Capítulo 5 El Peso de las Decisiones

La semana siguiente se extendió ante Víctor como una interminable sucesión de momentos suspendidos en el tiempo. Cada paso que daba lo sentía más pesado que el anterior, como si todo lo que había conocido hasta ahora estuviera desmoronándose y él estuviera simplemente observando desde la distancia. El trabajo no era más que un telón de fondo mientras su mente no dejaba de regresar a la conversación con Ricardo.

A pesar de las paredes de su oficina, a pesar de las decenas de correos electrónicos y reuniones que intentaba atender, su mente no podía dejar de pensar en lo que había dejado atrás y en lo que estaba por venir.

Habían acordado, como lo hizo Ricardo, que no tomarían decisiones precipitadas. Ambos necesitaban tiempo para digerir lo que había sucedido entre ellos, para comprender lo que sus sentimientos realmente significaban. Sin embargo, Víctor no podía evitar la urgencia que sentía dentro de sí. Cada día que pasaba, sentía que las piezas de su vida, que alguna vez se sintieron tan ordenadas, se deslizaban entre sus dedos. No sabía si eso lo aterraba o si, de alguna forma, lo liberaba.

El viernes llegó rápidamente. Sofía estaba en casa, como siempre, con una sonrisa radiante y una energía que no coincidía con el caos emocional que Víctor sentía. Ella había planeado una salida para esa noche, una cena especial para celebrar su décimo aniversario. Aunque había pasado todo el día pensando en su conversación con Ricardo, Víctor había hecho lo que mejor sabía hacer: poner una máscara y cumplir con las expectativas de su esposa. Pero, en su interior, sentía una angustia creciente. Algo estaba cambiando, y ni él ni Sofía podían detenerlo.

A las siete de la noche, Sofía apareció en la sala de estar con un vestido largo y elegante que resaltaba su belleza con sutileza. Víctor, que aún estaba luchando por encontrar sus palabras, no pudo evitar una punzada de culpa al verla. Sofía siempre había sido la esposa ideal, la mujer que había elegido para compartir su vida. En muchos sentidos, ella representaba todo lo que él había querido en su vida personal: estabilidad, confianza, apoyo. Y, sin embargo, algo dentro de él sentía que ya no podía seguir viviendo bajo esa fachada. No porque no la amara, sino porque había algo nuevo, algo inesperado, que lo había desbordado y lo arrastraba hacia una nueva dirección.

- ¡Wow, te ves increíble! -dijo Víctor, forzando una sonrisa mientras se acercaba para darle un beso en la mejilla.

Sofía sonrió, aunque sus ojos parecían notar algo en su comportamiento, una leve desconexión que ella no podía identificar completamente.

- Gracias, querido. ¿Estás bien? -preguntó, tocando su brazo con suavidad.

Víctor asintió, aunque la incomodidad seguía acechando en su interior.

- Claro, solo un poco cansado. Ya sabes, el trabajo... -dijo, desviando la mirada y tomándola de la mano para dirigirla hacia la puerta.

A medida que llegaban al restaurante, Víctor no pudo evitar sentir que estaba arrastrando a Sofía a una especie de farsa. El restaurante era el mismo al que solían ir para ocasiones especiales, un lugar sofisticado donde las conversaciones siempre parecían seguir un guion predeterminado. Pero esa noche, las palabras de Sofía sobre el futuro, sobre lo que querían lograr juntos, lo golpeaban de una manera que nunca antes había sentido. En su mente, sólo resonaban las palabras de Ricardo: "Lo que sea que haya entre nosotros, no podemos ignorarlo."

La cena transcurrió en una serie de conversaciones superficiales sobre el trabajo, los niños y los planes para unas próximas vacaciones. Sofía hablaba con entusiasmo sobre cómo habían avanzado en sus proyectos personales, sobre cómo los niños estaban creciendo tan rápido y sobre la posibilidad de mudarse a una casa más grande. Todo lo que decía parecía estar en el mismo tono que siempre había tenido, lleno de la ilusión de un futuro que, hasta ese momento, parecía prometedor.

