En busca de mi nombre.
img img En busca de mi nombre. img Capítulo 3 Capitulo II
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Capítulo 3 Capitulo II

Despierto de repente. Llegue. Me enderezo en el asiento frotando mis brazos para entrar en calor. Me quedo sentada esperando bajen los demás. No es que este tan apurada.

A San Andrés no llegan vuelos, a menos que tengas tu propio hangar, y ese no es mí caso. Quizás, el de mis progenitores sí. Según lo que sé, tienen algo de dinero, el cual por cierto, no sé de dónde provino, porque cuando me fui éramos unos ciudadanos de clase baja con inicios a clase media.

La cuestión es, que ya sea por suerte o no sé qué, ahora el dinero no es problema. Eso decía mi padre cada que le preguntaba por las operaciones de mi madre, la cual por cierto, a de estar muy feliz. Con solo verla puedo deducir, que ya podría morir en paz, por alcanzar su mayor anhelo. Entrar en el circuló.

Volviendo al tema. No es mi caso el tener dinero. Yo solo soy una simple recién graduada abriéndome camino, a ver si en par de años tengo un departamento propio, por lo menos. No es que esté discriminando mi profesión, no, pero, hay que ser sinceros. Con tan corta edad, no serán muchos los pacientes que pondrán su vida en tus manos. Tristemente la mayoría piensa, que la edad te da experiencia. Ok, puede ser que en algunas cosas puede ser así, pero, definitivamente hay otras en las cuales esto no es así.

Tengo claro qué... se podría decir yo me boicoteé el futuro. En mi trabajo anterior ganaba bien sí, pero, nada se compara si hubiese estudiado administración de empresas, y me hubiese hecho cargo de las empresas que me ofreció contabilizar mi padre. Seguir su legado decía.

Sacudo la cabeza al notar que ya no puedo retrasar más mi llegada. Ya todos los pasajeros se han bajado y hay un chico enfrente con los brazos cruzados mirándome raro. Me levanto y camino hacia la salida del autobús, bajo de inmediato.

Al salir del terminal alzo la vista encontrándome el auto de mi padre estacionado en frente. Una emoción cruza mi pecho poniéndome a correr hacia él, las lágrimas se me acumulan en los ojos cuando veo que la puerta se abre. No sabía cuánto me hacía falta hasta que vi ese auto, sonrió apurando el paso... No tengo una explicación exacta, pero al levantar la vista de nuevo...

La alegría se me derrumba al ver que quien baja del auto, no es mi padre si no Karla. Me detengo en seco, sin embargo rápidamente intento controlar el hermetismo de mi cuerpo en avanzar, obligándome a andar.

Ciertos recuerdos me aturden, me llegan de repente recordándome porqué es qué me niego a caminar. Una de las personas por quien debí poner distancia fue ella, no teníamos la mejor relación.

Sacudo la cabeza y me obligo andar, repitiéndome que debo estar feliz; pero... mientras camino puedo sentir los pasos más lentos y el cuerpo pesado. No voy a negar que me da un poco de decepción conmigo, ese comportamiento. Firmemente pensaba que con el tiempo todo había quedado atrás, duele ver que no es del todo así, que de mi parte, algo sigue rechazándola.

Ajusto mi bolso de espalda soltando un suspiro largo. Repito en voz alta que está superado.

Levanto la cabeza de nuevo y el ánimo se me revoluciona al ver que detrás de ella, baja, Yello con su alboroto particular.

Yello, es un perrito de raza pekinés, quien fue mi fiel compañero después de un evento que viví en mi adolescencia. Viví tanto junto a él, que no puedo evitar írmele encima cuando llego a su altura, lo cargo y lleno de muchos besos y arrumacos. Giro con él entre mis manos. No me sorprende lo emocionada que estoy, lo amo.

Me es inevitable recordar en honor a quien le coloqué el nombre, por ende, quien me lo regaló. La nostalgia me cruza de repente deteniendo mis giros. Paso saliva y vuelvo a repetir la oración principal de mi rosario.

