Capítulo 2 RECUPERAR EL BAR

- ¿Eso es sangre en tu camiseta o salsa barbacoa? -preguntó Lara desde la cocina, levantando una ceja mientras servía dos tazones de ramen instantáneo.

-Depende de si me estás juzgando como enfermero o como chef -respondió Noah, tirado en el sofá con un cojín sobre la cara-. Dios, qué noche la de anoche...

-Sí. Casi mueres. Otra vez. Un martes cualquiera.

Lara cruzó el departamento hasta dejarle el tazón humeante sobre la mesita de centro.

-Te dije que el turno de noche era peligroso. Pero tú insististe en ser "el bartender sexy con alma de James Bond".

-No dije eso. Lo dijo una clienta borracha. Yo solo asentí.

Lara se dejó caer en el otro extremo del sofá, con el cabello recogido y las pantuflas en forma de dinosaurio.

-Ese tipo... el que vino antes del tiroteo. El traje caro, la cara de funeral. Lo vi mirándote como si supiera algo. ¿Quién es?

-No lo sé. Pero huele a problemas caros. Como colonia de diseñador y sentencias de muerte al mismo tiempo.

-Y dejó esto -dijo ella, lanzándole la tarjeta negra que había guardado del bar-. Pensé que te la había inventado. ¿Es tu nuevo sugar daddy o qué?

Noah la observó con una media sonrisa, pero sus dedos jugueteaban con la tarjeta como si pesara más de lo que parecía.

-Tiene una marca. Como un símbolo... Lo he visto antes. Hace años.

Lara lo miró con atención.

-¿Antes de venir a esta ciudad?

Noah bajó la mirada al ramen, pero no comió.

Su mandíbula se tensó.

-En otro tiempo. En otra vida.

Hubo un silencio. El tipo de silencio que no suele haber entre dos personas que lo comparten todo... salvo la verdad.

-Noah... ¿quién eras antes de ser Noah Reyes?

Él la miró. No como un amigo. Sino como alguien que, por un segundo, quería olvidar que aún tenía que mirar atrás.

-Alguien que no quiero volver a ser.

-Pero el mundo parece querer que lo seas otra vez.

-No lo voy a permitir. -dijo firme, dejando la tarjeta sobre la mesa como si quemara-. Ese tipo, Dante o como se llame, vive en un mundo que se parece demasiado al que yo dejé atrás. Si vuelvo a pisar esa oscuridad, no salgo de nuevo.

-Pero te vio pelear. Sabe que no eres un simple bartender.

-Entonces, con más razón tengo que desaparecer de su radar.

-¿Y si no te deja?

Noah soltó una carcajada seca.

-Pues que lo intente. He sobrevivido a cosas peores que una mirada intimidante y un whisky sin hielo.

Su pasado, desafortunadamente, era turbio, pero no por los motivos que muchos asumirían.

No había sangre por dinero, ni traiciones familiares al estilo mafioso.

No.

Noah Reyes fue soldado.

Pero no uno cualquiera.

Fue parte de un escuadrón de operaciones especiales que ni siquiera existía en los registros públicos.

Una sombra al servicio de la bandera. Entrenado para matar, infiltrar, sobrevivir.

Y lo hizo. Muchas veces.

Hasta que un día, no quiso seguir obedeciendo.

Lo dejó todo. El uniforme, el rango, la cadena de mando... incluso su nombre real.

Huyó a la vida civil como si pudiera enterrar todo eso bajo tragos y sonrisas.

Y por un tiempo, funcionó.

Hasta que un hombre de traje negro y mirada de hielo apareció en su bar, rompiendo la paz que tanto le costó construir.

Dante Valenti.

Dominante, arrogante, peligroso.

Y, sobre todo, atento.

Demasiado atento.

-Ese tipo no solo vino a beber -murmuró Noah en su habitación mientras observaba el colgante que aún guardaba del servicio, una insignia plateada que representaba a su antigua unidad táctica internacional: Shadow Division X-9. Un equipo que operaba fuera del alcance político.

La unidad ya no existía. O eso le dijeron.

Pero él sí.

Y sus habilidades también.

