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img img Romance img El silencio que habla

Acerca de

Alberto Díaz es un joven CEO, elogiado por su visión y ambición. Con una empresa en pleno auge, su vida gira en torno a la productividad y el éxito. A pesar de su éxito, la relación con su familia se ha vuelto distante, sobre todo con su abuelo, Don Julio, un hombre que perdió la voz después de una operación fallida. El abuelo se ha refugiado en la lengua de señas, pero la familia nunca se interesó por aprenderla, dejándolo atrapado en un silencio constante que lo aísla cada vez más. A lo largo de los años, Alberto se ha vuelto un hombre frío y distante, dedicado a su trabajo, pero desatendiendo el bienestar emocional de su abuelo y de su familia. El sufrimiento de Don Julio ha quedado en el olvido, pero todo empieza a cambiar cuando una nueva jardinera llega a la casa de la familia. Carmen, una mujer tranquila y bondadosa, tiene un hermano mudo, lo que la convierte en alguien con una profunda comprensión de la comunicación no verbal.

Capítulo 1 La Entrevista con Marta

La oficina de Alberto Díaz era moderna, minimalista, y de una sobriedad casi clínica. Todo estaba organizado con precisión, desde los papeles sobre su escritorio hasta el reloj en la pared, que marcaba las 4:00 p.m. Beatriz, su secretaria, tocó la puerta antes de entrar.

- Señor Díaz, la señorita Marta Rodríguez está aquí para la entrevista.

- Bien, envíala.

Beatriz asintió y salió. Pocos minutos después, la puerta se abrió con suavidad. Marta entró sin vacilar. Su postura era erguida, pero sus ojos reflejaban una ligera tensión. Cerró la puerta con cuidado y se acercó a la silla frente al escritorio de Alberto.

Él seguía mirando la pantalla de su ordenador, como si nada de lo que pasara en la sala fuera de su interés. No levantó la vista cuando ella se sentó, pero la reconoció por la hoja que tenía sobre la mesa.

- Marta Rodríguez -dijo él, sin apartar la vista de la pantalla.

- Vamos a ser claros, no me gustan las entrevistas largas. ¿Por qué quieres trabajar para mí?

Marta se quedó en silencio por un momento, sintiendo la presión de la pregunta. Sabía que no podía esperar un trato amable. Pero lo que no esperaba era la frialdad con la que él se dirigía a ella.

- Estoy buscando un trabajo donde pueda hacer algo más que simplemente cumplir con las tareas. He trabajado en jardinería, pero siempre he sentido que puede ser más que un simple oficio. Es una manera de ayudar a las personas a encontrar algo de paz en un espacio que puede ser un refugio para ellos.

Alberto finalmente levantó la vista, pero sólo para mirarla de forma rápida y sin emoción.

- Paz... -dijo, casi burlándose, pero con la mirada fija en ella.

- Eso suena un poco idealista. ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

Marta se sintió ligeramente incómoda por la respuesta, pero mantuvo la calma.

- No se trata de ti directamente. Se trata de un lugar donde las personas pueden sentirse bien, incluso si no pueden expresarlo. Mi experiencia no se limita solo al cuidado de las plantas. Creo que un jardín también puede ser una forma de conectar con alguien que no puede comunicar sus necesidades de manera convencional.

Alberto la observó con detenimiento, evaluando cada palabra, cada gesto. Había algo en ella que lo intrigaba, pero no podía identificar exactamente qué era.

- ¿Y qué es lo que esperas encontrar trabajando para mí? ¿Qué te hace pensar que mi trabajo o mi casa necesitan lo que ofreces?

- No lo sé. Tal vez no lo necesiten, pero creo que puedo contribuir. No solo con las plantas, sino con el espacio. Hay algo en la manera en que la naturaleza interactúa con el ser humano que puede cambiar el ambiente. Y a veces no hace falta decir mucho, basta con estar.

Alberto se reclinó en su silla, como si estuviera intentando comprender sus palabras. No era común que alguien le hablara de esa manera, tan directa, sin buscar algo más, sin tratar de impresionar.

- Mi abuelo era un hombre que vivía para su jardín -dijo finalmente, rompiendo el silencio, pero sin mostrarse vulnerable.

- Ahora no puede comunicarse. ¿Crees que puedes lidiar con eso? ¿Ser parte de ese espacio y, al mismo tiempo, no esperar que te agradezca o te reconozca por lo que haces?

Marta no esperaba una pregunta tan directa, pero no dudó.

- Creo que se trata de ayudar, sin esperar nada a cambio. La jardinería es solo una forma de interactuar con el espacio, pero lo importante es que la presencia, aunque silenciosa, también cuenta. Estoy acostumbrada a trabajar con personas que no pueden expresarse como el resto.

Alberto la observó unos segundos, sus ojos fijos en ella, como si estuviera tomando una decisión importante. Marta pudo sentir que él no la veía solo como una posible empleada. Había algo más en su mirada, una evaluación meticulosa, como si estuviera buscando algo que ni él mismo sabía qué era.

- Bien. Te empezarás a encargar del jardín y de algunas tareas más a partir de la próxima semana. Tendrás acceso a todos los recursos que necesites. Pero no será un trabajo fácil. Me imagino que lo entiendes.

- Lo entiendo. Haré todo lo que esté en mis manos para que el lugar funcione mejor.

- Muy bien. Nos vemos la próxima semana.

Marta se levantó de la silla. No esperaba que la decisión fuera tomada tan rápidamente, pero no mostró ninguna sorpresa. Sabía que debía hacer su trabajo lo mejor posible, independientemente de lo que sucediera después.

- Gracias, Alberto. Nos vemos pronto.

Salió de la oficina, dejando a Alberto con su mirada fija en el escritorio. Aunque no lo admitiera, algo en ella le había causado curiosidad. No era una curiosidad común, sino una sensación incómoda, como si en algún rincón de su mente supiera que ella podría cambiar algo, aunque fuera solo un poco.

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