Maldito cuerpo traicionero
img img Maldito cuerpo traicionero img Capítulo 5 Las puertas de la victoria
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Capítulo 6 El río Isar img
Capítulo 7 El castillo Neuschwanstein img
Capítulo 8 Ángel img
Capítulo 9 Surfear img
Capítulo 10 La cruda verdad img
Capítulo 11 Vuelve el pasado img
Capítulo 12 El adiós - Alex img
Capítulo 13 Buenos Aires -Lina img
Capítulo 14 De vuelta a casa- Alex img
Capítulo 15 Un mes después del regreso- Lina img
Capítulo 16 Un mes después del regreso- Alex img
Capítulo 17 El barman- Lina img
Capítulo 18 Rachel- Alex img
Capítulo 19 Cuatro meses después del regreso de Alemania- Lina img
Capítulo 20 Cuatro meses después del regreso de Alemania- Alex img
Capítulo 21 El encuentro- Lina img
Capítulo 22 Malos entendidos- Alex img
Capítulo 23 Una oportunidad- Lina img
Capítulo 24 Mi madre- Alex img
Capítulo 25 Ojitos de hotel- Lina img
Capítulo 26 Lilith- Lina img
Capítulo 27 Dany img
Capítulo 28 Viejo amigo- Lina img
Capítulo 29 Verdades a medias- Alex img
Capítulo 30 De vuelta en Estados Unidos- Lina img
Capítulo 31 Más de lo posible- Dany img
Capítulo 32 Christopher- Lina img
Capítulo 33 El escape- Lina img
Capítulo 34 Un amigo es una luz- Lina img
Capítulo 35 Lo que duele la vida- Lina img
Capítulo 36 Someone is like you o Rambo- Lina img
Capítulo 37 Todo tuyo- Lina img
Capítulo 38 ¿Felicidades -Lina img
Capítulo 39 Poseidón y Shiloh- Lina img
Capítulo 40 Completamente mía- Lina img
Capítulo 41 Secuestrada- Alex img
Capítulo 42 Tortura-Lina img
Capítulo 43 Entre Ríos- Alex img
Capítulo 44 Frente a frente- Lina img
Capítulo 45 El rescate- Alex img
Capítulo 46 Dos días- Lina img
Capítulo 47 De vuelta-Lina img
Capítulo 48 Leap year- Lina img
Capítulo 49 ¿Te quieres casar conmigo -Lina img
Capítulo 50 La venganza- Alex img
Capítulo 51 Propiedad de Lina- Alex img
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Capítulo 5 Las puertas de la victoria

Estoy arreglándome en el baño, viendo con aprobación mi ropa; sí, un vestido negro de strapless muy ajustado, que me llega a los muslos, y mis magnificas botas rojas que sobrepasan mis rodillas y que hacen juego con mi abrigo rojo. Sí, definitivamente, está aprobado; al menos ante mis ojos.

-¡Lina, te puedes apurar, siempre eres la última! -me grita Sole desde el otro lado de la habitación.

-Ya estoy, deja de apurarme -entono, acercándome a ella.

Llevaba un vestido verde-mar mostrando un hombro; muy ajustado también, y corto. A ella le quedan muy bien los colores verdes y azules, ya que es pelirroja; también lleva unos zapatos de tacón aguja de color plata y un abrigo verde agua.

-Hoy nos traemos un par de alemanes -enuncia, sonriendo.

-Mejor busco un turista como nosotras -replico, ante la mirada descarada de ella.

-¿Y eso por qué? -pregunta, aunque ya sabe el porqué.

-Porque son todos rubios -le respondo, empujándola a la puerta.

-Como digas. Vámonos.

Llegamos al bar del hotel y las mujeres colombianas ya estaban ahí, nos esperaban junto a la barra, ya habían empezado a beber y ni habían salido del hotel; creo que va a ser una noche larga «y no es que me esté quejando, al contrario», espero que sea una noche bastante larga y bien descontrolada.

