos, esos ojos fríos y demandantes que siempre ha mostrado conmigo.
-Sí lo haría y se la daré a Henry, él es tan bueno como tú, Oliver. Y piensa mejor en muchos aspectos -mi padre también se levanta de su silla-, yo no voy a estar poniendo en peligro el prestigio de la revista que tanto me ha costado.
-¿En serio? Si supieras tanto de mí como dices, deberías saber que me casé hace un mes -la peor mentira que haya dicho en mi vida, mi padre me ve con cierta expresión de asombro y al mismo tiempo de incredulidad.
-¿Qué has dicho? -pregunta.
-Que me casé hace un mes, pero es algo que tú no sabes por pasar todo el tiempo criticando mi vida -me encamino de regreso hacia la limusina dejándole un enorme billete al camarero que lo mira con asombro. Mi padre sigue mis pasos, esperaba regresar solo a la empresa, pero no, él quiere llegar al fondo de esto, no voy a negar que me arrepiento de haber dicho esto porque yo no tengo una esposa. Ni quiero tenerla.
-Oliver, ¡detente! -demanda tras de mí-. ¿Qué es eso que has dicho? ¿En serio piensas que voy a creérmelo? Si nadie lo sabe es por algo -sube a la limusina justo después de mí.
-David lo sabe, porque es el único en quien pudiese confiar algo -esta es una mentira muy grande, pero estoy tan molesto como para pensarla bien.
Es un silencio incómodo entre ambos al no contestar ninguna de sus preguntas hasta que llegamos a la empresa. Subo al ascensor sin importar si él va conmigo o no, pero como es de esperarse me sigue hasta la oficina y le hace una seña a David, quien está de pie a un costado revisando unos papeles. David entra a la oficina justo después de él.
-David, ¿cómo es eso que Oliver se ha casado y yo no sé nada de eso? -espeta, con cierto enojo en su voz, mientras mira a David a los ojos y yo me recuesto en mi silla giratoria deseando no haber nacido.
David me observa con cierta incertidumbre, pero lo entiende rápidamente con solo una mirada.
-Ah, se... Señor Anderson -balbucea-. Oliver me dijo que no le comentara a nadie porque es su vida privada.
¡Buena!
Ahora me mira a mí.
-¿Quién es ella, Oliver?
-Papá, baja la voz que no quiero que todos se den cuenta -me levanto de mi silla acomodando mi saco y me acerco al archivero a sacar unos papeles con toda la tranquilidad posible mientras David sigue con su mirada confusa en el otro extremo.
-¿Que baje mi voz? Luego de que me dices que te casaste y yo no sé nada.
Solo me encojo de hombros leyendo unos papeles y vuelvo a incorporarme en mi silla giratoria.
-Hasta tuve que dejar guardado mi anillo de matrimonio porque iba a salir contigo -él me mira, con esos pequeños ojos enfurecidos.
-Bien, quiero conocerla.
-No se podrá, está fuera de la ciudad. Luego iremos a visitar a sus padres y luego tengo una reunión con unos socios en Rusia -digo todo esto con tanta naturalidad que hasta yo me lo creo.
Él me mira, al igual que David, que intenta mostrarse indiferente. Pero sé que quiere salir corriendo. Mi padre sale de la oficina enfurecido. David se cerciora de que él ya esté bastante lejos y se acerca a mí.
-Oliver, ¿qué rayos has hecho? -David me mira a los ojos y se cruza de brazos-. Maldición... ¿De dónde diablos sacarás una esposa?
-De ningún lado, David. Dejarán de insistir cuando les diga todo tipo de excusas -dejo los papeles sobre el escritorio, de hecho, tiro unos papeles sobre el escritorio.
-En serio que yo conozco más a tus padres que tú mismo. Bueno, no me metas en esto, Oliver.
-David, dice que me quitará la presidencia y se la dará a Henry. Y si Henry entra aquí como presidente lo primero que hará es echarte, y lo sabes -lo miro a los ojos, recostado sobre mi silla mientras firmo unos papeles.
David me mira pensativo. No dice nada, sabe que es verdad, él no tiene un buen roce con Henry.