Esta superado. Esta superado, que no te afecte y todo estará bien. Son las palabras que convertí en mi rosario, desde que me enteré volvería.

Vuelvo a mirarlo a los ojitos y él solo menea la colita inquieto, intentando lamerme la cara. Es hermoso.

- ¡Bianka!

Me tenso con el grito que me pega la señora que tengo al lado. No es un grito a viva voz, fue entre dientes, pero eso me basta para quitarme el buen ánimo.

Bajo el animal al suelo, suspirando antes de enderezarme de nuevo para mirarla. La sonrisa se me dibuja sola al verla sonriéndome. A pesar de que sé, no es del todo autentica mis labios no vuelven a su lugar.

Sacudo la cabeza para alejar los pensamientos que me quieren tomar la mente.

Con Karla es así, si ella sonríe tú sonríes. Como siempre está bien perfumada, muy bien vestida y estilizada. Puedo notar desde mi lugar que se operó la nariz. De la señora que me despedí hace años no queda mucho. La recuerdo por las fotos que me enviaba mi padre, sí no, estoy segura no sabría a quién tengo en frente, parece mi hermana. Me repasa con la mirada antes de tomarme de las mejillas, sin dejar de sonreírme.

-Pudiste saludarme a mi primero -me habla entre los dientes acariciándome la cara. Sigue teniendo la misma mirada de...- pareces loca con ese animal.

Medio giro a ver quién está cerca, en efecto hay cuatro hombres alrededor nuestro. Nos están mirando fijamente. Típico, quiere aparentar que todo está bien y somos felices, pero su postura me deja muy en claro, que está incómoda tirando más al enojo. Me es difícil pasar por alto el pensamiento de qué al igual que yo, ella también me sigue rechazando.

La incomodidad que siento, se ve reflejada en como se me acelera la respiración. Sé que lo nota por la manera en que clava su mirada en mí.

Termino bajando la cabeza al sentir como se me acojona el alma, doy un paso atrás, pero ella da uno hacia delante volviendo a tomar mis mejillas, y esta vez no es sutil, es mas, ni siquiera intenta serlo, ya que clava sus perfectas uñas en mi piel. El corazón se me comprime y las lágrimas se me amontonan en los ojos al igual que el llanto en la garganta.

-Escúchame bien, me haces el favor y te comportas, que nos están observando -empieza con las demandas. Sacudo la cabeza ligeramente, para que afloje el agarre, ya que me está lastimando. Me pregunto. ¿Para qué trajo al perro?

A las malas me obliga a mirarla de nuevo, pero sabe disimular muy bien, que no es a la fuerza.

Que no te afecte. Empiezo a repetir en mi cabeza, pero...

-Ya sabía yo, que eras tiempo y dinero perdido. No sabes la vergüenza que me da el que solo hayas crecido en edad, sigues siendo una inmadura. Siempre se lo dije a tu padre tan inteligente para tenerlo todo, pero tan ingenua y cobarde para cogerlo.

Puedo jurar que no llegué predispuesta, sin embargo me es inevitable no captar ciertos aires de desprecio en su mirada y en su voz. Suspiro intentando no dramatizar las cosas ya que apenas estoy llegando.

Después de unos segundos le sonrió asintiendo, logrando que me suelte. Vuelvo a fijarme en Yello. Frunzo el ceño al recordar lo que dijo Karla cuándo me fui.

Lo voy a sacrificar porque es horrible.

¿Por qué lo conservaría? Dejo el tema a un lado, cuando me fijo en qué Karla no deja de mirarme. Suelto un suspiro, antes de hablar.

-Tan delicada y sensible como siempre. -También le hablo entre los dientes antes de alzar la voz para darle el show que quiere.

