Prohibido para el Presidente
img img Prohibido para el Presidente img Capítulo 2 El CEO de hielo
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Capítulo 6 Las reglas del juego img
Capítulo 7 Un archivo equivocado img
Capítulo 8 Miradas que delatan img
Capítulo 9 Un nombre en la vieja carta img
Capítulo 10 El hermano entrometido img
Capítulo 11 Tormenta en el penthouse img
Capítulo 12 Confusión peligrosa img
Capítulo 13 La línea que no deben cruzar img
Capítulo 14 Un nuevo obstáculo img
Capítulo 15 El retrato escondido img
Capítulo 16 El beso equivocado img
Capítulo 17 Fuga en la madrugada img
Capítulo 18 ¿Me recuerdas ahora img
Capítulo 19 Prohibido para el presidente img
Capítulo 20 Una habitación, dos deseos img
Capítulo 21 Un viaje corporativo img
Capítulo 22 Los límites se rompen img
Capítulo 23 Consecuencias del deseo img
Capítulo 24 Thomas sospecha aún más img
Capítulo 25 Fotos comprometedoras img
Capítulo 26 Rumores en los pasillos img
Capítulo 27 Alexander se aleja img
Capítulo 28 Fingiendo indiferencia img
Capítulo 29 Las dudas del corazón img
Capítulo 30 Una noche de fuego img
Capítulo 31 La caída de Alexander img
Capítulo 32 La renuncia definitiva img
Capítulo 33 La búsqueda desesperada img
Capítulo 34 El viaje de Alexander img
Capítulo 35 Silencio entre ruinas img
Capítulo 36 La herida sigue abierta img
Capítulo 37 El primer amor no se olvida img
Capítulo 38 El regreso del CEO img
Capítulo 39 Nuevas reglas img
Capítulo 40 El hombre correcto, en el momento equivocado img
Capítulo 41 Amenaza interna img
Capítulo 42 Plan de rescate img
Capítulo 43 La confesión de Thomas img
Capítulo 44 Justicia tardía img
Capítulo 45 ¿Demasiado tarde img
Capítulo 46 La caída emocional img
Capítulo 47 El CEO la lee img
Capítulo 48 El baile del reencuentro img
Capítulo 49 Un amor contra el mundo img
Capítulo 50 Elías recibe amenazas img
Capítulo 51 Vidas separadas otra vez img
Capítulo 52 Cartas sin remitente img
Capítulo 53 Un regreso en primavera img
Capítulo 54 Una última carta img
Capítulo 55 Volver a empezar img
Capítulo 56 Nuevas versiones de nosotros img
Capítulo 57 Una foto en la repisa img
Capítulo 58 El sobrino curioso img
Capítulo 59 Una aceptación lenta img
Capítulo 60 El amor no necesita permiso img
Capítulo 61 Lo que nos sigue separando img
Capítulo 62 Una propuesta inesperada img
Capítulo 63 Vacaciones robadas img
Capítulo 64 Entrevista exclusiva img
Capítulo 65 Un regalo para Alexander img
Capítulo 66 La visita a la adolescencia img
Capítulo 67 En la banca donde empezó todo img
Capítulo 68 La gran pregunta img
Capítulo 69 La boda sin protocolo img
Capítulo 70 Nuestro primer hogar img
Capítulo 71 El proyecto solidario img
Capítulo 72 Inspirando a otros img
Capítulo 73 El legado Alexander img
Capítulo 74 Nuevo CEO, nueva era img
Capítulo 75 El niño de los ojos verdes img
Capítulo 76 Dos padres, un hogar img
Capítulo 77 Prohibido para el Presidente img
Capítulo 78 Reconocidos por su historia img
Capítulo 79 Una promesa en la playa img
Capítulo 80 Alexander enferma img
Capítulo 81 Última carta para Elías img
Capítulo 82 Un nuevo comienzo, otra vez img
Capítulo 83 Una historia que cambió muchas vidas img
Capítulo 84 El retrato en la pared img
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Capítulo 2 El CEO de hielo

Elías no recordaba haber dormido tan poco en su vida.

Despertó dos horas antes del amanecer con el corazón latiéndole como tambor, repasando mentalmente cada uno de los pasos de su primer día como asistente personal de Alexander Devereux. Había leído decenas de artículos sobre él: su ascenso meteórico, su reputación implacable, su capacidad para hacer crecer imperios... y para destruir a quienes se interponían en su camino. Pero nada, ni la prensa, ni los comentarios del personal de la empresa, ni siquiera las advertencias del propio departamento de Recursos Humanos, lo habían preparado para lo que sintió al estar frente a ese hombre.

Un frío inexplicable. Una sensación de estar desnudo ante alguien que podía verlo todo sin mover un solo músculo.

Y, aun así, había algo más. Una extraña y confusa familiaridad que no lograba ubicar.