-Hola chicas. ¿Están preparadas para bailar? -nos pregunta Tania.

¡¡Por todos los hijos de los dioses griegos!! Esta mujer lleva un vestido blanco casi transparente y la otra, Lisa, lleva un strapless rosa y una minifalda del mismo color. Estas mujeres no temen mostrar.

Al ver cómo están vestidas, miro de reojo a Sole y ella hace lo mismo. Sí, la dos pensamos lo mismo, somos unas condenadas mojigatas al lado de estas mujeres.

-Obvio que sí, siempre estamos listas para bailar -objeta Sole.

-Somos girlscout, siempre listas. -Hago las señas de los scout y ellas ríen.

-Qué bien nos vamos a llevar -declara Tania.

-Es verdad -asiente Lisa-. Vámonos.

Las colombianas ya tenían un auto afuera del hotel esperándonos. Al llegar a la discoteca, diviso que tiene un estilo muy beach, a pesar del frío que hace en este país, pero lo bueno es que aquí la temperatura es bastante alta; hay mucha gente que desprende calor. Buscamos una mesa, pasando por entre la multitud. Unos enormes sillones de cuero color marrón con una mesa en medio, era lo único que podía visualizar por el tumulto de personas en la pista y en ese lugar fue en donde nos sentamos y pedimos nuestros tragos. La pista de baile estaba cubierta de gente bailando música cubana; algunos bailan muy apretados, podría decirse, por no decir que rozan «frotan, mejor dicho» sus cuerpos entre sí. Por lo que puedo destacar, hay personas de diferentes países, incluyendo alemanes; no solo cubanos.

-Este lugar es el mejor que he conocido hasta ahora -nos hace saber Sole, tomándose su trago.

Es muy graciosa, ya que no quiere ir a caminar por ahí.

-Sí, la verdad que si -concuerdo con ella.

-Hola -saluda un chico sexy; hoy pierdo a Sole. Si no me pierdo yo, claro está.

-Hola -contesta ella, sonriendo.

-Me llamo Juaco, él es Javier y este de ahí es Roberto. -Repasa a cada una de nosotras con la mirada y vuelve a hablar-. Es la primera vez que vienen aquí, ¿verdad? -pregunta, observándonos con curiosidad.

-Yo soy Sole, ella Lina, Lisa y Tania; y sí, es nuestra primera vez. Bueno, en realidad, de Lina y mía; ellas ya conocían el lugar -responde, señalando a las colombianas-. Son españoles, ¿cierto? -les pregunta, dándose cuenta de que su particular acento los delataba.

-Así es. ¿Ustedes? -habla el tal Javier.

-Nosotras somos argentinas y ellas colombianas -le contesto.

- ¿Qué están tomando? -indaga Juaco, mirando nuestras bebidas.

-Cualquier cosa que tenga alcohol-responde mi querida amiga pelirroja.

-Bien; entonces, mojitos para las chicas -anuncia, lo suficientemente alto para que todos escuchemos.

-Yo prefiero tequila -demando, levantando la mano como si estuviéramos en la escuela.

-Bien, un tequila para la chica de bonitos ojos -afirma Juaco, guiñándome un ojo.

¿Por qué cuando hay una parte de tu cuerpo que menos te gusta, es la que a todos los demás parece encantarles? Yo creo que las personas se dan cuenta que tal parte de tu cuerpo no te agrada y es esa la que tienen que recalcar, solo para joderte la vida. Pura maldad.

- ¡Vamos a bailar! -grita uno de los chicos, y salieron todos hacia la pista, menos yo.

Como el otro chico «creo que Juaco era su nombre» no venía con el tequila, me levanté para ir a buscarlo por mi propia cuenta. Miro la distancia que tengo hasta la barra y por donde tengo que pasar, y sin haberme movido un ápice ya me da vértigo. Mucha gente que esquivar.

