ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.
img img ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO. img Capítulo 3 Domingo
3
Capítulo 6 Mi mejor img
Capítulo 7 ¿Seran celos img
Capítulo 8 Tentación img
Capítulo 9 Promesa img
Capítulo 10 Juliana img
Capítulo 11 Tanta calma asusta img
Capítulo 12 No me arrepiento img
Capítulo 13 Conociéndole un poco img
Capítulo 14 Quería más img
Capítulo 15 Esos eran mis planes img
Capítulo 16 Todo se desmorona img
Capítulo 17 Lo quiero todo img
Capítulo 18 Un mal presentimiento img
Capítulo 19 Morí img
Capítulo 20 Maldita suerte img
Capítulo 21 Lo disfrute img
Capítulo 22 Por qué img
Capítulo 23 Por qué img
Capítulo 24 El libro se cerró img
Capítulo 25 Narrador img
Capítulo 26 No queda nada img
Capítulo 27 Creí que era mejor odiarlo img
Capítulo 28 Todo es tan difícil img
Capítulo 29 Duele img
Capítulo 30 El amor no es suficiente img
Capítulo 31 No soy como tú img
Capítulo 32 Soltar duele img
Capítulo 33 Es lo mejor img
Capítulo 34 Por qué img
Capítulo 35 Quería caer img
Capítulo 36 Una más img
Capítulo 37 Es hora de soltar img
Capítulo 38 Unos amigos que se aman img
Capítulo 39 El último adiós img
Capítulo 40 Final img
Capítulo 41 Epílogo img
Capítulo 42 Extra img
img
  /  1
img

Capítulo 3 Domingo

ME ENAMORÉ DE UN AMOR QUE NO ERA MÍO.

CAPÍTULO 2.

Domingo.

Ese día me desperté muy nerviosa, casi ni pude dormir de la ansiedad, tenía una revolución en mi interior. Madrugamos, había quedado con él a las 10:00 am frente a la iglesia. Lo primero que hice al llegar al pueblo fue ir a la peluquería. Luego acompañé a mamá al supermercado. En ese momento sonó el celular: un mensaje de texto.

Hola Ana, acabo de llegar al pueblo, muero por conocerte.

Sentí que el corazón se me iba a salir, las piernas empezaron a temblarme, un escalofrío me recorrió la columna. Mamá me acompañó al lugar de la cita, solo que ella se quedó justo al frente en una cafetería. Miré a mi alrededor; había mucha gente. Intenté inhalar y exhalar para calmarme, pero no me funcionaba, sentí un hueco en el estómago. Mi teléfono volvió a sonar.

¿Ya llegaste al lugar?

Miré a mi alrededor había varios tipos con camisa negra hablando por teléfono, unos muy mayores no tenían que ver con la descripción. Me puse más nerviosa de lo que ya estaba.

Sí... ¿Tú dónde estás?

Estoy mirándote, eres hermosa, tu descripción se quedó corta.

Miré a mi alrededor, pero lo único que veía eran tipos que nada tenían que ver. Justo frente a mí había un tipo que me doblaba la edad, tenía el celular en la mano y sonreía, llevaba puesta una camiseta negra. Pensé en salir corriendo, empezaba a desilusionarme. Sonó otra vez mi celular, pero esa vez era una llamada.

-¿Nerviosa?

Fue lo primero que escuché al responder.

-Un poco. ¿Dónde estás? Yo aún no te veo.

Soltó una risita.

-Incluso nerviosa te ves hermosa. Ese color rosa combina perfecto con el rojo de tus mejillas.

Miré detenidamente a mi alrededor, vi al tipo ese que sonreía mientras hablaba por teléfono. Giré sobre mi propio eje dispuesta a irme, pero entonces escuché una voz detrás de mí. Pasé saliva, el corazón casi se me sale por la boca. Empecé a girar muy despacio levanté la mirada y lo vi. Me quedé sin palabras. Él colgó el teléfono y extendió su mano hacia mí.

-Mucho gusto Mauro.

Sonreí, sentí el calor de mis mejillas, me estaba quemando. Tomé su mano, otro escalofrío me recorrió erizando los vellos de mi piel.

-Mucho gusto, Ana.

