Durante ocho años, mi vida giró en torno a Máximo, mi prometido y socio.
Yo era la diseñadora que lo hacía brillar, pero en la Feria de Abril, lo descubrí bailando íntimamente con su joven aprendiz, Camila, una imagen que me rompió el alma y confirmó la profunda traición.
La situación empeoró cuando, al intentar dejarlo, Máximo no solo minimizó mi dolor, sino que expuso públicamente nuestra relación con mensajes falsos, me humilló en cada oportunidad y dejó claro que yo era una mera sirvienta, demostrando una frialdad y narcisismo insoportables.