-La bendición. -Intento sonar entusiasmada, sonrió como si todo estuviera muy bien, como le gusta a ella que actué, que me comporte. Me sonríe hipócrita al captarme el sarcasmo y me voltea los ojos antes de dar unos pasos atrás. Reprimo las ganas de salir huyendo, bajo la mirada observando al perro quien no deja de moverse y menear la cola.

Por más que intento, no logro entender el comportamiento de Karla, llevábamos años sin vernos. ¿No podía solo abrazarme y ya? Tenía que hacer el berrinche, porque tomé un momento al perro.

Me parece absurdo, pero estoy segura que muchos se preguntarán. ¿Por qué soportas eso Bianka? La respuesta es sencilla. A parte de porque mi papá la ama, es mi madre.

Tras mi partida vi como la cosa empeoraba, mi padre día tras día me recalcaba su idolatría por ella. Dejándome con la esperanza, de no tener que convivir con ella siempre, más allá de tres cuadras después del infierno; estando lejos no es mucho lo que, pude, puedo y podría hacer en un futuro para librarme de su carácter. Bueno, en el pasado le encontré la solución, irme. Pero, como vemos solo funcionó por un tiempo. Ahora, es muy triste ver como todo empeoró.

Sacudo la cabeza intentando espantar los malos pensamientos, pero es que verle la cara de fastidio a mi madre, los arrastra hacia la superficie con una facilidad que abruma.

Aclaro. No es que yo no sienta nada por mi madre. De hecho, de niña tengo muy buenos recuerdos con ella. Era tan dulce, fue en mi adolescencia cuando todo cambió y mucho, sin embargo yo me tragué cada cosa, pero eso no evitó zanjar esta brecha entre nosotras.

Evoco la visión que traigo de como quiero sean las cosas y a pesar de ir tan diferente a como las imagino. No pierdo la esperanza. Tiempo para acoplarnos nos sobrará. Estoy muy decidida a limar las asperezas. Es por eso que si para estar bien debo comportarme como ella, lo hare.

-A ver Karla. -Le doy un abrazo luego de suspirar pero me lo corresponde a medias. Claramente ya le dañé el ánimo. Llamarla por su nombre es el acto más fastidioso que le hago siempre y aun así se enoja.

Se aleja y camina hacia el auto, deteniéndose en la puerta. Gira mirándome de arriba abajo, haciendo una mueca de reprobación.

- ¿Es lo único que traes de equipaje?

Asiento, descolgando el bolso de mi espalda para poder subir al auto. Le muestro también el bandolero. Un bandolero, es un bolso más pequeño que te puedes cruzar por todo el cuerpo. Me gustó mucho cuando lo vi, porque es cómodo y sencillo.

Uno de los tipos que nos siguen, me quita el bolso grande y lo mete en la maletera del coche.

- ¡Gracias a Dios! -Se toca el pecho- vistes horroroso y quítate eso, que pareces verdulera de barrio. -obviamente no podía faltar el comentario desubicado.

-Otra cosa -se gira antes de subir- debes ponerte a dieta, ya basta de esa mentalidad de gorda.

Suspiro viendo como sube al auto con su cuerpo totalmente perfecto. Bendita oración que odio tanto. Reparo el bolsito sin encontrarle nada malo.

Me apresuro a subir tras ella, quedando acomodadas de extremo a extremo. Quito el bolso de su vista.

- ¿Y mi papá? -La pregunta me sale automática cuando el auto se pone en marcha.

-Julián, tenía algo importante que hacer y Ernesto, debía acompañarlo.

Lo único que absorbe mi sistema es el primer nombre que pronuncia mi madre y lo empieza a repetir como disco rayado, removiendo ciertas emociones. Sacudo la cabeza. Lo último que quiero y necesito es... Yello me distrae cuando ladra en mi dirección. Me trago la pregunta ¿Qué hacen ellos juntos? La cual lucha por salir de mis labios. Intento relajarme, recargando la cabeza en el asiento, pero...