Lara dormía en el sofá, ignorando que el chico que cantaba con los clientes y mezclaba tragos con guiños, una vez desactivó minas con los ojos vendados y saltó de helicópteros bajo fuego enemigo.

Pero ahora todo eso estaba enterrado.

O lo estaba... hasta que Valenti apareció y una lluvia de balas cayó sobre su bar.

Y él reaccionó por instinto.

Por reflejo.

Por trauma.

Noah sabía que Dante había visto más de lo que debía.

Y por la forma en que lo miró -entre asombro, deseo y reconocimiento- supo que no sería la última vez que lo tendría frente a frente.

Porque hay algo que los hombres como Valenti no aceptan jamás: un misterio sin resolver.

Y Noah Reyes acababa de convertirse en el enigma que quiere descubrir.

El sol apenas se filtraba por los ventanales cuando Noah metió la llave en la cerradura del bar. El crujido del metal sonó más fuerte de lo normal. Adentro, el caos aún reinaba: sillas volcadas, cristales por el suelo, manchas de sangre secas aquí y allá.

-Si esto fuera una escena del crimen... sería una muy estilizada -comentó Lara al entrar detrás de él, sosteniendo una escoba en una mano y un termo de café en la otra.

-Buenos días, mi querida víctima de voluntariado forzoso -saludó Noah, pasándole un trapo sucio-. Agradece que no cobro por compartir este nivel de desastre.

-Agradece tú que aún no te demando por acoso doméstico -replicó ella, sorbiendo su café-. En serio, ¿qué demonios pasó anoche? ¿Quién era ese tipo con cara de "amo todo lo que piso"?

Noah se agachó a recoger vidrios rotos sin mirarla.

-Un cliente difícil.

-¿Cliente difícil? Noah, no es un pedido de mojito con extra menta. Es un millonario vestido como si viniera a su propia boda... y probablemente con una pistola en el saco.

-¿Cómo sabes que era millonario?

-Por la forma en que caminaba. Solo la gente rica y peligrosa camina como si todo les perteneciera. Y por el reloj. Más caro que mi semestre de universidad.

Noah soltó una carcajada y se limpió la frente con el antebrazo.

-Tienes ojo para los relojes, ¿eh?

-Y para los idiotas con aura de "te mataré si me miras mal".

-Uy, qué específico. ¿Te recuerda a tu ex?

-No, a ti.

Él sonrió con una ceja arqueada.

-¿Te gusto porque te doy miedo?

-Me gustas porque eres funcional... a veces. Ahora habla. ¿Qué carajos está pasando, Noah?

Noah suspiró, dejando caer los restos de vidrio en una caja.

-Nada que no se pueda solucionar con trapeador y terapia.

-No me mientas. Anoche te moviste como si fueras parte de "Rápido y Furioso: Bar Edition".

-Te dije que tomé clases de zumba avanzada.

-¡Noah!

Él solo levantó las manos como rindiéndose.

-Mira, Lara, prefiero no hablar del tema, ¿sí? Solo fue una noche agitada.

Ella lo observó en silencio, preocupada. Pero justo en ese momento, la puerta se abrió.

Y con la luz del día entrando a contraluz, apareció Dante Valenti.

Vestido como siempre: negro impecable, paso firme, mirada afilada como navaja.

-¿Estamos interrumpiendo una clase de baile o ya terminaron de barrer la escena del crimen? -preguntó, cruzando el umbral.

-Si vienes a pedir un cóctel, tendrás que esperar. El menú del día es sarcasmo y escombro -replicó Noah, sin perder su sonrisa burlona.

-Me quedo con el sarcasmo -dijo Dante, acercándose con una lentitud controlada-. Vine a escuchar tu respuesta.

-Y yo vine a limpiar un bar -dijo Noah, apoyándose en la escoba como si fuera su espada.

Dante lo observó con esa mezcla de paciencia e intimidación que solo los depredadores de cuello fino sabían mantener.

-¿Sabes? Me cuesta trabajo aceptar un "no".

-Entonces vas a tener una mañana muy difícil -le respondió Noah con una media sonrisa.

Lara, parada detrás del mostrador, no sabía si reír o correr. Se acercó a Noah y le susurró:

-¿Es este el momento en que me escondo en el baño o llamo a los Power Rangers?