Al pasar por el centro de la pista siento que me agarran de las caderas desde atrás y empiezan a moverme para bailar, pero como no quiero, trato de zafarme del agarre; fue en vano. Me da la vuelta, haciendo que quede de frente a él, un hombre ridículamente ancho; agarrándome más fuerte empieza a hablarme, pero no entiendo lo que dice, ya que es alemán. Quiero soltarme de su agarre de nuevo, pero no me suelta; al contrario, me toma de la parte baja de mi espalda con más fuerza, queriendo rozar su cuerpo con el mío. Entonces, a mí se me sube la sangre a la cabeza; cierro mi mano en un puño, lo estiro hacia atrás para tomar envión y le doy un derechazo en la nariz. Alabadas sean las clases de defensa personal, y mi leal entrenador.

Mierda... Mierda... Me hice mierda la mano; el desgraciado tiene la cara dura.

El hombre se viene hacia mí con la mano en la nariz, diciendo no sé qué, en alemán; seguro nada lindo, porque se ve muy enojado. En eso un brazo encierra mi cintura y me tira hacia atrás, observo que un hombre se pone delante de mí; su espalda era robusta, pero no exagerada, y se veía bastante bien desde el lugar donde yo me encontraba. Supongo que otro alemán, ya que le gritaba en ese idioma al que me había agarrado; entonces, este empezó a retroceder y se fue del lugar, escoltado por uno de seguridad que se había acercado al ver el disturbio. El hombre que me defendió se encuentra dándome la espalda y puedo decir que tiene un buen porte, por supuesto que seguía babeándome con su espalda; repito: se ve muy bien, al menos de atrás y... Inclino un poco la cabeza, para ver mejor su atributo trasero «su culito habla por sí solo». En un segundo se voltea a mirarme y me incorporo rápidamente, para que no se dé cuenta que le estaba mirando el culo; creo que no vio «espero que no me allá visto»; subo la mirada y... ¡¡Por los anillos de los gemelos fantásticos!! Es "ojitos de hotel". Me mira fijamente a los ojos, otra vez estaba haciendo con la mirada eso que me causa calor interno, y sonríe de costado. Creo que se dio cuenta de que le estaba mirando el culo, pero voy a hacer como si eso nunca ocurrió. No sé cuánto pasó exactamente mientras estuvimos mirándonos a los ojos; pero luego, baja la mirada hacia mi mano y, al notar mis nudillos hinchados y rojos, la sonrisa se le borra de la cara. Tensa la mandíbula, me toma del codo con cuidado y nos dirige hacia la barra; fue tan sorpresivo que no me dio tiempo ni a chistar, y creo que tampoco lo haría. Al sentir su mano tibia en mí, me hizo desear que usara la otra también, pero de manera más osada. ¿Qué me pasa? No puedo pensar así de alguien que vi tres veces y ni siquiera crucé palabra, sin olvidar que es un estúpido arrogante, mal aprendido, que no sabe disculparse, y que de seguro debe llevar a su cama una mujer distinta cada noche.

Llegamos a la barra y me sienta en un taburete. ¿Acaso se cree que no sé dónde apoyar el culo? No necesito que me sienten; idiota. Le hace señas al camarero y, por lo que pude entender, le pidió hielo. Hubiera preferido el tequila.

-¿Te duele? -se interesa, señalando con la barbilla mi mano.

Habla español; él muy idiota habla castellano y me tomó por estúpida, haciéndome creer que no lo hacía, haciéndome creer que no entendía. La rabia me está subiendo por la columna.

-¿No era que no hablabas español? -apostillo, frunciendo la boca con enfado.

-Yo nunca dije que no hablaba español -responde, destilando su aroma arrogante.

-Tampoco dijiste lo contrario -espeto.

Él me observa por un instante, elevando una de sus hermosas y masculinas cejas doradas. Basta Lina, es un idiota pedante, no le veas sus partes lindas, no lo elogies.