Se acercó y dejó un beso en mi mejilla. No podía dejar de mirarlo. La descripción que me había dado no le hacía honor, era guapísimo. Sus ojos café oscuro, su cabello negro con un estilo desordenado que lo hacía ver mucho más atractivo y esa hermosa sonrisa.

-Eres hermosa -me escaneó de pies a cabezas.

-Tú también eres muy guapo. Estaba muy nerviosa... bueno aún lo estoy. Me tiemblan las manos.

-¿Imaginaste que era un anciano o algo así? -inquirió con curiosidad.

Solté una risita y asentí.

-Que lindos ojos tienes, me gusta mucho ese color miel.

Me puse roja, porque sentí el calor por mi rostro. Desvié la mirada y me encontré con la mirada de mi madre que nos estaba observando. Era la señal que debía presentarlo. Lo miré.

-Mauro, mi madre está esperando, quiere conocerte.

Soltó una risita nerviosa. Me tomó de la mano, acto que me sorprendió mucho. El corazón se me aceleró.

-Bien, vamos a conocer a la futura suegra.

Abrí los ojos y lo regañé.

-Cállate.

Nos acercamos hasta el lugar donde esperaba mi madre. Él se presentó como todo un caballero, a pesar de ser tan joven se expresaba como alguien mayor, demasiado maduro para su edad. Empezó a platicar con mamá, yo lo miraba con curiosidad, pues se desenvolvió muy bien. Mi madre estaba encantada, parecía sorprendida. Luego nos invitó a almorzar, mi madre dijo que no era necesario, pero él insistió.

Aparte de guapo, caballeroso, responsable, qué más podía pedir; pensé.

-Mauro, muchas gracias por todo, no tenías que molestarte. Tengo que hacer unas cosas, creo que mi hija queda en buenas manos -comentó mamá.

-Doña Rita, fue con mucho gusto. Por supuesto, prometo cuidarla muy bien.

Llegamos hasta el parque, mi madre me hizo una señal para que me acercara a ella. Nos alejamos un poco de Mauro, susurró para las dos.

-Ana confiaré en ti, ojo con las cosas mal hechas. Nos vemos a las tres en el carro. Tengo cosas que hacer.

-Tranquila mamá, yo sé comportarme. Gracias, ahí estaré puntual.

Regresé con Mauro.

-¿Pasó algo? -preguntó Mauro.

-Nada. Mamá quedó encantada contigo -solté una risita.

-Mmm, ¿solo tu mamá? Que lástima.

Volví a sonreír. Bajé la mirada.

-Obviamente yo también.

-¿Sí soy como me imaginaste? -preguntó.

Las mejillas me ardían, podía jurar que me puse roja.

-Mucho mejor.

-No más que tú, eres tan hermosa, tienes carita de ángel.

-Muchas gracias.

Caminamos por el parque, platicamos de todo un poco, su compañía era muy agradable, me reí mucho. Por alguna extraña razón cuando estaba más cerca de lo normal o cuando tomaba mi mano sentía escalofríos. Entonces me pregunté; ¿será amor a primera vista?

Como lo bueno no dura, se acercaba la hora de despedirnos. Él me acompañó hasta el paradero de carros. Caminamos tomados de la mano, en el trayecto nos topamos con varias vecinas de la vereda, me miraban con curiosidad.

-Que puntual - comentó mamá con una sonrisa.

-Tal como lo prometí, sana y salva -Mauro hizo una pequeña reverencia con la cabeza.

-Eso me gusta muchacho. Espero que pronto nos visites.

-Para mí será un placer -respondió Mauro.

Mi madre se despidió. Luego llegó mi turno. Sin darme tiempo de nada Mauro me rodeó con sus brazos y dejó un beso corto en mi mejilla. Ese roce me provocó escalofríos.

-Hermosa, fue un placer conocerte. Espero que se repita.

-Espero lo mismo -sonreí.

Regresamos a mi casa, ese día sonreí más de lo normal, estaba feliz. Fue un día maravilloso. Mamá me comentó que Mauro le había caído muy bien, pero que no apresurara las cosas, que dejara que el tiempo decidiera. Que podíamos empezar a conocernos como amigos y luego si se daban las cosas era porque tenía que ser así. Que no me ilusionara hasta no estar segura de ser correspondida para no salir lastimada.

