De Esposa Suave a Reina
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Capítulo 2

El parto fue largo y difícil. Cuando finalmente escuché el llanto de mi bebé, todo el dolor pareció desvanecerse. La partera me la entregó.

"Es una niña, señora Isabella. Una niña preciosa" .

La miré. Era perfecta. Pequeña, con un mechón de pelo negro y los ojos de mi padre. La llamé Paloma. Mi pequeña paloma, mi símbolo de paz en medio de esta guerra.

Pero la paz duró poco.

Al día siguiente, mientras sostenía a Paloma en mis brazos, las cuatro criadas entraron en mi habitación. No venían a servir, venían con un propósito. Soledad, siempre la más directa, habló primero.

"Isabella, tenemos algo que decirte" .

Esperanza estaba pálida, con la mirada en el suelo. Luz se tocaba el vientre con una sonrisa nerviosa. Pilar lloraba en silencio.

"Estamos embarazadas" .

La frase de Soledad cayó como una piedra en un pozo silencioso.

"Las cuatro" .

Miré sus rostros, uno por uno. La ambición de Soledad, la vanidad satisfecha de Luz, la vergüenza de Pilar y la tristeza de Esperanza. Mi mundo, que ya estaba inclinado, se derrumbó por completo.

En ese momento, Doña Elvira entró en la habitación. Su rostro, que había estado sombrío por el nacimiento de una nieta, se iluminó con una alegría monstruosa al ver a las cuatro criadas.

"¡Cuatro! ¡Cuatro posibles herederos varones!" .

Se acercó a mí, su voz un silbido venenoso.

"Escúchame bien, peruana. Esta niña no es suficiente. Pero cuatro hijos de mi Mateo... eso asegura nuestro legado. Aceptarás a estas mujeres como las concubinas de tu esposo. Vivirán aquí, y sus hijos serán criados como príncipes del cártel" .

Sentí que el aire me faltaba. La traición de Mateo era una cosa, pero esto... esto era una profanación de todo lo que yo era.

"No" .

Mi voz fue un susurro, pero firme.

"Quiero volver a mi casa. Con mi padre. En Perú" .

Mateo apareció en la puerta, con una sonrisa triunfante.

"No irás a ninguna parte, Isabella. Tu lugar está aquí, conmigo. Eres mi esposa" .

Las criadas, lideradas por Soledad y Luz, cayeron de rodillas.

"Por favor, patrona, no nos abandone" , suplicó Luz. "Si nos vamos, estamos manchadas. Nadie nos querrá. Nuestras familias nos repudiarán" .

Soledad añadió, con una lógica fría: "Nuestros hijos son la sangre de su esposo. Merecen un lugar en esta casa. Y nosotras también" .

Estaba atrapada. Rodeada por la ambición de mi esposo, la crueldad de mi suegra y la traición de las únicas personas en las que creía confiar. Sostuve a Paloma con más fuerza, su pequeño cuerpo era mi único ancla en este mar de locura.

                         

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