Me paré en silencio en el gran salón de la familia Valdepeña, el vino tinto en mi copa reflejaba las luces brillantes del candelabro.
Esta noche era la gala anual, y también la noche de mi compromiso con Javier Valdepeña.
En mi vida pasada, esta noche fue el comienzo de mi infierno.
Fui traicionada, humillada, y mi familia, los Montoya, custodios del legendario vino "Sol de Otoño", fue destruida.
Javier me utilizó para obtener la fórmula secreta y luego me descartó como basura, dejándome morir en el mar helado mientras él celebraba con su verdadero amor, Sofía Ríos.
Pero ahora, he renacido.
Estoy de vuelta en el punto de partida, con todos los recuerdos de mi vida pasada. Esta vez, la presa se ha convertido en la cazadora.
El patriarca, Elías Valdepeña, carraspeó, su voz resonando en el salón.
"Gracias a todos por venir. Hoy, no solo celebramos otro año de éxito, sino que también formalizamos la alianza entre los Valdepeña y los Montoya con el compromiso de mi hijo, Javier, y la señorita Isabela Montoya".
Los aplausos llenaron la sala.
"Y como dicta la tradición de los Montoya, el compromiso se sellará cuando el novio resuelva el 'rompecabezas de cata', demostrando ser digno de la herencia del 'Sol de Otoño'".
Todos los ojos se volvieron hacia el escenario, donde una fila de copas de vino esperaba.
Pero Javier no estaba allí.
Su asiento estaba vacío.
Elías frunció el ceño. "¿Dónde está Javier?"
Un ayudante se acercó y susurró: "El joven maestro dijo que tenía una migraña repentina y que necesitaba descansar".
Una migraña. La misma excusa que en mi vida pasada.
Sabía exactamente dónde estaba. Estaba en un pequeño evento benéfico al otro lado de la ciudad, sosteniendo la mano de Sofía, prometiéndole el mundo.
El tiempo pasaba. Los invitados empezaron a murmurar. La vergüenza de la familia Valdepeña era palpable.
Justo cuando Elías estaba a punto de disculparse, las puertas del salón se abrieron de golpe.
Javier entró, no con aspecto arrepentido, sino radiante. A su lado, agarrada a su brazo, estaba Sofía Ríos, con una expresión de inocencia victimista en su rostro.
Ignoró a su padre. Ignoró a la multitud.
Caminó directamente hacia el centro del salón, se arrodilló frente a Sofía y le suplicó a su padre.
"Padre, amo a Sofía. Por favor, bendice nuestra unión".
El salón quedó en un silencio sepulcral.
Luego, se volvió hacia mí, su mirada llena de desdén.
"Para mantener la alianza, Isabela puede ser una socia secundaria. Una amante, si quieres llamarlo así".
La humillación cayó sobre mí como una ola helada.
Los susurros se convirtieron en risas ahogadas.
En mi vida pasada, lloré y supliqué. Esta noche, simplemente levanté mi copa.
"Javier, el rompecabezas de cata. Es la condición para la alianza. Sin él, no hay trato".