La escuché atentamente mientras pensé; creo que ya es tarde para eso, ya me ilusioné. En ese momento sonó mi celular, un mensaje.

Gracias por este día tan maravilloso. Fue lindo conocerte, quedé más encantado con tu hermosa sonrisa. Ojalá se repita muchas más veces, para ver esa carita de ángel.

Sonreí como tonta mientras leía el mensaje, no pude evitarlo. De verdad que yo quería que creciera algo más que una amistad. Una hora después de llegar a casa llegó Juliana, empezó con el interrogatorio; ¿Cómo te fue? ¿Cómo es? Yo con una sonrisa lo dije todo, pero para ella no era suficiente, quería detalles. Así que le conté todo lo que pasó. Empezó a saltar como una niña emocionada.

-Me da tanto gusto por ti, ya muero de curiosidad por conocer a tu enamorado.

-Que curiosa eres -sonreí -. Hay que tomar las cosas con calma, solo somos amigos.

-¿No se dieron ni un beso? -Inquirió con curiosidad.

-¡No! -puse los ojos en blanco-. ¿Quién crees que soy?

Ella soltó una carcajada.

-Una tontita que no sabe lo que se pierde.

Negué, mientras ella seguía molestándome. Esa noche soñé con él, para mí todo era nuevo, las sensaciones, los sentimientos, pero estaba feliz. Esa primera ilusión siempre es hermosa.

...

Seguí con la rutina, trabajaba en el campo y los fines de semana para el colegio. Por supuesto hablaba casi todo el día con él. Sus mensajes cada vez eran más lindos:

Quisiera ser una lágrima tuya para nacer es esos hermosos ojos, recorrer tus mejillas y morir en tus dulces labios, rojos como las fresas, que solo provocan besarlos.

Sentía las mejillas arder. Había algo que no podía negar y me asustaba mucho; me estaba enamorando de él. Ese sábado estaba en clases de matemáticas, yo estudiaba hasta las cinco de la tarde. Cuando salí del colegio pasé por el parque y me senté por un momento en el atrio de la iglesia. En ese momento me llegó un mensaje, con sólo ver la notificación el corazón se me aceleró.

Hola bebé, ¿qué tal tu día?

Bien, acabo de salir. Matemática es la peor materia para mí, que día tan largo. ¿Y tú qué tal?

Pensando en unos ojos hermosos y una cara angelical.

Solté una risita.

Que afortunada.

Te confieso algo, muero por un beso de esos labios, muero por verte Ana.

Se me detuvo el corazón o se me enloqueció, ni siquiera sabía lo que sentía, por poco se me sale del pecho.

Yo igual... ojalá podamos vernos pronto.

Dime, ¿te quedarás en casa de la señora que me dijiste, o te irás para la vereda?

Me quedaré aquí, ya es tarde y no encuentro transporte. Mañana en la mañana regreso a casa.

Es lo mejor. Mucho juicio princesa hermosa.

Como siempre, de hecho ya me iré, luego no salgo.

Estaba tan concentrada que no me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, hasta que unas manos cálidas cubrieron mis ojos. Me sobresalté, mi corazón comenzó a latir con fuerza, como si ya supiera quién estaba detrás. Reaccioné lentamente y cuando mis ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, lo vi.

Era él. Mauro estaba frente a mí, tan guapo. Una mezcla de sorpresa y emoción se apoderó de mí y como un impulso, sin pensarlo, lo abracé con fuerza. Él me rodeó con sus brazos y me susurró al oído con esa voz que tanto me gustaba:

-Sorpresa.

Me separé un poco para mirarlo, todavía sin creerlo.

-No puedo creerlo -murmuré, casi sin aliento.

Sus ojos se encontraron con los míos, profundos y llenos de algo que hacía que mi corazón quisiera explotar.

-¿Te gustó? -preguntó con una sonrisa que parecía iluminar el mundo entero.

-¡Me encantó! -respondí sin dudar. Luego, casi con una risa nerviosa, añadí-: Pero, ¿qué haces aquí? ¿Por qué no me avisaste? ¡No puedo creerlo!

Mauro no dijo nada. Solo se acercó un poco más y dejó un beso suave en mi mejilla. Mi piel ardió bajo su contacto y en ese momento, no existía nada más que él. Yo ya estaba más que perdida, mi corazón estaba más que involucrado, cada partícula.

