Nunca es tarde para amar
img img Nunca es tarde para amar img Capítulo 3 Lo que dice el corazón
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Capítulo 6 Inexpertos en el amor img
Capítulo 7 Chicos dulces y pasionales img
Capítulo 8 Una pasión obsesiva img
Capítulo 9 Un paseo en coche img
Capítulo 10 Mío para siempre img
Capítulo 11 Secretos y confesiones a medias img
Capítulo 12 Solo se protege lo que se ama img
Capítulo 13 Un empresario ejemplar img
Capítulo 14 Las malas decisiones conllevan a malas consecuencias img
Capítulo 15 Recuperando lo perdido img
Capítulo 16 Invadiendo propiedad ajena img
Capítulo 17 Una batalla injusta img
Capítulo 18 Los amigos siempre se cuidan img
Capítulo 19 Forjando nuevas alianzas img
Capítulo 20 En la guerra y en el amor todo vale img
Capítulo 21 Un atisbo de arrepentimiento img
Capítulo 22 Obsesión por gente joven img
Capítulo 23 Un torbellino de revelaciones img
Capítulo 24 Cayendo en su propio juego img
Capítulo 25 Construyendo un futuro juntos img
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Capítulo 3 Lo que dice el corazón

Manuel sintió que su corazón latía a mil por hora. El chico de la despensa estaba ahí, mirándolo fijamente. Esperó que no se hubiese percatado de que había sido espiado por un mes en su puesto de trabajo.

- No esperaba encontrarte aquí - le dijo el muchacho a Manuel, acercándose a él - ¿Te acuerdas de mí? Te lancé una pelota en tu cabeza.

- Este... sí, me acuerdo - dijo Manuel, temblando del nerviosismo - pero estoy bien, he sufrido cosas peores.

- ¿No te molesta si me siento? Quisiera conversar contigo.

- ¿Y qué hay de tu trabajo?

- Es que no desayuné y el patrón me regañó por eso, así que me mandó aquí.

- Bueno, puedes sentarte. Pero yo me iré enseguida.

- Descuida. Será breve.

El chico se sentó al lado opuesto de la mesa. Manuel evitó mirarlo a los ojos y tomó su café, para que no se diera cuenta de que se había sonrojado.

- ¿Cuál es tu nombre? - le preguntó el chico - Yo me llamo Ariel Gómez. ¿Y tú?

- Manuel López.

- Mucho gusto. Quería saber, López, si estudias en la universidad.

- Sí - respondió Manuel, bajando la taza y mirándolo a los ojos. Por un instante, se perdió en esos ojos color azul intenso, que reflejaban serenidad y pureza - Estoy estudiando periodismo.

- Ya me parecía - dijo Ariel, mostrándole una gran sonrisa el cual hizo que Manuel se estremeciera - casi siempre te veo por aquí, leyendo algún libro y escribiendo apuntes.

- ¿Entonces ya me viste por aquí antes? - dijo Manuel, esta vez sintiendo que temblaba.

- Sí. Casi todos los días veo que frecuentas la cafetería. Pensé que estudiarías aquí cerca, aunque pensé que podrías ir a la biblioteca que está a la vuelta de la esquina.

- Estee.... sí, así es - dijo Manuel, esta vez mostrando una voz firme y serena - he tomado la costumbre de ir a la biblioteca. Actualmente estoy haciendo mi tesis, así que ya no frecuento la facultad como antes. A todo esto, quisiera saber el por qué querías hablar conmigo.

Una mesera se acercó a ofrecerle un café a Ariel. Él lo aceptó y le sonrió, haciendo que la mesera se sonrojara.

- ¿Se le ofrece algo más, señor? - le dijo la mesera.

- Quiero unos dangos, por favor - dijo Ariel.

- Como guste, guapo.

Manuel sintió que tenía deseos de gritarle a la mesera por descarada, pero al darse cuenta de que se vería ridículo, volvió a calmarse. En el fondo, no sabía el porqué se sentía muy extraño junto a ese chico.

- Bueno, López, pronto terminaré la preparatoria y quiero entrar a la universidad - dijo Ariel, mirando a Manuel seriamente – Casualmente, quiero estudiar periodismo como tú. Y deseo ingresar en una de las mejores universidades del país. Pero no tengo dinero para costear un cursillo de ingreso ni contratar a un profesor particular. Así que quería saber si me podías ayudar. No conozco a nadie más y percibo que eres una persona muy inteligente.