-Vale. -mi cerebro evitando una pregunta incomoda echa un comentario peor. - ¿Así que venir a recibir a su hija no califica como importante? -Abro mucho los ojos al notar que reflexione en voz alta. Nunca antes le había respondido a mi madre y menos así. Siento como el calor se concentra en mis mejillas.

Caigo en cuenta de que estos cinco años sin Doña perfecta a mi lado, diciéndome: eso no se dice, yo respondo las preguntas, debes ser educada, las malas palabras te hacen una vulgar y te condenan un minuto más en el infierno; me afectaron. En todo este tiempo que estuve sola sin nadie reprimiéndome, cree ese mal hábito de pensar en voz alta.

Anoto en mi libreta mental que debo intentar controlar esa lengua o terminaré en problemas. Para bajarle dos tono al tenso ambiente que se formó, bajo la cabeza en espera de la reprenda, pero mi madre solo suspira largo.

-No empieces. -Advierte de repente, no sé qué me dio, pero yo sigo sin poder controlarme e ignoro la orden.

-Solo es que, fueron cinco años más o menos sin vernos, me pareció interesante el que no esté aquí. -Voltea a mirarme comiéndome con los ojos.

- ¡Silencio! ¡Es que...!

Calla el grito cuando uno de los hombres levanta la mirada para mirar por el retrovisor. Se endereza antes de volver a sonreír de esa manera que no me gusta, se desliza hasta terminar con el espacio que nos separa. Nunca he podido descifrar como es que aun estando con las peores emociones nunca se sale del papel. Su sonrisa nunca se borra.

-Debes de tener algo claro, digo, para que no te lleves una decepción luego. -Ladea el rostro ampliando mas la sonrisa mostrándome su dentadura perfecta.

-Como te decía, las prioridades de tu padre han cambiado - Aun sin entender el contexto de sus palabras, el susurro me da escalofríos.

-Cariño, estoy yo aquí, y no tienes una idea cómo desee esté momento llegara. -Ahora habla en voz alta, con una dulzura que me pone a picar la garganta, me toca la cara antes de suspirar para continuar.

-Cuando supe que vendrías cancele todo mis compromisos, así que no seas mal agradecida, sabes que tenemos muchas responsabilidades y más en esta época.

Los hombres pierden el interés en nosotras enfrascándose en su propia conversación. Su sonrisa hipócrita se vuelve auténtica al notar que triunfó.

-De malas para ti sino llegó quién esperabas y no te gustó verme. -Vuelve a susurrar y odio que me duela el comentario y su actitud. Decido no mostrarle lo que todavía me afecta su frialdad, sonriéndole, pero mi lengua no puede quedarse quieta.

-Aprecio su sacrificio, y me disculpo por quitarle tan valioso tiempo, pero yo me sabía el camino, si estaba tan ocupada pudo llamarme y me vengo sola. -El que use el mismo tono que ella, le achica los ojos y le tensa la mandíbula es tanta la presión que ejerce que temo se le quiebre. Se queda mirándome unos segundos, después sonríe como siempre, falsa.

-Cuidadito con esa boquita, Bianka. -Me advierte en susurros. Algo me dice que la línea de aguante que lleva ahora, es mucho más delgada, así que opto por no decir más.

Es mi madre. Me recuerdo mentalmente. Pero...

-El que tengas más edad no quiere decir que no te pueda dar una que otra bofetada, cariño, recuerda que soy tu madre y me debes respeto, ya que tengo la potestad para reprenderte sin fecha de vencimiento. Mantiene la sonrisa mientras me acaricia la cabeza. Cualquiera que la miraría, diría que me está consintiendo.

-Claro -Continúa después de cerciorarse que los hombres siguen sin prestarnos atención.

-No te voy a negar qué, el que haya muchas personas pendiente de mí, me hacen calmar, esperar y calarme el numerito. Porque, si sé llegase a filtrar que mi única hija volvía al país, después de años fuera y nadie la esperó, no me beneficiaría en nada, tampoco a tu padre, créeme. Así que, de hoy en adelante quiero recuerdes y tengas en claro lo siguiente: la imagen que tenemos que cuidar ahora, vale mucho, así que te comportas, y mucho cuidado con lo que haces y dices -Me suelta enderezándose por completo en su asiento.