-Moría por verte y quise darte la sorpresa.

Me contó que ahí vivía un amigo de él; era su mejor amigo, así que se iba a quedar en su casa. Ni siquiera le pregunté quién era su amigo, ni cómo se llamaba, yo estaba feliz de verlo. El corazón me seguía latiendo como loco y las manos no dejaban de temblarme, todo eso me lo provocaba él. Me tomó la mano.

-¿Crees que hay algún problema si te demoras en llegar a casa de Maria?

-Ninguno -sonreí con curiosidad-. ¿Por qué?

-Quiero invitarte a un helado y pasar contigo un momento aquí en el parque.

Yo estaba encantada. Habíamos ido por un helado y luego nos sentamos en una banca. Mauro no dejaba de mirarme, cada vez que llevaba el helado a mis labios, sentía su mirada, mi rostro se encendía al instante. Él sonreía divertido con mi nerviosismo.

De repente extendió su mano y apartó un mechón rebelde de mi cabello, colocándolo con delicadeza detrás de mi oreja. Su rostro se acercó peligrosamente al mío, por un segundo sentí que el mundo se detenía. Dejé de respirar, el corazón empezó a latirme con fuerza.

-Ana -murmuró con una voz baja, casi un susurro-, eres tan hermosa. Pareces un ángel... y eres increíblemente dulce.

Desvié la mirada, tratando de disimular la revolución de emociones que me invadía, una sonrisa nerviosa se dibujó en mi rostro.

-Gracias -respondí en voz baja-. Te encanta hacerme ruborizar, ¿verdad?

Él soltó una leve risa y negó con la cabeza, pero sus ojos seguían fijos en mí.

-Es que el rojo de tus mejillas me encanta. Combina perfectamente con el fuego que tienen tus labios.

Sentí que el aire se volvía más pesado entre nosotros. Con una sonrisa traviesa extendió su mano acercando su helado a mis labios.

-Prueba.

Le di un pequeño mordisco, consciente de su mirada intensa que no se apartaba de mí ni un segundo. Él se relamió los labios lentamente, como si disfrutara del momento tanto como yo. Por un instante, el helado dejó de importar. Solo éramos él y yo, compartiendo algo tan simple, pero que para mí era absolutamente mágico.

Acarició mi rostro con una suavidad que me dejó sin aliento, su tacto envió un escalofrío por todo mi cuerpo, como una pequeña descarga que encendía cada rincón de mi ser. Su mirada se clavó en la mía, fija, profunda, como si pudiera ver más allá de lo que yo misma conocía. Poco a poco, empezó a acercarse. Todo a mi alrededor se desvaneció, dejando solo el sonido acelerado de mi corazón y el leve roce de su respiración.

No podía creerlo: sería mi primer beso. Estaba tan nerviosa, insegura, preguntándome si lo haría bien, pero más que eso, emocionada. Me dejé llevar por el momento, dispuesta a entregarme a esa sensación que nunca antes había experimentado.

Justo cuando sus labios estaban a un suspiro de los míos, cuando todo parecía detenerse, alguien nos interrumpió de golpe. La magia del momento se rompió dejándome con el corazón desbocado y la sensación de que algo hermoso había quedado inconcluso.

-¡Eh, pillada!

Di un pequeño salto.

-Que susto me diste.

Carlos estudiaba conmigo, cursabamos el mismo año. El mundo era un pañuelo. Luego ambos se miraron con curiosidad. Carlos lo saludó.

-Mauro, que milagro verte por aquí.

-Para que veas, vine a saludar -respondió Mauro.

Los miré con un gesto de confusión.

-¿Ustedes se conocen? -pregunté.

-Sí, él es el amigo que te mencioné -respondió Mauro.

-Nos conocemos desde niños, pero hacía mucho que no nos veíamos -agregó Carlos.

-Que casualidad, nosotros estudiamos juntos -comenté.

Carlos nos miró con curiosidad.

-¿Ustedes cómo se conocen? -inquirió.

Cuando estaba por responder Mauro se adelantó, pasó su mano tras mi cintura.

-Ella es mi novia.

Lo miré confundida, pero no lo desmentí.

-¿Cómo, eres novio de la carita de muñeca?

Mauro elevó una ceja en un gesto de curiosidad.

-¿Quién?