-Tú supusiste que no lo hacía -señala con supremacía.

-Y tú dejaste que lo supusiera -replico, imitando su tono. Se limita a mostrar su sonrisa de costado.

-Dame tu mano -ordena, en cuanto el camarero le dejó una cubitera con hielo sobre la barra.

-No es necesario, estoy bien -me negué. Me niego rotundamente a que me toque de nuevo.

-No, no estás bien; tienes la mano hinchada y, por lo que puedo ver, sé que te duele también -articula con seguridad, sonriendo divertido, levantando ambos lados de las comisuras de su boca. Por todos los angelitos culones, qué linda sonrisa. Basta, basta. Es un maldito idiota narcisista.

-Gracias, pero no hace falta; no duele tanto, y no esta tan hinchada -sigo negándome, no quiero que me toque. Lloriqueo mentalmente.

-¿Siempre eres así de testaruda? -Ahora cree conocerme-. Dame tu mano y no discutas -exige, estirándose para agarrarla, la cual toma sin permiso.

¿Acaso quiere que lo golpee a él también? Dios bendito, el calor de sus manos otra vez sobre mi piel. ¿Qué te pasa, Lina? Podrías calmarte un poco. Hace un segundo amenazaste en golpearlo. Me doy una patada mental y hablo.

-¿Siempre eres así de mandón? -refuto, devolviéndole su pregunta irónica.

Él se limita a sonreír, mientras apoya el hielo en mis nudillos.

Qué linda sensación, el calor de su mano y el frío del hielo, todo al mismo tiempo en mi piel. Hoy voy a salir muy golpeada mentalmente.

-Tienes una buena derecha -exclama; yo solo lo miro, no tengo que fraternizar con él. Suficiente tengo con aguantar su tacto, que bastante difícil se me está haciendo-. ¿No vas a hablarme? -cuestiona al ver que no le respondo.

-No necesitaba que llegara el caballero de armadura blanca, para que me salvara del hombre malo como si fuera una doncella inocente en problemas -demando. Si quiere que le hable, lo voy a hacer a mi manera.

-Lo sé, lo vi. Pero siempre es bueno que la doncella inocente en peligro vea que su caballero de armadura blanca llega, para salvarla del hombre malo -enfatiza mirándome a los ojos con su media sonrisa.

-¿Por qué dejaste que hablara sola en el hotel, y que pensara que no entendías lo que decía?

-Porque...-Mira un segundo para arriba, como si pensara lo que va a responder, luego baja la mirada y vuelve a clavar sus ojos en los míos-. No sabía qué querías que te dijera, o respondiera -contesta con voz ronca.

-Fingiste que no entendías lo que te hablaba -lo acuso, entrecerrando los ojos.

-Yo no finjo -se defiende, clavando sus pupilas en las mías, y yo quedo sin aliento. Es imposible que un hombre tenga ese poder, y menos sobre mí.

-Me tengo que ir -mascullo, mientras retiro bruscamente mi mano de la de él, ya que hacía rato había dejado de pasarme el hielo y solo la sostenía.

Me levanto para irme, no quiero seguir más tiempo bajo su intensa mirada; me estaba sintiendo sofocada y mi boca estaba secándose cada vez más.

-¿Puedes decirme tu nombre? -pregunta, volviendo a tomar mi mano.

-No -respondo estoica.

Me suelto para empezar a caminar, entonces escucho a mi queridísima amiga y aprieto los dientes.

-¿Lina, dónde estabas? -nunca insulté tanto por dentro a Sole como en este momento; observo a "ojitos de hotel" y estaba sonriéndome, satisfecho por enterarse cuál es mi nombre. ¡Grrr!

-Gracias -le agradece a Sole.

Cuando ella se percata que él estaba ahí, se quedó mirándolo con asombro y la boca abierta.

-Cierra la boca -azuzo, levantándole la mandíbula con una mano.

-De... ¿De nada? -tartamudea, sin entender por qué le agradecía.