-Y obvio no estoy nada contenta con tu regreso, también te llame pero como siempre.

Reviso el bolso, y efectivamente el aparato está apagado. Consigo al fin ponerme un cierre mágico en la boca y no digo más. Discutir después de tanto tiempo sin verla es ilógico. Vuelvo anotar en mi lista mental de quehaceres, poner de mi parte para no mostrarle el mal carácter que no sé de dónde adquirí a la señora que traigo al lado, porque en efecto es mi madre y le debo respeto.

Mi madre tiene un carácter fuerte y siempre lo deja claro, le gusta el control, el orden, lo correcto, los lujos, las apariencias, entre tantas cosas superficiales, es por eso que chocamos. Ya que yo soy más sencilla e humilde, sin embargo el respeto que se ganó fue tanto que llegué al punto de tenerle miedo. Si, la quiero, pero no sé porqué hay algo en mí que la rechaza. Nunca entendí, como encaja con mi padre, el es tan diferente.

Otra de las cosas por las que no había vuelto, era que sentía que no haría nada aquí, ya que lo único que valía la pena, había muerto aquel día que fui arropada por aquella bola de desgracias, la cual no me dejó otra alternativa, mas que irme. Cierro los ojos cuando los recuerdos me quieren jugar sucio, metiéndose a mi mente.

Esta superado. Empiezo a repetir, hasta que logro calmarme.

Hacemos el recorrido desde el terminal, el cual queda a las afueras del pueblo, en total silencio. Yello se sube en mis piernas y ahí se queda recibiendo mis caricias. Karla, nos mira mal de vez en cuando, pero no dice nada, lo que sea que ve en el móvil es más interesante. Por la hora no hay mucho tráfico así que llegaremos rápido.

Pasan 10 minutos antes de entrar al pueblo. Para llegar a casa debemos atravesar el centro del mismo. Me enderezo viendo por donde pasamos, todo sigue igual. Bueno, la verdad es que no notaría cambios ya que a pesar de vivir 17 años aquí, solo recorría el camino de la casa a la escuela. Pasados 10 minutos más, empezamos el recorrido por la carretera de piedra rodeada de árboles. Esto es lo que me encanta de mi pueblo el aire fresco que se respira. Vivimos en una de las urbanizaciones mas lindas, es la más retirada y tiene de todo. Es como un mini pueblo. Por esto es que no salía, ya que hasta la escuela queda aquí.

Después de identificar el auto entramos a la urbanización la cual desde la entrada está repleta de lado y lado de árboles de Araguaney, el árbol nacional del país, pero, por la época no podre disfrutar de la belleza de los mismos ya que florecen en época de febrero a junio.

El auto se detiene informándome que al fin llegamos. Suspiro y luego de unos minutos bajo, teniendo que esperar cuando intento abrir la puerta y esta no cede. Karla me quita de en medio de un empujón. Frunzo el ceño cuando la puerta se abre sin que la toque si quiera.

-Hay cambios -Se pavonea entrando. Entro tras de ella mirando a ver si fue mi padre quien abrió, pero no, no hay nadie.

-En tu cuarto está el atuendo que lucirás. -Me informa mi madre. Espabilo cuando una chica, la cual no tengo idea quién es, me quita el perro y se lo lleva.

Sí que hay cambios, hasta una empleada tienen. Me enderezo observando lo diferente que se ve toda la casa, cualquiera que entra diría que somos millonarios, es lujo por donde se le mire.

-Hicimos una que otra remodelación, cariño, te encantara. -Explica mi madre con emoción al notar mi sorpresa. Me da risa porqué debió decir: dejé una que otra cosa. La casa no es ni la sombra de lo que recuerdo.

