Alejandro frunció el ceño.
"Ya basta, muchachos. No la molesten."
Un alivio momentáneo me recorrió, pero se desvaneció tan rápido como llegó.
¿Era esto parte de su juego?
Mateo le guiñó un ojo a Alejandro.
"Tranquilo, solo la saludábamos. Nos vemos luego, Sofía. Cuídate."
Salieron de la habitación, dejándome con un nudo de terror en el estómago.
La verdad me golpeó con la fuerza de un tren.
Alejandro lo sabía.
Siempre lo había sabido.
Quizás él los había enviado. Quizás él había planeado todo.
La imagen de él pasando de largo junto al callejón mientras yo era agredida cobró un nuevo y horrible significado.
No era que no me hubiera escuchado. Era que no le había importado.
O peor aún, era parte de su plan.
Un frío glacial me recorrió el cuerpo.
¿Qué clase de monstruo era Alejandro Vargas?
¿Y por qué yo? ¿Qué le había hecho yo para merecer esto?
Tenía que escapar.
Ahora.
Con un movimiento rápido, me arranqué la vía intravenosa del brazo.
La sangre brotó, pero no me importó.
Salté de la cama, el dolor en mis músculos olvidados por la adrenalina.
Corrí hacia la puerta.
Estaba abierta.
Salí al pasillo, descalza, con la bata del hospital.
Corrí sin mirar atrás, las lágrimas cegándome.
El dolor en mi cuerpo era agudo, pero la necesidad de escapar era más fuerte.
Escuché la voz de Alejandro a mis espaldas, gritando mi nombre.
"¡Sofía! ¡Vuelve aquí!"
No me detuve.
Llegué al vestíbulo, la gente me miraba con extrañeza.
No me importó.
Salí a la calle, el sol me deslumbró.
Libre. Por un momento, me sentí libre.
Pero la libertad duró poco.
Mientras tanto, en la habitación del hospital, Alejandro agarró su teléfono.
"Carlos, Sofía escapó del hospital. Encuéntrala. ¡Ahora!"
Colgó y golpeó la pared con el puño.
Un recuerdo lo asaltó. Un mensaje de texto en su antiguo celular, el día de la fiesta patronal.
Desde el número de Sofía.
"Alejandro, eres patético. Tu familia es una burla. Y tú, con tu problema de oído... ¿de verdad creíste que me fijaría en alguien como tú? No me esperes. Nunca iría a una cita contigo."
Ese mensaje lo había destrozado.
Había esperado a Sofía bajo una tormenta tropical torrencial.
La lluvia, el viento, la humillación.
La tormenta había empeorado irreversiblemente su condición auditiva preexistente.
Había perdido la oportunidad de una cirugía correctiva que tenía programada.
Todo por ella. Por su cruel abandono.
"Encuéntrenla," repitió a sus hombres por teléfono. "Tráiganmela."