Pero para Víctor, cada palabra que salía de la boca de Sofía sólo le recordaba lo lejos que se sentía de su propia vida. No era que no la quisiera; simplemente no podía negar lo que sentía por Ricardo, lo que había comenzado a surgir de manera tan inesperada. Aquella noche, Sofía parecía tan distante, tan ajena a todo lo que pasaba por su mente, que Víctor no pudo evitar preguntarse cuántas otras veces había estado viviendo en una especie de rutina con ella, sin preguntarse realmente si ambos compartían la misma visión de su vida juntos.

Al final de la noche, mientras regresaban en el coche a casa, Sofía rompió el silencio.

- Víctor, ¿estás seguro de que todo está bien? -preguntó, su tono suave pero con un toque de preocupación. - Te noto... diferente. Como si tu mente estuviera en otro lugar.

Víctor la miró, sintiendo que la culpa lo ahogaba. No podía seguir mintiendo. No podía seguir pretendiendo que todo estaba bien, que su vida con Sofía era suficiente. No después de todo lo que había experimentado con Ricardo.

- Sofía, hay algo que necesito contarte. Algo que no he sido capaz de decirte hasta ahora. -su voz era baja, casi inaudible, pero cargada de la carga emocional que había estado llevando durante días.

Sofía lo miró con atención, su rostro ahora serio, como si presintiera que algo importante estaba a punto de suceder.

- ¿De qué hablas, Víctor? -preguntó, sin ocultar la preocupación en su voz.

Víctor tragó saliva, luchando por encontrar las palabras correctas. No podía seguir evadiendo la verdad, pero al mismo tiempo, temía las consecuencias de esa revelación. No estaba seguro de cómo Sofía reaccionaría, ni de si sería capaz de soportar la verdad. Sin embargo, no podía continuar con esta mentira, no podía seguir adelante con su vida sin ser honesto.

- Sofía... He estado pensando mucho últimamente, y hay algo que necesito que sepas. He estado luchando con algo dentro de mí. Algo que nunca imaginé que sucedería. Y no quiero seguir ocultándotelo.

Sofía lo miró, más confundida ahora, como si no pudiera entender a dónde quería llegar con sus palabras.

- Víctor, ¿qué estás diciendo? -Su voz temblaba levemente, y sus manos apretaron las suyas en el volante.

- Hay alguien más, Sofía. -La confesión salió de sus labios con una sensación de liberación que fue inmediatamente seguida por el pavor de la incertidumbre. - Y no sé cómo ha sucedido, pero lo que siento por él... es real. No es algo que pueda ignorar más.

El aire en el coche se hizo denso. El mundo exterior pareció desvanecerse, y sólo existía la mirada de Sofía, fija y sin comprensión. Durante unos segundos que parecieron una eternidad, ninguno de los dos dijo nada. Víctor sintió la angustia de haber roto algo, de haber destruido la estabilidad de su vida. No sabía qué esperaba que sucediera, pero el dolor en su pecho era insoportable.

Sofía, finalmente, habló, su voz tensa y casi quebrada.

- ¿Ricardo? -preguntó, su tono acusador, pero también lleno de tristeza.

Víctor asintió lentamente, sintiendo una presión en el pecho que le dificultaba respirar.

- Sí... -respondió con una voz llena de arrepentimiento. - No sé qué hacer, Sofía. No sé cómo salir de esto. Pero no puedo seguir mintiéndote, ni a ti ni a mí mismo.

Las lágrimas comenzaron a asomar en los ojos de Sofía, y por un momento, Víctor sintió que el peso de la verdad era más grande de lo que había anticipado. Ella, que había sido su compañera, su amiga, su esposa, ahora se encontraba frente a él rota, herida por la revelación que acababa de hacer. Y en ese instante, Víctor se dio cuenta de lo que había perdido: ya no era el hombre que ella había conocido. Ya no era el hombre que podía vivir sin cuestionar su vida, su amor, su identidad.

Sofía desvió la mirada, su rostro lleno de dolor. Sin decir una palabra más, comenzó a conducir hacia casa, el silencio entre ellos más profundo que nunca.

                         

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