-Vamos.

La tomo fuerte del brazo y la insto a caminar hacia nuestra mesa, sin siquiera dedicarle una mirada más al pedante alemán. Regreso con los nudillos dañados, un profundo calor interno, y sin mi tequila. Esta noche no podría ir mejor.

-Ese era el adonis del aeropuerto, ¿verdad? -me interroga con los ojos grandes, al momento que llegamos a la mesa.

-Sí, era él; y te agradecería que en un futuro cercano trates de no decir mi nombre cuando me busques -manifiesto, molesta por lo sucedido. No puedo evitarlo, aunque ni siquiera sé bien por qué me siento tan molesta.

-Y cómo se supone que te llame... ¿Pandereta? -apostilla con gracia.

-Muy chistosa... No me llames, mejor -sentencio.

-El chico sexy a las diez en punto. Está viniendo para acá -murmura, acomodándose nerviosa y divertida en su asiento. Como si supiera la dirección de las diez.

-Que disfrutes la noche, Lina -habla, enfatizando mi nombre con su mirada de suficiencia.

Se da la vuelta y se va; así, sin más. Solo lo hizo para asegurarme que sabe cómo me llamo, estoy segura de eso. Y ya estoy odiando esa sonrisa provoca-dora que se dibujó en ese rostro dorado que tiene; su blanca dentadura, sus ojos. Ya estás divagando de nuevo Lina. Otra patada mental; a este paso, voy a terminar en coma.

-Te tendría que haber hecho caso e ir a Brasil -suelto, con el ceño fruncido.

-Estás loca, me encanta este país; este boliche, el hotel, tus caminatas. -Es una mentirosa.

-No te gusta caminar.

-Bueno, no; pero me puedo acostumbrar... ¿Y sabes lo que más me gusta? -me pregunta sonriendo.

-¿Qué? -no sé para qué le pregunto; sé perfectamente que va a salir con alguna idea estúpida, de las que son típicas de ella.

-Que ese rubio sexy, con carita de ángel y sonrisa maliciosa -vaya, le sacó una radiografía también; parece que lo está promocionando para un comercial de detergente-, te hace alterar las hormonas -dicho esto se empezó a reír como una hiena. Confirmadísimo, salió con sus típicas ideas locas y yo fui su blanco. Vaya amiga que pegué.

Empiezo a abrir los ojos de a poco y con mucho esfuerzo; qué dolor de cabeza, no debería haber tomado esos putos mojitos. Malditos españoles y sus ideas. Necesito una ducha; me levanto, me siento a un lado de la cama y tengo que agarrar mi cabeza por el dolor. ¡Maldita resaca! Voy hacia el baño y me preparo la bañera; cuando está con más de la mitad de agua, me dispongo a desvestirme para entrar. Después de casi media hora, salgo con un mejor semblante y con leve latido en la sien. Una vez que me arreglo, camino hacia el cuarto de Sole; miro hacia adentro y ella sigue desmayada, trato de despertarla, pero no da señales de vida, así que le dejo una nota en su mesita de noche y me voy.

Salgo del hotel en busca de una cafetería, pido un café para llevar y luego me subo a un taxi. Al taxista le tiendo un papel con escritura alemana «la cual escribí con ayuda de mi nuevo amigo, el diccionario de idiomas», con la dirección del lugar que quiero ir; tenía que aprovechar que Sole dormía para poder visitar los lugares a los que quiero conocer, ya que hay mucho por caminar y a ella no le va bien.

Llegué hace unos diez minutos y desde entonces no me moví de aquí, es muy tranquilo y bello el lugar. Me limité a recorrerlo una y otra vez con la mirada, sin perder ningún detalle. Sé que seguramente parezco una psicópata o maníaca, por mi estado de inmovilidad en el sitio, pero me da tanta tranquilidad y paz que no quiero moverme; al menos, no por ahora. Necesito aclarar mi cabeza, y este lugar está haciendo un buen trabajo en ello. Anoche fue un poco raro todo y quiero «necesito» calmar todo el loquero que se produjo en mi cuerpo ante el toque de ese hombre. Vaya, no quería pensar en él; solo me voy a limitar en no pensar en nada. Eso es fácil; al menos, Sole dice que lo es.

