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-Ve y descansa Ethan. Yo me quedo con mi hija -insistió la mujer.
A pesar de no estar seguro de si debía hacerlo, lo cierto es que sí se sentía agotado, mas por el factor emocional que por el cansancio físico.
-Está bien, Alicia. Iré a casa, pero por favor no deje de informarme sobre cualquier cosa que suceda con Jane y con Oliver. ¿Entendió?
La mujer asintió y se levantó del sofá. Ethan salió de la habitación mientras Alicia lo acompañaba hasta la entrada y luego cerraba la puerta.
Ethan fue hasta el ascensor, había una fila de unas diez personas aguardando para entrar al elevador. Decidió ir por las escaleras. Al llegar a la salida del hospital, alcanzó a ver a la chica guareciéndose debajo del toldo que sobresalía del pequeño cafetín. Se colocó la capucha de su chaqueta y se dirigió hacia la acera donde estaba estacionado su coche.
De pronto, como movido por un impulso incontenible, Ethan se encaminó hacia ella. La lluvia caía con fuerza, marcando su andar con pequeñas explosiones en los charcos. Jazmín alzó el rostro al escuchar los pasos acercándose, y sus ojos se encontraron con los de él. Las gotas resbalaban por su frente y se mezclaban con las lágrimas que no había querido dejar caer. Ethan se detuvo justo frente a ella.
-¿Necesita ayuda? -preguntó él con voz ronca, la lluvia se deslizaba sobre la capucha de su chaqueta impermeable.
-No, gracias -respondió ella al instante, abrazándose a sí misma mientras tiritaba de frío.
Ethan la observó unos segundos más, esperando que tal vez cambiara de opinión. Mas, Jazmín alzó el mentón con obstinación, decidida a no ceder. Podía estar helada, pero no pensaba parecer débil.
-Bien, como guste -dijo él, girando hacia su coche.
-¡Qué tonta eres, Jazmín! ¿Y ahora qué piensas hacer? -se recriminó en voz baja, mientras titiritaba de frío.
Las luces del auto se encendieron de golpe, iluminándola como un faro en medio de la lluvia. Ethan se sentó al volante, negó con la cabeza y encendió el motor.
Jazmín dio un paso hacia atrás, como si el resplandor la hubiera despertado de golpe. Sus labios temblaron, no sólo por el frío, sino por la batalla interna que se removía en su interior. Levantó la mano tímidamente mientras gritaba:
-¡Aguarde, por favor!
Ethan la vio desde el retrovisor y frenó. Ella corrió hasta el auto, salpicando agua tras cada pisada, su corazón latía con rapidez mientras su orgullo se deshacía momentáneamente.
Él le abrió desde adentro y ella colocó su bolso –lo único que permanecía seco– para luego sentarse sobre éste y no mojar el asiento.
-No se preocupe, -dijo él- son de cuero.
Jazmín se sintió como una ignorante en ese instante ante la respuesta arrogante del hombre. Incluso frunció el ceño y su mano se movió hacia la manilla con intenciones de abrir la puerta y descender del auto.
Ethan aceleró el motor del coche y ella quedó paralizada.
-Dígame hacia dónde se dirige o dónde puedo dejarla -cuestionó él.
-Puede ser en el subterráneo -respondió ella.- Y gracias -agregó luego.
Él asintió y condujo rumbo al subterráneo. El silencio entre ellos era tenso. De repente, ambos hablaron al mismo tiempo. Mientras él preguntaba por la persona que ella tenía internada en él hospital, ella le agradecía por el café.
-Disculpe por interrumpirlo -dijo ella algo apenada.
-No se preocupe -Ethan guardó silencio.
-Es mi abuela -respondió en voz baja.- Tuvo un ACV bastante fuerte. -explicó.
-Lo siento -dijo él- En cuanto al café, sólo hice lo que debía hacer, tuve una cuota de responsabilidad en lo que ocurrió en el cafetín.
-Felicidades por su bebé.
Ethan volvió el rostro, entrecerrando los ojos.
¿Cómo sabía lo de su hijo?
-Gracias -respondió entonces con cierta distancia.
-Vi cuando la enfermera lo sacaba de la habitación -Jazmín intentó aclarar su comportamiento, pero eso provocó mayor irritabilidad en él.
-¿Está bien aquí? -dijo deteniendo el coche en la entrada hacia el subterráneo.
-Sí, gracias. -murmuró y bajó del coche.
Ethan puso en marcha el automóvil y condujo hasta su mansión. Pronto, las palabras de Alicia comenzaron a repetirse en su cabeza: "Jake. Es mi hijo menor", "Jane es algo reservada", "le incómoda hablar de Jake", "Dale un poco de tiempo, por favor".
La desconfianza y las dudas se apoderaron de él. Aquello no tenía sentido alguno. Ella simplemente no quiso contarle, prefirió ocultarle sobre la existencia de su hermano Jake y sobre su enfermedad.
Algunas piezas de aquel rompecabezas comenzaron a encajar. Llevaban un año de matrimonio y nunca quiso reunirse que su familia estuviese presente en las reuniones familiares. El día de la boda, llegó minutos antes de que el juez diese inicio a la ceremonia.
Siempre había una excusa al momento de que Alicia tuviese que estar presente o cuando llegaba retrasada. Ahora comprendía claramente las razones. Si Jane no había aceptado hacerse la prueba de translucencia nucal, era porque quizás sospechaba que su hijo podía venir con alguna anomalía. Respiró hondo para aquietar su mente y el enojo.
En tanto, Jazmín caminó hasta la estación del metro. Se sentó a esperar mientras su estómago le rugía como un león y el frío la hacía estremecer. Finalmente pudo abordar el transporte subterráneo.
Minutos más tarde, llegó a la pensión. Se desvistió y se metió al baño para ducharse. Mientras sentía el agua tibia recorriendo su piel recordó la tibieza proveniente de las manos de aquel hombre sosteniéndola de ambos brazos y su piel se erizó por completo.
"No deberías estar pensando en ese hombre" su fuero interior espetó.
-Lo sé -murmuró ella.- Es casado y tiene una linda familia. -Se dijo a sí misma.
Sin embargo, no podía ocultar lo que comenzaba a sentir por aquel extraño. Terminó de ducharse, tomó la toalla y salió del baño. Tomó el camisón de algodón y se lo colocó. Pronto se quedó dormida. Esa noche despertó varias veces sobresaltada.
-¡Abuela! -Se incorporó en la cama y la buscó a su lado. La cama estaba vacía, recordó que estaba en el hospital y volvió a acostarse.
Aquella mala noche, la hizo despertarse algo tarde. Cuando abrió los ojos, sintió el resplandor del sol entrando por la ventana. Se sentó en la cama, estiró los brazos y bostezó. Luego se incorporó, tomando su móvil. Vio la hora en su reloj.
-¿Qué? -gritó horrorizada. La hora de visita casi se le había pasado, debía darse prisa si deseaba ver a su abuela, al menos unos minutos.
Se levantó de la cama de un sólo impulso y cinco minutos más tarde, estaba lista para ir al hospital. Tomó el bolso y salió de la pensión rumbo al subterráneo.
Esa mañana, a diferencia del día anterior, las cosas parecían estar atascadas para ella. Despertó encima de la hora de visitas, el transporte tuvo un retraso, algo poco común considerando la programación de los horarios. Y cuando finalmente llegó al hospital y fue hasta la habitación de su abuela... al abrir la puerta, no la encontró.
Un terrible presentimiento se apoderó de ella...