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No le conté a nadie lo que había sucedido entre Maxon y yo, ni siquiera a Marlee ni a mis doncellas. Era como un secreto maravilloso que podía recordar en medio de alguna de las aburridas clases de Silvia o en alguna larga jornada en la Sala de las Mujeres. Y, para ser sincera, pensaba en nuestros besos -tanto en el incómodo como en el dulce- con m