Una vez que sale de mi oficina no puedo dejar de pensar en lo dicho por mi padre. ¿Cómo se atreve siquiera a mencionarme que me quitará la presidencia cuando estos años he sido yo quien la ha hecho crecer? Miles de cosas que hacer y yo por culpa de él no puedo concentrarme. Y así paso el resto de mi día. Ni siquiera pongo atención a lo que están diciendo en la reunión, por suerte tengo a David y estos son los casos que agradezco tener una secretaria porque luego me recordará de qué se habló.
Vuelvo a mi oficina pensativo. ¿Por qué mi padre es así conmigo? ¿Qué le he hecho? Es normal que quiera divertirme, solo tengo veinticinco años. Mi hermano no es feliz, no me imagino yo casado y siendo infeliz. Un golpe en la puerta me hace salir de mis pensamientos, «adelante» demando.
Alex asoma su bello rostro por la puerta con su precioso cabello rubio recogido hacia un lado.
-Señor Anderson, llamó el señor Christopher Depreé para una reunión de hoy y...
No quiero saber nada de reuniones.
-Cancela la reunión -interrumpo rápidamente, asiente con su cabeza y cierra la puerta de su oficina.
Suspendo todo trabajo que tenga por hacer y me quedo como estúpido observando la ciudad por aquel vidrio durante varias horas, quisiera desaparecer de aquí, la verdad no puedo hacer nada mientras mi mente está en otra cosa, lo primero que se me ocurre es irme temprano a un bar.
Comienzo a tomar, trago tras trago, yo solo, sin David y sin nadie, la verdad quiero solo tiempo para mí y pensar en mi amarga vida. Luego de varios tragos me siento mareado, ¡diablos! Mañana me arrepentiré de esto, es como si no pudiera parar, más y más tragos, ya miro nublado, apenas sosteniéndome salgo de aquel bar, busco mi auto, pero me es imposible localizarlo por mi estado; comienzo a buscar la llave para hacerlo sonar y dirigirme hacia él, me quiero sentar, miro una reconfortante banca blanca frente al parqueo y no dudo en ir hasta ella, justo al acomodarme, una voz bastante familiar me interrumpe.
-Hola, señor Anderson, ¿se encuentra bien? -levanto la mirada inmediatamente, y un par de ojos verdes se clavan en los míos.
-Señorita Carlin. ¿Qué hace aquí? -ella me mira con cara de incredulidad. Qué vergüenza que mire a su jefe en este estado.
-Salí con unos amigos, si quiere le ayudo a llamar un taxi -la luz de la iluminaria contra su cabello dorado la hacía parecer un ángel. ¿Por qué diablos Alex me parece tan linda? ¿Pero qué estoy pensando? Tomé demasiado.
-No, gracias, estoy bien, solo vete -quito mi mirada de la suya antes de que me descontrole y la poso en un auto frente a mí.
-¿Sucede algo? ¿Hay algo malo con la empresa? -pregunta, con sus ojos cubiertos de intriga.
-No hay nada malo con la empresa, lo malo es con mi padre -ni siquiera sé por qué le estoy contando esto-; él siempre está esperando de mí algo que no pueda ser, y ahora por eso puedo perder la presidencia, algo que a mí me ha costado. ¿Alguna vez te han arrebatado algo que te haya costado a ti? -levanto la mirada de nuevo y la clavo en sus ojos, esperando una respuesta reconfortante.
-Bueno -menciona, sentándose a mi lado-, muchas veces y creo que así son todos los padres, esperan de nosotros algo que no somos.
-Es que esto es diferente -levanto la voz, ni siquiera sé por qué levanto la voz, ella mira alrededor como esperando que nadie escuche-, quiere que todo sea a como él dice, he hecho lo mejor para esta empresa y él solo juzga mi forma de ser -continúo mi vómito verbal-; siempre está diciéndome que mi hermano piensa mejor que yo y que le dará la presidencia a él. Él ni siquiera sabe qué es luchar por algo... Dime... ¿Qué tiene que ver sentar cabeza con dirigir una empresa?
Ella me mira, con esa bella mirada verduzca solo digna de ella, aunque en estos momentos no se logren ver a la perfección con la luz de la luminaria.
-Bueno, muchos creen que sentar cabeza es para personas responsables -contesta eso con algo de temor en su voz, puedo notarlo.
Yo soy una persona responsable, muy responsable, y no tengo necesidad de casarme para serlo, iba a contestarle, pero en ese momento hasta lo que comí ayer sale por mi boca, luego todo se vuelve oscuro.