-Fabiano, es perfecto te hizo el traje con anticipación y quedo hermoso. -Se emociona de nuevo juntando las palmas repetidas veces.

Tampoco sé, quién es Fabiano. De repente su sonrisa se transforma al recorrerme con la mirada.

-Ruega a quien sea en que crees porque entres en él. Otra cosa, el traje es muy delicado así que... trátalo con cuidado. Tienes quince minutos para salir y alcanzarnos en la peluquería. Raúl te llevará. A Raúl, si lo conozco, era el jardinero, pero yo le decía el indispensable porque realizaba de todo.

-Te estoy hablando -golpea mi cabeza descolgándome. -Así que préstame atención. Yo me voy necesito terminar otras cosas, pero, te esperaré para realizar nuestra llegada juntas. No creo tener que recordarte, cómo odio me hagan perder el tiempo ¿cierto?

Ni si quiera me deja responder, bueno, tampoco debía hacerlo para que obtuviera mi afirmación.

-La hora de llegada es las 9:50pm, Bianka. Grábate esto puedes llegar los minutos que quieras antes, pero ni un minuto tarde. -Se da la vuelta.

- ¿A dónde iremos? -La pregunta la detiene en seco. Se gira lentamente sacudiendo la cabeza, veo como voltea los ojos, antes de mirarme fijamente.

-Nunca prestas atención... iremos... -Me recorre con la mirada humedeciendo sus labios, achico los ojos al presentir que está disfrutando mi desorientación, por un segundo creo ver cierta sonrisa.

-Iremos, a la casa de los Meyer.

Reanuda su caminar, sin importarle el vuelco que sabe sus palabras provocarán en mí. No logro reaccionar al momento, solo la veo caminar hacia la escalera. Inicio una lucha conmigo misma para soltar las palabras...

-No quiero ir. -Digo al fin, haciéndola detenerse de nuevo, pero esta vez regresa a mi altura en un abrir y cerrar de ojos.

- ¿Qué dijiste? -Me pregunta cuando a pocos centímetros de mi rostro. Que se lleve el dedo al oído y me mire con esa mirada que ya conozco, desata una bola de recuerdos que me minimizan.

-Repítelo. Es que no escuché bien lo que dijiste. -La respiración se me acelera poniéndome a escuchar mis propios latidos.

No quiero desatar lo que sigue.

El pensamiento me pone a mover la lengua automáticamente, bajo la cabeza. -Nada.

Es todo lo que digo. No la veo, pero puedo escuchar como sonríe victoriosa devolviéndose.

Suelto el suspiro cuando empieza a subir las escaleras por la parte derecha. Recojo aire buscando la parte izquierda de las mismas.

En los últimos 5 minutos, mi madre se puso bastante conversadora, informándome acerca de una fulana cena, pero nunca dijo donde era. Inhalo y exhalo controlando mis emociones o por lo menos intentándolo.

Esta superado. Repito, mirando la hora en el gran reloj que está en medio de la pared, 6:55pm. Me lleno de rabia al sentirme como me siento. Pareciera que no hubiese estado fuera ni un día, tengo una cantidad de emociones que me abruman. Llego a mi antigua habitación y sin pensarlo mucho entro cerrándole la puerta en la cara a la chica que me seguía y no lo había notado.

Hasta mal educada me he vuelto. Estoy tan cansada, emocionada, estresada y todo lo que le sigue que no doy para disculparme.

Después le hablo.

La cena es a las 10pm. Que llegue un poquito tarde a la peluquería no querrá decir nada. Lo único que hago después de despegarme de la puerta es colocarlo a cargar el teléfono. Luego me voy directo a los brazos de la cama que no deja de llamarme. Medio ojeo mi alrededor sacudiendo la cabeza cuando no reconozco donde estoy.

Las remodelaciones también llegaron aquí. Me quedo dormida tan pronto mi cabeza toca la almohada, con un solo pensamiento rodando en mi cabeza.

Solo serán 5 minutos.

            
            

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