-Solo si vienen armados.

Dante ladeó la cabeza con media sonrisa.

-Tienes agallas, barman.

-Y tú un ego gigante, mafioso fashion.

Hubo un silencio cargado. Lara tragó saliva.

Dante se dio media vuelta hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo y dijo:

-Te dare media hora para que me des una respuesta. No me hagas perder el tiempo.

Y se marchó, dejando un vacío denso tras de sí.

Lara lo miró irse y luego se giró hacia Noah, cruzándose de brazos.

-¡¿ME VAS A EXPLICAR QUÉ CARAJO FUE ESO?!

Noah se quedó mirando la puerta cerrada y soltó:

-Una cita fallida.

-No es gracioso, Noah. Ese tipo no vino por tragos gratis.

-Lo sé, Lara.

Ella lo miró fijamente.

-¿Quién eres tú, realmente?

Él se quedó callado.

-¿Quién eres tú, realmente?

La pregunta de Lara todavía flotaba en el aire cuando Noah se dio la vuelta hacia ella, fingiendo dramatismo mientras apoyaba una mano en el pecho.

-¿Y si te dijera que soy un príncipe exiliado de una tierra lejana, destinado a recuperar su trono con ayuda de su camarera valiente?

-¿Y si yo te dijera que te voy a meter ese trapo en la boca si no hablas en serio?

-Tan agresiva, ¿eh? ¿Acaso no te enseñaron modales en tu casa?

Lara lo fulminó con la mirada.

-Noah...

-Mira, no es que tenga una doble vida ni nada por el estilo -dijo, girando el trapo entre los dedos-. Solo... tuve un pasado complicado. Nada que una terapia intensiva y mucho ron no puedan solucionar.

-¿Pasado complicado del tipo "me cambié de ciudad por una mala ruptura" o del tipo "soy un ex sicario con problemas para socializar"?

-¿Y si fuera "me escapé de una secta que obligaba a bailar bachata en ropa interior"? -bromeó con una sonrisa.

Lara soltó una carcajada, pero enseguida volvió al tono serio.

-Mira, puedes bromear todo lo que quieras, pero ese tipo de anoche... no vino aquí por accidente. Y tú, Noah, reaccionaste como alguien que sabía exactamente lo que hacía.

-Tenía que proteger el bar -respondió encogiéndose de hombros-. Y protegerte a ti, claro.

-No te hagas el tierno. No funciona conmigo.

-¿Estás segura? Tengo una gran colección de caritas tristes.

Ella alzó una ceja.

-¿Y esa colección incluye la cara que vas a poner cuando el señor mafia regrese con una ametralladora y una caja de chocolates?

Antes de que pudiera contestar, el sonido del tim tim de la campanita de la puerta volvió a resonar.

-¡Ay, no! ¡Dime que es el repartidor de empanadas y no otra vez tu acosador millonario! -dijo Lara, escondiéndose detrás del mostrador.

Pero esta vez era un hombre trajeado, con gafas oscuras y un auricular en la oreja.

-Noah, el señor Valenti lo espera. Ahora.

Noah entrecerró los ojos.

-¿No se cansa nunca ese hombre?

-Nunca -confirmó el guardaespaldas-. Y le sugiero que no lo haga esperar. No es un hombre... paciente.

Noah suspiró, se limpió las manos con el delantal y se acercó al tipo.

-¿Puede decirle que no tengo ropa formal para este encuentro? ¿Quizá después de una ducha y desayuno?

-Noah -advirtió Lara desde el fondo-, no seas imbécil.

-Pero es parte de mi encanto.

El hombre ni sonrió.

-Tiene diez minutos. Lo espero en el auto.

Noah observó cómo el sujeto salía del bar y, cuando la puerta se cerró, se volvió hacia Lara.

-Bueno... si no regreso, diles a todos que morí como viví: hermoso y sarcástico.

-Idiota. -Le lanzó una toalla-. Cuídate, ¿sí?

-Siempre.

Noah salió del bar, esta vez sin armas escondidas, sin planes. Solo con una pregunta girando en su cabeza:

¿Qué demonios quiere Dante Valenti de él?

            
            

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