-No le hagas caso -comenté.

Carlos sonrió.

-Ana no te contó que en el colegio le decimos carita de muñeca.

Mauro me miró, sentí que mis mejillas ardían más de lo normal.

-¿En serio? Pues le queda perfecto ese apodo, ella es hermosa.

Carlos hizo una mueca exagerada.

-¡Ay que tórtolos! Mejor me voy, me empalago con tanto dulce. Nos vemos en la casa.

Negó sonriendo y se fue. Miré a Mauro. Las palabras salieron antes de que pudiera pensar.

-¿Por qué le dijiste que soy tu novia?

Él sonrió.

-A los curiosos hay que darles de qué hablar.

Solté una risita. Yo sabía lo hablador que era Carlos, estaba segura que se iba a encargar de regar el rumor por el colegio. Mauro tomó mi mano, me miró fijamente, se quedó muy serio.

-Además no dije nada que no sea real.

Abrí los ojos.

»Pronto serás mi novia. Ana, tú me gustas mucho, demasiado. Sé que dije que solo quería una amistad, pero contigo quiero algo más.

Me quedé mirándolo como congelada. Lo único que se me ocurrió responder fue.

-¿Estás hablando en serio? ¿O estás jugando conmigo?

Acarició mis manos.

-Claro que no hermosa. Yo contigo quiero algo formal. Sé que es muy poco tiempo, pero lo supe desde la primera vez que te vi a los ojos, sentí algo que no puedo explicar con palabras.

Aspiré muy despacio. Susurré.

-Te entiendo...yo siento lo mismo.

Bajé la mirada tratando de calmar las emociones que me invadían. Pero él tomó mi mentón entre sus dedos, su toque era tan suave que me estremecí. Me obligó a que lo mirara y cuando mis ojos se encontraron con los suyos, sentí como si el mundo entero se hubiera desvanecido.

Su rostro estaba tan cerca del mío que podía distinguir cada pequeño detalle: la curva de sus labios, el brillo de sus ojos, el ligero sonrojo que coloreaba sus mejillas. Su aliento cálido rozó mi piel. Mi corazón latía tan fuerte que juraba que él podía escucharlo.

-¿Puedo darte un beso? -susurró.

La pregunta resonó en el aire, haciendo que cada nervio de mi cuerpo despertara. No podía hablar, el nudo en mi garganta me lo impedía, pero sabía que mi respuesta estaba en mis ojos. Incapaz de pronunciar palabra, asentí lentamente, estaba nerviosa y emocionada, mis manos empezaron a temblar.

Él sonrió como si mi reacción confirmara algo que ya sabía. Lentamente, casi parecía una tortura se inclinó hacia mí. Su mano permaneció en mi mentón mientras la otra rozaba mi mejilla acariciándola con la yema de sus dedos.

Cuando sus labios tocaron los míos, fue como si el mundo dejara de girar. Fue un roce suave, pero suficiente para encender cada fibra de mi ser. Cerré los ojos instintivamente, dejándome llevar por la calidez y la dulzura del momento.

El beso fue delicado, al principio tímido, como si ambos estuviéramos descubriendo algo nuevo, algo que nos unía de una forma que no podía explicarse con palabras. Sus labios se movieron lentamente sobre los míos, probando, explorando, sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo. Un millón de mariposas empezaron a revolotear en mi estómago.

Mis manos, que hasta ese momento estaban quietas, se levantaron casi sin darme cuenta. Toqué sus brazos, buscando algo a lo que aferrarme mientras mis emociones me envolvían. Él respondió acercándose más, sus dedos se deslizaron detrás de mi cuello sosteniéndome como si yo fuera algo frágil y valioso.

Había algo tan puro, tan sincero en ese beso, que por un instante me olvidé del mundo, de mis inseguridades, del miedo. Solo existíamos él y yo, conectados de una manera que jamás había imaginado.

Cuando finalmente se separó apenas unos milímetros, nuestros alientos se mezclaron mientras sus ojos se clavaban en los míos.

-Eres increíble -susurró con una sonrisa, acariciando mi mejilla una vez más.

Mi pecho subía y bajaba rápidamente, todavía asimilando lo que acababa de pasar. Lo miré y no pude evitar sonreír. Había sido perfecto. Mi primer beso fue mejor de lo que un día imaginé.