- Lo siento, pero no puedo ayudarte. Estoy haciendo mi tesis y tengo mucho trabajo.

- Por favor. Te prometo que te pagaré.

- No se trata de eso - dijo Manuel, levantándose de su lugar y tomando su bolso - En serio no tengo tiempo para nada. Búscate a un verdadero profesor, estoy seguro de que habrá alguno cuyo costo no sea elevado.

Manuel estuvo a punto de salir de la cafetería, cuando sintió que Ariel lo tomaba del brazo.

- Por favor. Solo te quiero a ti.

Manuel sintió que se estaba enojando. Ese chico era muy persistente y eso le colmaba la paciencia.

- ¡Suéltame! - dijo Manuel, intentando soltarse, pero sin éxito - Mira, niño. Tú y yo no nos conocemos. No sé bien quién eres y no quiero meterme en problemas. Así que, por favor, búscate a otra persona.

- No quiero otra persona. ¡Solo te quiero a ti!

- ¡No hagas que me enoje de verdad!

Ariel finalmente soltó a Manuel. Al principio Manuel se sorprendió, dado que no esperaba que se rindiera tan rápido. Luego volvió a acomodarse su bolso y se marchó.

Lo que no se dio cuenta fue que, durante el forcejeo, se le cayó su libreta de estudiante, donde figuraba la dirección en donde vivía. Ariel lo vio y lo tomó, mostrando una sonrisa pícara que nadie percibió.

Se metió de nuevo en la cafetería y saboreó los dangos, mientras miraba la dirección de residencia de Manuel.

- Sé que me has estado espiando desde que nos conocimos en el parque, Manuel López - pensó Ariel, sin dejar de sonreír - capaz fue casualidad que supiste dónde trabajaba, pero estoy seguro de que es el destino quien hizo que nos volvamos a encontrar. Bien, ya que se te cayó tu libreta, no me queda otra opción más que devolvértela.

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Mientras tanto, Milo y Luis estaban tomando refrescos en el bar. Cada vez que Milo miraba a Luis de reojo, le parecía ver que lo rodeaban las estrellas. Se fijó en su piel perfecta, en sus ojos que reflejaban la inocencia de un adolescente que estaba adentrándose con mucha ilusión a la adultez y en sus labios carnosos, los cuales lo llevarían al éxtasis inmediato si los llegaba a besar.

- ¿Te pasa algo, Milo? - le preguntó Luis, al ver que Milo estaba con la cabeza agachada.

- No me pasa nada - dijo Milo, mostrándole una sonrisa nerviosa.

- ¿Aún estás alterado por el acoso?

- ¡No! Este... ya estoy acostumbrado. Verás, estuve manteniendo relaciones casuales con algunos hombres, pero uno de ellos desea que lo nuestro sea real. Pero ya le aclaré que eso nunca será posible. Es bien parecido, pero no estoy enamorado de él. ¿Lo entiendes?

- Sí, lo entiendo - dijo Luis - Yo tampoco me he enamorado y nunca he salido con nadie.

- ¿Queeee? ¡Pero si tienes miles de admiradoras! ¿Cómo alguien tan apuesto no tiene novia?

Luis lo miró sorprendido. Milo se dio cuenta de que había metido la pata y volvió a agachar la cabeza, para que el muchacho no viera que se había sonrojado.

- Esteee... no malpienses. En verdad eres muy guapo. Podrías tener a todas las chicas que quisiera.

- Gracias por el halago - dijo Luis, mostrando una sonrisa - Es que no me sentiría cómodo si salgo con alguna de mis admiradoras. Ellas solo admiran mi físico, pero yo deseo algo más. Quiero que me quieran por mi personalidad. Quiero una persona que me acompañe en las buenas y en las malas, que nos apoyemos el uno a otro y que mantengamos la confianza suficiente para formar una relación emocionante. Ah, lo siento, he leído muchas novelas románticas y siento que te estoy aburriendo con mis pensamientos infantiles.

- ¡No son infantiles! - dijo Milo, esta vez mirándolo fijamente a los ojos - yo, en el fondo, también desearía tener esa clase de relaciones. Pero creo que nunca podré lograrlo. Soy demasiado irresponsable.

- Para mí que eres tierno.

