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La secretaria, al notar que me había puesto pálida, se ríe con una sonrisa burlona y me da una palmada en el hombro, como animándome.
- ¡Qué te pasa, no te preocupes! - se ríe ella, claramente divertida con mi estado. - Te acostumbrarás, aquí todas pasamos por lo mismo.
- No estoy segura de que esto sea para mí... - murmuro, mientras un remolino de pensamientos de pánico atraviesa mi mente.
Coqueteos, insinuaciones... ¿en público? Ni en mis fantasías más salvajes habría imaginado algo así, y ni siquiera habría pensado en aceptarlo, aunque me lo propusiera alguien de confianza. Todo esto se parece más a escenas de películas donde alguien intenta someter a otro a su voluntad. Esas situaciones las comentábamos con mis amigas tomando una cerveza en un bar, riéndonos y acordando que en la vida real nunca participaríamos en algo así. Pero aquí, en el trabajo... ¿pensar en esto como algo normal? ¿Y que forme parte de la cultura corporativa?
La secretaria, al ver que volvía a palidecer, se inclina hacia mí y casi susurra, como si revelara un secreto:
- Lo más importante es: ninguna reacción - dice con expresión grave, como explicando algo vital. - Las lágrimas solo complican todo. Un par de amonestaciones severas y verás cómo empiezas a trabajar con más precisión, a pensarlo todo bien. Ese es el sentido de todo esto - asiente con evidente respeto, como si para ella fuera un trámite ya superado.
- ¿Y todas las empleadas pasan por lo mismo? - suspiro apenas audible, sin entender cómo puede ser posible.
- Hasta la de personal - sonríe astuta. - Créeme, ella es la mejor trabajadora, pero a veces hasta a ella tiene que "corregirla".
¿Y qué pasa si yo meto la pata? Si a él no le parece suficiente... ¿cómo no ponerse nerviosa cuando alguien eleva la voz y cuestiona tu competencia? Desde niña detesto eso: siempre sentía un escalofrío a lo largo de la columna cuando mis padres me reprendían.
En el despacho de Recursos Humanos empiezo a rellenar formularios, y la tensión se disipa poco a poco. Por fin aquí a alguien le interesan mis habilidades reales, mi formación, mis certificados de idiomas. A Aslán eso, claramente, no le impresionó nada.
Respondo concentrada a las preguntas del cuestionario, atendiendo a los detalles. Me sumerjo en la lectura del contrato. Firmo el acuerdo de confidencialidad y, rodeada de papeles, logro distraerme un poco de todos esos pensamientos extraños.
La nerviosidad por el sexo espontáneo en la oficina del jefe retrocede lentamente, dejando una sensación de ligera euforia. Pero un pensamiento se queda fijo en mi cabeza: parece que tengo una oportunidad con el jefe. Creo que de verdad se ha encaprichado de mí. Al menos, mostró un interés genuino en mí y en mi cuerpo.
¿Y si me equivoco? ¿O si su atención no es exclusiva? Si hay otras a quienes también corteja, la perspectiva de competir por su miembro no me resulta atractiva.
¿Debería decirle claramente que estoy aquí por el trabajo y que no quiero que cruce la línea? Si surge algo entre nosotros, no podría ver con tranquilidad cómo él trata con cortesía y atención a otras empleadas.
Debo calmar mis emociones. Sí, pasó entre nosotros, y fue... maravilloso. Pero no vine aquí por sexo. Necesito este puesto, y ahora resulta que justo aquí me quieren contratar.
Si logro aguantar al menos medio año, podré usar esta experiencia para encontrar algo mejor. Buscaré un lugar donde tanto el nombre de la empresa como el enfoque sean más adecuados.
- Vamos, te mostraré todo allí - dice la secretaria, y volvemos a la recepción, donde empiezan mi periodo de prácticas.
Poco a poco me integro en el trabajo. La secretaria, con paciencia, me enseña dónde va cada cosa, cómo funciona el sistema de registro de documentos, cómo tramitar el correo y las solicitudes para Aslán Karimovich, dónde archivar sus expedientes y sus informes. Señala un estante con diferentes carpetas y me explica que al jefe le gusta el orden, y los documentos deben estar siempre en su lugar.
- Mira, estas carpetas son para solicitudes urgentes. Van siempre arriba - asiente hacia la pila que ha colocado cuidadosamente. - Y él las revisa primero.
- Entendido - asiento, esforzándome por fijarme, aunque su voz empieza a disolverse en el trasfondo de mis propios pensamientos.
Cada vez que menciona sus hábitos, su imagen se me impone ante los ojos, y todas las instrucciones palidecen frente a ella. Sigo sintiendo aquella extraña debilidad que me recorrió cuando entraba en mí, mirándome con tanta intensidad. ¿Cómo voy a trabajar sabiendo que cada vez que él esté cerca recordaré ese sexo? Lo veo de nuevo a mi lado, siento de nuevo su presencia, y me doy cuenta de que trabajar con él será mucho más difícil de lo que pensaba.
- Oye, Cristina, no te distraigas - la secretaria me da otra palmada en el hombro para devolverme a la realidad. - Otra regla: no olvides revisar el calendario y sus citas. Si espera a alguien, debes estar al tanto para que no le molesten por tonterías.
- Por supuesto, gracias... lo recordaré - respondo, reuniendo mis pensamientos y haciendo todo lo posible por mantenerme concentrada. Pero mi mente se va otra vez por las ramas.
El tiempo vuela. Vuelvo a la realidad solo cuando veo que el reloj marca casi las ocho de la noche. Me estiro y, de pronto, me doy cuenta de que he estado aquí demasiado tiempo. El día ha sido muy intenso, y todavía siento tensión, especialmente por lo que pasó con Aslán en su despacho. Aún noto sus caricias en mi clítoris... Y al recordar cómo me penetró dura y descaradamente, un dulce hormigueo recorre mi cuerpo.
La secretaria termina sus explicaciones y comprendo que ya no asimilo más información. Ve mi estado y sonríe:
- Bueno, Cristina, por hoy hemos terminado. Ve a casa y descansa. Mañana te enseñaré los informes principales que tendrás que elaborar a diario. Sé que hoy te he cargado de trabajo, pero así te harás pronto con el puesto. Y te haré un tour por la oficina. Puedes marcharte.
Asiento y empaco mis cosas:
- ¿Y tú no te vas a casa?
Ella encoge los hombros:
- Suelo irme con Aslán Viktorovich.
Mis ojos se abren instintivamente:
- ¿En serio? ¿Ustedes... son pareja?
La idea de que puedan ser novios me toma por sorpresa. Si ella se va con él...
La chica ríe y agita la mano:
- ¡No, no, qué va! Simplemente no dejo mi puesto antes que el jefe. Por si surge algo urgente.
- Pero ya es muy tarde - me extraño.
- Tenemos horario flexible - responde ella con una ligera sonrisa. - Y si piensas que entre nosotros hubo algo, cálmate. Sí, tuvimos un pequeño romance en su momento, pero eso ya es pasado. Ahora estoy con otro hombre, me caso pronto con un extranjero. Y yo también me voy al extranjero.
- Cierto, lo mencionaste - le recuerdo.
Ella advierte mi confusión y pregunta:
- ¿Estás hecha un lío? ¿Todo bien?Intento hallar las palabras:
- Es que... todo ha sido tan inesperado. Me contrataron y empezaron las prácticas el mismo día. Y Aslán... él es tan... especial. Mira de un modo...