No podía verme, pero por el calor que ardía en mis mejillas, sabía que debía estar tan roja como un tomate. Él lo notó y sonrió, esa sonrisa suya tan genuina y cálida. Me sentí torpe, nerviosa, empecé a jugar con mis dedos buscando algo que me ayudara a calmarme.

-Es que... -susurré, evitando su mirada- fue mi primer beso.

Su expresión cambió, sus cejas se levantaron con sorpresa y un destello de ternura iluminó sus ojos.

-¿En serio?

Me sentí vulnerable. Me levanté y empecé a caminar para calmar mis nervios. Él me siguió.

-Sí -dije, sin detenerme, mientras mis pensamientos corrían a la misma velocidad que mi corazón-. Te dije que soy muy diferente a las demás chicas de mi edad.

Me detuve y lo enfrenté con los brazos cruzados, tratando de reunir la valentía necesaria para continuar.

-Tal vez te parezca aburrida, o mojigata, pero esa es mi forma de ser. No me beso con cualquiera por diversión, mucho menos cruzo límites sólo porque las demás lo hacen. Casi no salgo de casa, ni siquiera voy a fiestas. Respeto las reglas de mi casa.

Él no apartó los ojos de mí, de repente tomó mi mano. Su toque era firme, cálido y su mirada se llenó de admiración.

-Eso es precisamente lo que más me gusta de ti, Ana -su voz era suave-. Eres única. Hoy en día, niñas con valores y principios tan bonitos como los tuyos no se encuentran tan fácil.

Antes de que pudiera reaccionar, se acercó a mí, esa vez sin titubeos. Sus labios rozaron los míos en un beso breve. Era dulce, cálido y despertaba una revolución en mi pecho que no podía describir.

Se apartó apenas unos centímetros, sonrió de nuevo.

-Perdón por besarte, pero... me encantan tus labios. Son tan dulces que creo que me volveré adicto a tus besos.

Me mordí el labio, nerviosa y a la vez emocionada.

-Aún sabiendo que no soy una experta... -bajé la mirada-. Ni siquiera sé si lo hago bien.

Él soltó una pequeña risa, una que era más tierna que burlona, volvió a tomar mi rostro entre sus manos.

-Eso es lo mejor de todo. Soy el afortunado, el primero en besar tus labios. Y, para ser sincero, lo haces perfecto.

No pude evitar sonreír, esa vez dejé que la calidez de su mirada me envolviera. Caminamos juntos, nuestras manos entrelazadas, como si fuera lo más natural del mundo. Mientras nos dirigíamos hacia la puerta de la casa donde me quedaba, él rompió el silencio con un tono serio pero lleno de dulzura.

-Ana, contigo quiero algo serio. Nada de juegos, nada de mentiras.

Su sinceridad me tomó por sorpresa, pero también hizo que mi corazón se acelerara más, se me iba a salir del pecho.

-Sabes como son mis padres, tendrás que pedir permiso como lo hacían anteriormente. A algunos chicos no les gustan esas formalidades, pero en mi casa son estrictos, tienen sus reglas.

-A mí eso no me importa, yo por ti, iría al mismo infierno si fuese necesario, donde sea, estoy dispuesto a hablar con tu papá.

Como un impulso lo abracé. Amaba cada emoción que descubría con él. Se suponía que no quería ilusionarme, pero ya era demasiado tarde. Ya sentía que estaba enamorada, le metí corazón, ya había perdido, pues me daba miedo que en cualquier momento esas primeras ilusiones se rompieran. Él me aseguró que estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera porque quería estar conmigo.

...

Estaba feliz por todas esas cosas que empezaba a descubrir, a sentir, aunque también tenía miedo. ¿Y si Mauro se cansa de las reglas de mi papá? Pensé. Se me pasaban tantas cosas por la cabeza. Mi madre lo aceptó muy bien, pero faltaba la reacción de mi papá. Papá era más estricto, no sabía si él me permitiría tener novio.

Estaba por dormirme cuando alumbró mi celular, un mensaje;

Puedo decir que hoy cuando probé tus labios estuve en el paraíso. Fue como tocar el cielo con las manos, que sueñes conmigo como lo haré yo contigo mi bello Ángel.

Continuará...

            
            

COPYRIGHT(©) 2022