-Siegestor -escucho una voz masculina que habla aproximándose a mi lado.

Miro por el rabillo del ojo y no me lo puedo creer «lamadrequeloparió, diría una de mis escritoras favoritas. Sí, así: todo junto». "Ojitos de hotel". ¿Es un maldito acosador nato, o está estudiando para serlo?

-Las puertas de la victoria, ya lo sé -articulo, con los ojos puestos en el monumento.

-¿Y qué más sabe? -quiere saber, también con la vista en las puertas.

Me está probando, lo sé. Lo que no sé, es: ¿qué carajos quiere de mí?

-Supongo que tú me vas a contar la historia, ¿no? -Ni caso tiene pelear, aunque venga solo para joderme el día y acabar con mi tranquilidad.

-¿Sabes? Hace mucho que no escuchaba ese acento -dice de manera pensativa, dirigiendo la mirada hacia mí.

Puedo sentir sus ojos, así que decido mirarlo. Lo hago; por unos segundos nos miramos fijamente, y otra vez siento ese calor pasear por mi columna vertebral. Una mala idea fue hacerlo.

-¿Y bien? -lo insto, para salir de sus hipnóticos ojos.

Él vuelve a mirar las puertas y yo espero a que me cuente la historia, porque había oído hablar algo respecto a ellas, pero no conocía muy bien los detalles. Me mira de reojo y asiente.

-Ok -se coloca las manos en los bolsillos y comienza a relatar-. Las puertas fueron construidas para conmemorar una guerra por parte de los Bávaros; el paso de los años y la destrucción que sufrió Alemania, generó su destrucción. Sin embargo, tras su reconstrucción, se convirtió en emblema de la paz dentro de esta ciudad -yo lo miro embelesada mientras habla, su forma de hacerlo lo muestra como un hombre demasiado inteligente-. Erigido entre 1843 y 1852 por el arquitecto Friedrich von Garther, bajo las órdenes del entonces Rey I, la construcción se basa en el conocido Arco de Constantino, ubicado en la ciudad de Roma. En esta oportunidad, el monumento construido rinde un homenaje al ejército bávaro que derrotó a Napoleón; para ello se realizaron detalles de este episodio en partes de la puerta -habla conforme me señala los detalles, los cuales eran muy meticulosos-. Entre ellos, bajorrelieves de batallas y escenas inmortales de dicho episodio de la historia -señala hacia arriba del arco; miro en esa dirección y luego me pregunta-: ¿Ves esa estatua? -Me observa y yo asiento en silencio, y continúa con la historia-. Es Baviera sobre un carro tirado por leones; tras la segunda Guerra Mundial y su destrucción, fue reconstruida agregándosele la inscripción «DEM GEWEIHT SIEG, VOM KRIEG ZATORT, ZUM FRIEDEN MAHNEND» -concluye y se gira a mirarme; tendrían que prohibirle que mirase así. A mí me cuesta un poco encontrar las palabras.

-¿Qué significa? -pregunto, obligando a las palabras salir de mi boca.

Observándome fijamente a los ojos, articula: "Dedicado a la victoria; destruido por la guerra, símbolo de la paz", traduce.

-Es como una prueba petrificada de la persistencia -manifiesto, sin dejar de mirarlo. No iba a correr la mirada, él iba a tener que hacerlo. Claro, como si pudieras mover un centímetro tus ojos de los de él, Lina.

-¿Por qué piensa eso?

No deja de observarme y el único maldito problema es que sus ojos me están debilitando épicamente.

