img

La posesión del mafioso

Marian.C.T
img img

Capítulo 1 EL ROSTRO DE LA VENGANZA

DANTE VALENTI

La ciudad no duerme. No cuando hay sangre que cobrar.

Las luces parpadeaban sobre el asfalto húmedo mientras la noche se tragaba cualquier rastro de paz. En un callejón al sur de la ciudad, dos autos de lujo esperaban con los motores encendidos. Adentro, hombres armados. En la azotea, otro con binoculares. Todos esperando una señal.

No era una operación común. Cuando el apellido Valenti estaba de por medio, el aire pesaba distinto

El sinónimo de elegancia y frialdad podría resumirse en un solo nombre: Dante Valenti.

Heredero de un imperio construido sobre silencios, alianzas y sangre, Dante no solo camina con el porte de un rey: gobierna con la mirada.

En una ciudad donde todos fingen tener el control, él es el único que realmente lo posee.

Calculador. Intocable. Inescrutable.

- No quiero errores esta vez. - dijo con su voz gruesa y varonil.

- ¡Sí señor! - Exclaman los hombres de Valenti.

A pasos firmes se dirigió al restaurante al cual fue citado para llegar a un acuerdo con sus rivales.

El restaurante estaba cerrado al público. Las luces tenues iluminaban las paredes de madera pulida, y el aroma del vino caro se mezclaba con el de la tensión contenida.

Tres hombres ya lo esperaban en la mesa del fondo, rodeados por guardaespaldas discretamente armados. Eran miembros del clan Moretti, conocidos por su ambición... y su falta de respeto.

Dante entró sin prisa, flanqueado por dos de sus hombres. Su abrigo negro ondeaba con cada paso. No se quitó los guantes ni saludó de inmediato. Solo los observó, con esa mirada suya que no pedía permiso, que exigía silencio.

-Valenti -dijo uno de los Moretti, intentando una sonrisa forzada-. Qué gusto verte en persona. Ya sabes lo que dicen: mejor un trato entre caballeros que una guerra entre bestias.

Dante no respondió al instante. Se sentó con calma, cruzando una pierna sobre la otra. Luego, alzó la mirada.

-Curioso que lo diga un hombre que actúa como bestia y se disfraza de caballero -contestó finalmente, con una media sonrisa apenas visible.

Un leve carraspeo, una copa que tiembla. El segundo Moretti intentó cambiar el tono.

-No vinimos a pelear, Dante. Queremos hablar de negocios... Repartir el territorio de forma equitativa.

-¿Equitativa? -repitió Dante, ladeando ligeramente la cabeza-. Ustedes mataron a uno de los míos la semana pasada. Dejaron su cuerpo como advertencia en uno de mis clubes. Y ahora quieren "equidad".

-Fue un error -dijo el mayor de ellos, más serio-. Un fuego cruzado. No sabíamos que era de los tuyos.

-Eso es lo que me preocupa -musitó Dante, levantándose lentamente-. Que no sepan reconocer lo que me pertenece.

Dio dos pasos hacia la ventana, observando la ciudad que se extendía como un tablero de ajedrez. Luego se giró, clavando los ojos en los tres hombres.

-No vine a negociar. Vine a ver cuán valientes eran para pedirme paz... después de mostrarme guerra.

Uno de los guardaespaldas de Moretti deslizó disimuladamente la mano hacia su chaqueta. Dante lo notó. No dijo nada. Solo alzó dos dedos.

El disparo no fue fuerte. Fue limpio. Preciso. Y vino de afuera, desde un francotirador escondido en la azotea del edificio contiguo.

El cuerpo del guardaespaldas cayó sin emitir un sonido.

Silencio absoluto.

Dante caminó hacia la puerta, sin molestarse en mirar atrás.

-Esta fue su única advertencia -dijo, ya de espaldas-. La próxima vez que se acerquen a mi mesa... será para arrodillarse o morir.

Y salió.

NOAH

Noah Reyes llevaba cinco horas detrás de la barra y ya había limpiado la misma copa tres veces.

No porque estuviera sucia, sino porque odiaba mirar al frente sin hacer nada.

El bar estaba medio lleno, lo suficiente para tener ruido, pero no caos. Y eso, para Noah, era perfecto.

Luces bajas, neón rojo, jazz instrumental mezclado con el eco de risas y vasos que chocaban. Un lugar escondido entre calles angostas, donde los poderosos no se atrevían a entrar, y los perdidos venían a sentirse invisibles.

Ese era el tipo de clientela que le gustaba.

Una de sus clientas favoritas llegó a la barra y de inmediato una sonrisa iluminó el rostro de Noah.

-¿Te lo sirvo con hielo, o prefieres que te caliente la garganta directo, como anoche? -preguntó Noah, con una sonrisa ladeada, mientras levantaba una ceja.

La clienta, una rubia de vestido rojo, se rió entre dientes y jugó con el borde de su copa.

-Me sorprendes, Reyes. Eres más peligroso que este bourbon.

-Y yo aún no empiezo -replicó él, guiñándole un ojo mientras servía el trago con elegancia.

Así era Noah Reyes:

El bartender favorito de todos. Sarcástico, encantador, y con esa forma de mirar que hacía que uno olvidara por qué había entrado al bar en primer lugar.

-Segunda vez que la haces sonrojar esta semana -comentó Lara desde el otro extremo, limpiando vasos.

-Solo cumplo mi deber patriótico. Subir la autoestima nacional a punta de tragos bien servidos y piropos decentes.

-O decentes para ti -rió ella.

Pero entonces, la puerta del bar se abrió.

Y el ambiente... cambió.

No porque hubiera entrado un tipo cualquiera, sino porque entró como si el lugar le perteneciera, aunque nadie lo conociera.

Dante Valenti.

