Capítulo 3 Entrevista fallida

-Su excelencia , ¿qué lo motiva? ¿Cuáles son sus pasiones? -pregunto con dulzura.

Por primera vez, me mira a los ojos. Son de un azul intenso, pero tormentoso. -Prefiero mantener mis intereses personales en privado.

Me muerdo el labio. La entrevista se me escapa. Quizás si pongo en marcha mi encanto...

Me inclino hacia adelante, suavizando el tono. - Su excelencia , entiendo que desee privacidad. Pero el pueblo anhela conocer de verdad al futuro magistrado del país. Por favor, ayúdeme a mostrarles su verdadero yo.

Su expresión permanece cerrada. -Con el debido respeto, mis deberes no incluyen desnudarme ante la prensa. He cooperado por cortesía con su publicación, pero creo que ya hemos terminado.

¿Terminaste? ¿De qué habla? Acabamos de empezar.

Y aun así, se levanta de golpe, aprovechando la mayor oportunidad que he tenido con él. Yo también salto, con la desesperación arañándome.

-Por favor, solo unos minutos más -digo, odiando el tono suplicante en mi voz-. Háblame de tu infancia, de tus aficiones... de lo que sea.

Dios, sueno patética. Es como si no pudiera contenerme. Las palabras me salen como vómito, sin poder hacer nada al respecto.

Hace una pausa, algo brilla en sus ojos azules. Pero luego desaparece. -Me temo que no tengo nada más que decir. Gracias por su tiempo.

Dicho esto, se da la vuelta y sale de la habitación, dejándome allí de pie, atónita. La puerta se cierra tras él con un clic terriblemente definitivo.

Me hundo en la silla, con la mirada perdida en el teléfono. La entrevista que llevo semanas esperando, mi oportunidad de impresionar a mi editor, se ha esfumado. No tengo ni una sola cita útil. Después de tanta anticipación, he fracasado por completo.

La frustración me invade al darme cuenta de que tendré que decirle a mi editor que no pude conseguir la historia. Todo ese trabajo fue en vano. Esta era mi gran oportunidad y la arruiné.

ARMANDO

Salgo de la sala de conferencias a grandes pasos, luchando contra el impulso de darme la vuelta y volver a entrar, pero no para la entrevista.

En cambio, quiero pasar más tiempo con esa periodista cautivadora. Más tiempo absorbiendo sus ojos marrones de cierva. Más tiempo dejándome observar con esa mirada escrutadora...

Sí, entiendo que si hubiera accedido a la entrevista, habría tenido más tiempo con Támara . Pero todo aquello me pareció una farsa, completamente inútil. No soportaba seguir humillándome.

Sacudiendo la cabeza, intento concentrarme en la tarea en cuestión: evitar a mi padre. Está en algún lugar de este hotel, y si lo veo ahora mismo, podría explotar. Así que eché a correr a paso rápido por un pasillo cualquiera, con los ojos bien abiertos por si había guardias.

Por supuesto, me topo con mi padre al doblar la esquina. Frunce el ceño y junta sus pobladas cejas grises.

-¿No deberías estar en esa entrevista, Armando ? -pregunta con un tono lleno de desaprobación.

Suspiro, metiendo las manos en los bolsillos. -No iba a ninguna parte. Solo quería hablar de mi ascenso a la legislación y de mis aficiones.

El ceño fruncido de mi padre se profundiza. -Como debe ser. Serás legislador algún día, pero te niegas a tomarte tus deberes en serio.

La ira me invade. -¿Cómo voy a tomarlos en serio si ni siquiera me dejan asistir a las reuniones del consejo? , exijo. -Quiero responsabilidades reales, no solo saludar a la multitud.

-¡No estás listo!, espeta.

Me burlo y niego con la cabeza. -Organizaste esa entrevista porque querías distraerme, ¿verdad? Querías que sintiera que estaba haciendo algo por una vez, para que dejara de pedirte que me dieras responsabilidades de verdad.

El rostro de mi padre permanece impasible, sin revelar nada. Pero lo conozco demasiado bien. Conozco la forma en que sus ojos se mueven ligeramente hacia la izquierda: un indicio de su incomodidad. -Armando , eso no es cierto.

-Estás mintiendo -escupí. Mis palabras resonaron en el largo pasillo.

Hay un breve momento de silencio mientras nos separamos, padre e hijo perdidos en una lucha de poder. Entonces, su mirada se endurece.

-Ya basta, Armando -dice con severidad-. Te estás comportando como un niño.

-¿Una niño? ¡Tú eres quien me trata como a una niño! -Las palabras brotaron de mis labios sin que pudiera contenerlas.

-Entonces deja de actuar como tal, replica, con un control que me hace odiarlo.

No es la primera vez que nos enfrentamos, pero hay algo en este momento que se siente más trascendental, como si finalmente estuviéramos diciendo las cosas que hemos querido decir durante años.

-Tengo treinta. -Me golpeo la mano con la otra-. Soy licenciado en leyes,tengo varios diplomados en relaciones internacionales por una de las mejores universidades del mundo. He crecido viéndote hacer tratos y reconciliarte. ¿Qué más podría aprender?

Mi voz es más aguda de lo que quisiera. No quiero gritar, pero cada vez me cuesta más frenar esta vorágine.

-Tu... madre... Su labio superior tiembla.

Ah, no. No es la tarjeta de "tu madre".

Murió cuando yo era tan joven que ni siquiera la recuerdo. Mi padre no habla mucho de ella, pero incluso después de todos estos años, es evidente que la venera. Nunca se volvió a casar; que yo sepa, ni siquiera volvió a salir con otra mujer.

Porque nadie podía compararse con ella.

Es romántico, de verdad. Excepto cuando esa reverencia se interpone en mi vida.

-No quería que te metieran en la parte legal , dice mi padre. -Me pidió que te mantuviera al margen el mayor tiempo posible .

Niego con la cabeza. -¿Qué? ¿Por qué?

Porque es un compromiso que lo abarca todo, hijo. Ella lo sabía y quería que disfrutaras de tu juventud todo lo posible.

-Entonces, ¿por qué estoy aquí? -Me agarro el pelo con frustración-. Me pediste que viniera.

-Cierto. Necesitas ver algo de lo que hago. Tus preparativos para ser magistrado no pueden esperar hasta dentro de veinte años.

No lo entiendo. Intenta prepararme para ser magistrado , pero tampoco quiere confiarme nada importante.

-¿Crees que no puedo hacerlo? Lo miro fijamente, la ira hirviendo bajo mi piel.

-¿Hacer qué? Frunce el ceño, pero sabe de qué hablo y sabe que yo lo sé.

-Ser legislador . -Mi voz se quiebra-. Crees que no soy lo suficientemente bueno, ¿verdad?

            
            

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