-Porque fue construida, destruida y reconstruida; a pesar de los trágicos hechos que acontecieron sobre el monumento, al reconstruirla la hicieron más fuerte, y no me refiero al material, sino a su significado...Y aquí está, no volvieron a destruirla.

-Buen punto, me gusta tu observación -asiente, y se da la vuelta hacia el monumento.

Gracias a Dios que se giró, no sabía cuánto iba a durar con esta pequeña guerra.

-No me dijiste tu nombre -me encontré diciendo de repente.

-Tú tampoco me has dicho el tuyo -me esquiva con mucho estilo, y con una total serenidad.

Parece que le gustan los jueguitos.

-Pero ya lo sabes -replico, tratando de no sonar molesta y esperando a que no se diera cuenta que lo estaba; no tanto con él, sino conmigo misma, por haber dado el pie para una conversación, o querer saber su nombre, cuando minutos atrás me estaba reprendiendo mentalmente por cómo reaccionan mis sentidos ante su presencia.

-Pero no por ti -retruca.

Lo miro y veo que tiene su comisura un poco elevada, y me doy cuenta que está frunciendo un poco la boca. Genial, el muy idiota se está aguantando para no reírse. Estoy a punto de darle la mano, ya que tiene razón; hasta a mí me dan ganas de reírme de lo tonta que soy.

-Como sea. -Me encojo de hombros y me doy la vuelta para irme, no quiero arruinar la tranquilidad y la paz del momento por una pelea absurda que no va a llegar a ningún lado.

-Alex -dice de repente, detengo mi marcha y me giro hacia él-. Alex Betanckurt es mi nombre -me aclara. Yo solo me quedo mirándolo como una estúpida, y seguro que tengo la boca abierta. En ese momento se voltea a mirarme directamente a los ojos-. ¿Tú cómo te llamas? -pregunta con voz suave, y podría decir que hasta seductora.

-Lina Rinaldi.

Sí, ya sé: ya sabe más de lo que debería. No lo pude evitar; o quizá, inconsciente-mente no quise evitarlo.

-Hermoso nombre -exclama, mientras asiente con la cabeza sin desviar la vista de mí.

-Creo... -No empieces a tartamudear, Lina Rinaldi-. Creo que va a ser mejor que me vaya, antes que mi amiga se despierte -indico, señalando hacia atrás de mi espalda.

Tengo que irme, antes que siga escrutándome y me ponga nerviosa; más de lo que ya estoy.

Cuando me estoy dando vuelta para marcharme, lo escucho que habla de nuevo.

-¿Nos volveremos a ver?

¿Acaso él no se pone nervioso? No, estúpida-Lina; solo tú te pones nerviosa. Él está de lo más tranquilo.

-Seguramente, ya que parece que siempre sabes dónde encontrarme -dicho esto, di la vuelta y me fui, sin darle lugar a que pueda acotar ni una palabra más.

Pensaba ir a ver más lugares, pero creo que será mejor volver al hotel para calmar mi exaltación «por no decir excitación», llamar a mi hija y a mí madre, y a Lucas para ver como están, llamar a Gaby solo para molestarlo, y ver cómo sigue Sole. Seguramente continua dormida, debe tener una resaca importante, y no le pienso hablar de "ojitos de hotel" Bueno, mejor dicho, de Alex Betanckurt. Te está gustando, ¿no, Lina? De a poco estás cayendo. No le des importancia, que no te quedas por mucho tiempo; así que a comportarse. Estás en Múnich, lo tienes que disfrutar, y no pensar, ni mucho menos andar con hombres; no viniste aquí a buscar tipos, y ni hablar de los pedantes como él, aunque tenga una sonrisa seductora que haría a cualquier mujer mojar su tanga. Siempre termino adulándolo, menos mal que no puede leer la mente, sino, su arrogancia se le escaparía hasta el cinturón de Orión. Voy a llegar al hotel, darme una larga ducha con buena música, a ver si eso funciona para sacármelo de la cabeza. Al menos por un rato.

                         

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