Vestido de negro. Impecable.

Cabello peinado hacia atrás, barba perfectamente delineada, mirada como acero pulido.

No dijo ni una palabra al entrar. Solo observó. Y eso bastó para que todos bajaran el volumen sin notarlo.

Se sentó en una de las esquinas más oscuras del bar. Solo.

No pidió nada. Hasta que Noah se acercó, con una ceja arqueada y una sonrisa ladina.

-No tenemos caviar, pero sí whisky que hace olvidar a tu ex. ¿Te sirve?

Dante lo miró. Apenas un segundo.

Frío, pero curioso.

-Doble. Sin hielo. -dijo al fin, con voz grave.

-Así me gusta. Directo al corazón -murmuró Noah mientras servía la bebida.

Y por un instante, sus manos se rozaron.

Nada especial. Nada evidente.

Pero suficiente para que Dante lo notara.

Noah volvió a la barra, y durante las siguientes dos horas, Dante no se movió.

Observaba. Escuchaba. Bebía.

Y lo miraba. Más de lo que quería admitir.

Noah fingía no notarlo. Pero lo notaba.

Lo sentía. Como un pulso lejano, acechando.

Y entonces, ocurrió.

La puerta se abrió de nuevo.

Cinco hombres armados. Sin delicadezas. Sin intención de pasar desapercibidos.

No venían a beber. Venían a matar.

-¡Dante Valenti! -gritó uno, apuntando directamente al rincón donde él estaba sentado.

La clientela estalló en gritos. Mesas cayendo. Vidrios rotos.

Dante se agachó, ya sacando su arma.

Y fue entonces cuando Noah saltó la barra.

Como si lo hubiera hecho toda su vida.

-¡Lara, al suelo! -gritó, mientras lanzaba una botella contra uno de los atacantes.

Se movía rápido. Preciso. No como un bartender.

Como alguien entrenado.

Golpeó al primero con una patada directa en el pecho. Desarmó al segundo con una llave limpia y le rompió el brazo de un solo movimiento.

Tres segundos. Dos hombres en el piso.

Dante lo miró desde su cobertura, sorprendido.

El tercero intentó disparar, pero Noah le lanzó un cuchillo de cocina -que nadie sabía que guardaba bajo la barra- directo a la pierna.

-¡Qué maleducados! -gritó Noah entre jadeos- ¡Ni siquiera pidieron el menú!

Cuando el último atacante cayó, el bar quedó en silencio. Solo los jadeos, las sirenas lejanas... y los ojos de Dante clavados en Noah.

El bartender, ahora con una ceja sangrando, se giró hacia él y sonrió.

-¿Doble sin hielo, cierto? -bromeó, respirando hondo- Te lo debía. La casa invita.

Y por primera vez... Dante Valenti sonrió.

Pero no fue una sonrisa cualquiera.

Fue la de un hombre que acababa de ver algo que no esperaba. Algo... que iba a cambiarlo todo.

Las sirenas se acercaban.

El bar aún olía a pólvora y miedo. Algunos clientes seguían tirados en el suelo, otros ya se marchaban murmurando. Lara temblaba mientras llamaba a emergencias.

Y en medio del caos... Dante caminó directo hacia él.

Noah se secaba la sangre de la ceja con una servilleta. Ni se giró al escucharlo acercarse.

-Buen espectáculo -dijo Dante, deteniéndose a un metro exacto de él.

-Lo intento -respondió Noah sin mirarlo, con voz tranquila-. Aunque normalmente me aplauden, no me apuntan.

-¿Dónde aprendiste a pelear así?

-YouTube.

Dante frunció el ceño.

Noah se giró por fin, con una media sonrisa en los labios.

-Mira, "hombre misterioso de traje oscuro". Me alegra que estés vivo. En serio. Pero ya hice mi buena acción del día. ¿Estamos? Así que si me vas a dar las gracias o a dejar propina, adelante. Si no, tengo que limpiar vidrios y fingir que esto nunca pasó.

Dante dio un paso más cerca.

Su presencia era como una sombra que caía lenta y pesada sobre los hombros.

-No me interesa darte las gracias. Quiero hablar contigo.

-Yo no.

-No suelo pedir las cosas dos veces.

Noah lo miró. Esta vez sin sonrisa.

-Y yo no suelo repetir lo que ya dije: no.

Dante entrecerró los ojos, como si midiera cada gesto del otro, como si tratara de entender por qué un simple bartender hablaba con ese tono, con esa calma. Con ese desafío.

-Estás escondido, ¿verdad? -murmuró Dante, dando un paso aún más cerca-. No eres lo que aparentas. Alguien con tus reflejos, tu precisión... eso no se aprende sirviendo tragos.

-Y tú tampoco eres solo un cliente aburrido -respondió Noah, ahora más serio-. Pero no ando por ahí sacando verdades ajenas.

-¿Quién eres?

-El tipo que acaba de salvarte el culo -dijo Noah, dejando caer la servilleta ensangrentada-. Y que no quiere formar parte de tus negocios turbios.

-¿Y si ya lo eres, aunque no lo sepas?

Noah rió, pero sin humor.

-¿Siempre hablas en acertijos, o solo cuando alguien te dice "no"?

Dante lo observó en silencio durante un largo momento. Después sacó una tarjeta negra de su bolsillo y la dejó sobre la barra.

-Tienes 24 horas. Cuando cambies de opinión, sabrás cómo encontrarme.

-Spoiler: no voy a cambiarla -murmuró Noah, sin siquiera mirar la tarjeta.

Pero Dante ya se marchaba.

Con la misma elegancia con la que había llegado.

Sin mirar atrás.

Aunque Noah sí lo siguió con la mirada.

No por miedo. No por interés.

Sino porque algo en él lo desconcertaba profundamente.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022