Capítulo 5 Él es tan sexy

Esos dos días de lluvia parecían infinitos. No podía apartar la vista de las gotas, de su caída interminable en el agua. Dentro de mí crecía una sensación indefinida, como si hubiera perdido algo importante, pero sin poder recordar qué. Era una mezcla de cansancio, decepción y una inexplicable melancolía que me envolvía más con cada nuevo golpeteo de la lluvia.

Uno de los chicos del club que nos había follado invitó a Cristina al cine. No me dijo quién era, y a mí me daba igual. A mí no me invitaron, y me sentí herida.

La observé mientras se arreglaba y pedía un taxi, intentando no mostrar mi desánimo.

¡Maldita lluvia a cántaros! ¿Quién querría ir al cine en un día así?

Cristina se fue, y yo, hundiéndome en la cama, temblaba tendida.

De pronto llegó Valera, me miró con atención y preguntó:

- ¿Tienes frío?

- Mucho.

- A mí no tanto. Si quieres, puedo ayudarte...

- ¿Ayudar? ¿Cómo? - le sonreí.

- Te calentaré. - dijo- Y se acostó junto a mí.

Mil pensamientos cruzaron mi cabeza... Estaba en el séptimo cielo de la felicidad y me acomodé felizmente a su lado. Luego él dijo:

- Acércate más. Así no entrarás en calor.

Me pegué a él, me abrazó y comenzamos a besarnos. En ese momento sentí su polla endurecerse. Lo noté claramente.

Tomó mis manos y las llevó a su miembro. Yo no era tonta y entendí al instante qué hacer. Metí la mano en sus calzoncillos y noté cómo su polla se hinchaba a velocidad cósmica. Me atreví a bajarle los calzoncillos, me lancé a masturbarlo y él gimió quedamente de placer.

Caricié su cuerpo, su polla, sus huevos y hasta me atreví a besarlo. Nos besábamos mientras él intentaba girarme para follarme. Yo, suavemente, detuve su mano cuando se acercaba a mi ano y dije:

- ¿De verdad quieres follar mi conchita?

- ¿Y a ti qué te importa? - se extrañó él, sinceramente.

- No es que me importe, solo hay que lubricar y preparar... No he limpiado allí en dos días, no lo sabía...

- No te preocupes, no soy remilgado. Date la vuelta. Yo lubrico con saliva.

- Mejor te la lubrico yo a ti primero: ¿quieres que te chupe la polla?

Él accedió y pronto disfrutó de mi felación, saciando mi sed de su semen. Luego se tumbó sobre mí, nos besamos largo rato y yo arañaba su espalda, acariciaba y apretaba sus nalgas. Pronto yo también corrí.

Por la mañana despertamos sonriéndonos mutuamente.

La lluvia había cesado.

- ¿Volvió ya Cristina? Me dormí tan rápido... - susurré.

- Seguro que está despertando en la cama de alguien más. No te preocupes por ella. - sonrió él. - ¿Vamos a desayunar? Tengo una sorpresa para ti.

Después del desayuno salimos afuera. Abrió el cobertizo donde tenía sus animales. Yo había oído que tenía su propia granja, pero en todo el tiempo que estuvimos aquí con Cristina no había visto aquel lugar.

Valera sacó un caballo del cobertizo y me llamó. Corrí emocionada.

- Súbete al sillín. - dijo.

Nunca había montado a caballo y ni siquiera sabía cómo hacerlo. Me costó un buen rato poner un pie en el estribo. A diferencia de Valera, yo no tenía ni idea.

- Tengo miedo. - confesé.

- No te preocupes, iré contigo. Solo tengo este caballo. - se rió Valera, como si eso debiera consolarme. A mí me intimidaba aquella enorme masa de músculos.

Él me ayudó a subir y luego se montó tras de mí. Dijo:

- Abrázame y agárrate bien, o te caerás.

Obedecí. Estaba tan serio, frunciendo el ceño, que me divertía ver su expresión. ¡Dios... qué sexy era y cómo me excitaba!

Me pegué aún más a él, apoyé mi cabeza en su espalda y luego subí la vista y dejé caer mis manos, ya rodeando su vientre, hacia su magnífico miembro. No sentí vergüenza y estaba decidida. Él no se resistió.

Llevaba unos cortos pantalones negros que le quedaban de maravilla y una camiseta blanca que enfatizaba su cuerpo sexual.

Metí con audacia la mano en su "territorio" y acaricié con delicadeza al "dueño de la zona", que luego exploraría mi ano. A Valera le gustó lo que hacía. Después lo abracé con fuerza, besé su espalda y con mi mano jugué con su pecho, acariciándolo... y así llegamos al lugar de destino:

Montañas por todas partes, nadie salvo nosotros y el caballo. Piedras de varios tamaños. De pronto eran casi las diez y el sol subía cada vez más, calentando el aire. Nos acomodamos junto a una gran roca que proyectaba sombra. Él extendió una manta y nos tumbamos.

- Ven hacia mí. - me atrajo Valera. - Me tumbé sobre él y empezamos a besarnos.

Oh, fue maravilloso. Al rato, Valera me dio la vuelta y me recostó boca arriba. Se tumbó sobre mí y empezó a besarme mientras tocaba mis caderas y mis brazos, besándome el cuello y más abajo. Luego fui yo quien lo besó: cuello, pecho, torso... y finalmente su polla. Ohhh, qué placer...

No nos desnudamos mucho; temíamos curiosos que pudieran aparecer. Las casas no estaban tan lejos.

Cuando su polla se endureció, me giré de lado, él bajó mis pantalones cortos y obtuvo acceso a mi ano, comenzando a humedecerlo con saliva para facilitar la entrada.

Se acercó a mí, apartó mis glúteos e introdujo su miembro. Oh, fue increíble... Estaba en el séptimo cielo.

Al principio dolió, pero el "sufrimiento" se compensó con sensaciones muy placenteras. Valera apoyó una pierna sobre mí y folló tranquilamente mi agujero anal. Yo estaba tan feliz y gemía de puro placer, al igual que él.

- Oooo, Valera, sí, sí, sigue... Más, más, más... Fóllame... - gemía entre éxtasis.

Cambiamos de postura: primero me puso a cuatro patas, luego me monté encima de él, después me tumbé boca abajo y él quedó a horcajadas.

Mmmmm, fue fantástico. Era la más feliz. Y luego eyaculó. Exhalé profundamente. Fue un sexo tan dulce... Nunca lo olvidaré. ¿Qué puede ser más bello que un anal tierno en plena naturaleza?

Al regresar a casa, Cristina ya estaba en la cocina tomando café.

- ¿Cómo descansaste? - le pregunté. - ¿Pasaste la noche viendo pelis?

- Más bien fui la protagonista - rió mi amiga.

- Seguro que dejaste satisfecho a tu chico - le guiñó Valera.

- ¡No te pongas celoso! - le dijo Cristina. - ¿Y ustedes, dónde andaban? ¡Seguro que follando!

- No follamos, hicimos el amor - aclaró Valera. Aquellas palabras me encendieron por dentro. Vaya... Quiere decir que nuestro sexo significaba algo para él también...

Me di cuenta de que, sin querer, empezaba a enamorarme de Valera. Nunca imaginé que pudiera sentirme tan bien con alguien. Pero con él había sido increíble.

                         

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