Milo se quedó sorprendido por las palabras de Luis. Era la primera vez que le decían "tierno". Sin embargo, la inseguridad pudo más por lo que le gritaba su corazón, por lo que se levantó de su silla y, mirándolo con enojo, le dijo:

- ¡No me gusta que se burlen así de mí! Para que sepas, dentro de poco cumpliré veinticinco años y me graduaré de la facultad. ¿Cómo un hombre a esa edad podría ser tierno?

Luis casi escupió su bebida y miró asombrado a Milo.

- ¡¿¡Veinticinco años!?! ¡Creí que eras un chico de preparatoria!

Milo suspiró. Al final, le mostró su identificación, haciendo que Luis se pusiera rojo de la vergüenza.

- ¡De veras lo siento, Milo! ¡Creí que eras más joven que yo!

- No te preocupes - dijo Milo, arrepintiéndose por haber reaccionado de esa manera- ya estoy acostumbrado. Por cierto, ¿Qué edad tienes?

- Tengo dieciocho. Actualmente estoy intentando ingresar a una facultad de artes. ¿Y tú, qué estás estudiando?

- Diseño editorial. Mi sueño es trabajar en la editorial Librófilos, en la sección de novelas románticas.

- ¿Así que también te gusta el romance? Me alegra que tengamos algo en común.

Luis volvió a sonreír. Esta vez a Milo le pareció ver más estrellas y un aura de luz que iluminaba al muchacho. Definitivamente estaba loco por él.

- Esteee... me tengo que ir - dijo Milo, cabizbajo - le prometí a Manuel que prepararía el almuerzo.

- ¿Quién es Manuel?

- Es un amigo. Compartimos un departamento para costear los gastos de alquiler. Esteee... fue un placer charlar contigo.

- Milo, desearía volver a verte - le dijo Luis, seriamente - aunque seas mayor, me agradas. Siento que podemos ser muy buenos amigos.

- Sí. A mí también me gustaría volver a verte.

- ¿Y si salimos a un almuerzo este fin de semana? Puedes traer a tu amigo, porque yo también traeré al mío.

- ¿También compartes departamento?

- ¡Sí! Somos amigos desde el primero de preparatoria, solo que él no puede costearse un profesor particular por ser pobre. Solo me queda ayudarle con los gastos del departamento y esperar a que logre sus propósitos. Te daré mi número, así me confirmas si tú y tu amigo irán a la salida.

- De acuerdo. Yo también te daré mi número.

Se intercambiaron los números de celulares, pagaron la cuenta y se marcharon. Milo fue a su departamento, sintiendo que podía volar de la felicidad. Al fin logró su sueño de hablar con el chico que le gustaba. Y no solo eso, también consiguió su número y una salida. Seguro Manuel se quedaría sorprendido por su hazaña.

Cuando llegó, lo encontró sentado en el sofá, pensativo.

- ¡Hola, Manuel! ¿Pasó algo? - le preguntó Milo

- Esteee... no, nada - dijo Manuel, desviando la mirada.

- ¡Vamos! ¡Yo siempre te cuento todo!

- ¡Está bien! ¡Te lo diré! El chico de la despensa se dio cuenta de que lo espiaba. Y lo peor fue que me pidió ser su profesor particular.

- ¿Y lo rechazaste? ¡Pero si te gustaba!

- ¡Es que no puedo ayudarlo! ¡No tengo tiempo para nada! - Manuel suspiró y se llevó las manos por la cara - Aún no supero a mi antiguo amor y no quiero que ese chico me conozca. Él merece estar con alguien mejor, estoy seguro.

- ¡No seas duro contigo mismo! - le dijo Milo, dándole golpecitos en la espalda - Eres inteligente, el mejor de tu curso. Y la verdad que te envidio, porque me gustaría tener la misma dedicación que tienes con los estudios. Solo te falta que dejes estar tan tenso por todo.

- Lo sé. Hasta yo me di cuenta de que necesito darme un descanso.

- ¡Bien! Bueno, voy a preparar la comida. Luego te contaré lo que me pasó hoy.

- Me gustaría saberlo.

Y así transcurrió la mitad del día. Tanto Manuel y Milo deseaban volver a hablar con la persona que les gustaban. Lo que no sabían era que Luis y Ariel también albergaban esos sentimientos. Y pronto lo descubrirían.

            
            

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