La puerta de madera se abrió de golpe, y con ella, Ricardo irrumpió en lo que fue mi hogar, su traje impoluto chocando brutalmente con la miseria que dejó atrás.
Vino buscándome a mí, Sofía, la que él creía "desaparecida", mientras mi madre ciega temblaba en su silla y mi hermano cojeaba, ambos víctimas invisibles de un pasado cruel.
Él no sabía que yo estaba allí, flotando, un espíritu atrapado entre la vida y la muerte, condenada a ver cómo destruían lo poco que quedaba de mi familia, mientras él exigía mi paradero.
¿Cómo podría explicarles que, para ellos, yo estaba muerta, pero para mí, la pregunta era: ¿cómo podía seguir sintiendo tanta rabia y, sobre todo, tanto dolor?
Fui yo quien donó un riñón por amor, creyendo en su promesa de futuro, solo para despertar abandonada en un centro de recuperación, mi cuerpo traicionado y mi alma rota por la verdad: fui un instrumento para la hermana que él adoraba.
Mi sacrificio, el acto de amor más grande, se convirtió en mi sentencia de muerte, dejándome sola, consumida por la infección y el olvido, mientras ellos vivían su farsa.
Ricardo, el hombre que juró amarme, había destrozado mi foto y pisoteado el pastel de cumpleaños que mi madre, en su ceguera, me preparaba cada año.
Luego, con una crueldad inhumana, golpeó a mi madre y humilló a mi hermano, forzándolos a confesar mi "ubicación" mientras mi tumba, en la colina, esperaba ser profanada.
Soy un fantasma, un alma errante, pero la visión de mi familia sufriendo a manos de Ricardo y su hermana Daniela, me ha despertado con un propósito feroz.
No puedo descansar mientras la injusticia impere, y mi "muerte" se convierta en el inicio de su perdición.
La verdad de mi partida es solo el comienzo.