Vestido de punta en blanco, con su portafolio bajo el brazo y un café mal preparado en la mano, Elías entró al edificio con puntualidad impecable. 6:48 a.m. El cielo aún conservaba los restos del amanecer, y las luces del rascacielos parecían estrellas invertidas. La recepcionista lo saludó sin entusiasmo, y él tomó el ascensor directo al piso 47. Sabía que debía encontrar a Amelia Varela, la asistente general que le daría instrucciones. Pero no hizo falta buscarla.

Ella ya lo esperaba.

-Puntual -dijo, consultando su reloj con elegancia-. Eso te ganará media sonrisa del jefe... si tienes suerte.

Elías le devolvió una sonrisa nerviosa. Amelia era todo lo que él no: sofisticada, elegante, con una mirada aguda y una voz afilada. Había trabajado con Alexander por más de ocho años, y su sola presencia imponía respeto.

-Acompáñame -ordenó sin rodeos-. Este puesto es absorbente, agotador y emocionalmente exigente. Si sobrevives la primera semana, podemos empezar a hablar de adaptación.

Mientras caminaban por el pasillo de vidrio, Elías intentaba memorizar cada rincón: la sala de reuniones ejecutivas, el despacho jurídico, la oficina de innovación. Todo brillaba como si cada superficie hubiera sido pulida con obsesión. Pero lo que más destacaba era el silencio. A pesar de estar en uno de los pisos más activos de la empresa, reinaba un mutismo casi reverencial.

-¿Siempre es tan... callado aquí? -se atrevió a preguntar.

-En la planta de Devereux, la gente aprende a no hacer ruido. El jefe odia el caos. Y la falta de control -respondió Amelia, sin mirarlo.

Se detuvieron frente a una gran puerta negra con detalles metálicos. Sin golpear, Amelia ingresó y asintió con la cabeza.

Alexander estaba ahí.

De pie junto a la ventana, con las manos cruzadas tras la espalda, observaba la ciudad como si fuera suya. Llevaba un traje gris oscuro, perfectamente entallado, y un reloj minimalista de titanio. No hizo ningún movimiento al escuchar la puerta, ni volteó para mirar a Elías. Solo habló, con esa voz grave y medida que parecía haber sido diseñada para emitir órdenes, no emociones.

-Siete cero uno. Ha perdido un minuto.

Elías abrió la boca para disculparse, pero Amelia levantó una mano como advertencia.

-No lo tomes como algo personal -le susurró-. Para Alexander, cada minuto perdido es una falta de respeto. Pero no se enfoca en las palabras. Obsérvalo. Aprende.

Elías asintió, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a tensarse. Amelia le entregó una tableta con el cronograma del día y se retiró sin esperar respuesta. Quedaron solos.

-¿Tiene acceso a mi agenda? -preguntó Alexander, aún sin mirarlo.

-Sí, señor.

-Hoy tenemos tres juntas externas. Revise los informes, prepare las presentaciones y confirme las rutas de traslado. Amelia le dará los códigos de seguridad. Quiero copias impresas y digitales. Odio errores. ¿Entendido?

-Sí, señor Devereux.

Alexander finalmente se giró.

Y esa mirada... esa maldita mirada.

Elías sintió que algo dentro de él se removía. Era como si esos ojos grises pudieran romper todas sus defensas, como si lo conocieran. Como si lo hubieran visto antes.

Pero no, no era posible. Estaba nervioso. Su mente le jugaba trucos. El hombre frente a él no tenía nada que ver con su pasado. Era simplemente un jefe frío, estricto y poderoso. Solo eso.

-Una cosa más -añadió Alexander, acercándose un paso más-. En esta oficina no hay espacio para emociones. No quiero que intente caerme bien. No me interesa su simpatía ni sus halagos. Lo contraté porque su perfil es funcional. Si se vuelve un problema... lo reemplazaré.

Elías contuvo el impulso de tragar saliva en seco. No sería la primera vez que alguien lo subestimaba, pero había algo más agresivo en esa amenaza. Algo que sonaba más personal de lo que debería.

-Entendido, señor.

Alexander se mantuvo en silencio unos segundos más, mirándolo. Demasiado. Como si buscara una grieta, una verdad oculta, un recuerdo enterrado.

Y luego, sin más, dio media vuelta y regresó a su escritorio.

-Empiece ahora. Tiene veinte minutos para organizar todo.

Elías salió de la oficina como si le hubieran robado el aliento. Se apoyó en la pared más cercana y dejó caer la cabeza hacia atrás. No lloraría. No en su primer día. Pero lo que sí sabía era esto: trabajar con Alexander Devereux sería como caminar por una cuerda floja en medio de una tormenta.

Lo que no sabía...

Es que aquella tormenta había comenzado diez años atrás.

Y que el hombre al que todos temían no era solo un jefe imposible.

Era su primer amor.

Aquel al que le rompió el corazón.

Y que ahora parecía decidido a no dejarlo escapar.

            
            

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