La Venganza de La Madre Decepcionada
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Capítulo 1

El calor de Jerez en verano es sofocante, pero en la fiesta de la bodega de mi marido, el aire acondicionado mantenía un frío artificial.

Isabella, la amante de Mateo, lucía un vestido de flamenco hecho a medida, rojo como la sangre, mientras guiaba a un grupo de invitados por la sala de barricas.

Mi hija Lucía, de seis años, se aferraba a mi mano, observándola con una desconfianza impropia de su edad.

De repente, un grito agudo.

El vino tinto manchaba el impoluto vestido de Isabella.

Sus ojos buscaron inmediatamente a mi hija.

"¡Ha sido ella! ¡Esta niña malcriada me ha tirado la copa encima!"

Lucía negó con la cabeza, sus pequeñas coletas temblando.

"No he sido yo. Tú te has tropezado sola."

Mateo se acercó, su rostro una máscara de irritación. No miró a nuestra hija, solo a Isabella.

"¿Qué ha pasado?"

"¡Tu hija, Mateo! ¡Me ha arruinado el vestido y se niega a disculparse!"

Él finalmente bajó la vista hacia Lucía, su voz fría como el hielo.

"Lucía, pide perdón a Isabella."

"Pero papá, yo no he hecho nada."

La paciencia de Mateo se agotó. Agarró a Lucía bruscamente por el brazo.

"No solo eres una mentirosa, sino que además eres maleducada. Tu madre no te está enseñando nada bueno."

Me interpuse entre ellos.

"Mateo, es solo una niña. Y es solo un vestido."

Él se rio, una risa cruel que no llegó a sus ojos.

"¿Solo un vestido? Esta es mi casa, mi fiesta. Y esta niña es mi vergüenza."

Luego, su mirada se volvió malvada.

"Ya que le gusta tanto la bodega, pasará la noche en una. La bodega vieja. Sola."

Mi sangre se heló. La bodega vieja era un sótano abandonado, húmedo, sin ventilación y lleno de alimañas.

"No puedes hacer eso. Es peligroso. Hay escorpiones."

Mateo sonrió con desprecio, dirigiéndose a mí.

"¿Y qué? Tú eres la experta, ¿no? La gran enóloga que entiende el 'terroir' y los microbios. Con una madre como tú, ¿acaso puede morir ahí dentro?"

Me empujó a un lado y arrastró a Lucía, que lloraba y me llamaba a gritos.

"¡Mamá! ¡Mamá, ayúdame!"

Los invitados desviaban la mirada, incómodos pero en silencio. Nadie se atrevía a contradecir al dueño de la finca.

Vi cómo la pesada puerta de madera de la bodega vieja se cerraba, encerrando a mi hija en la oscuridad. El sonido del cerrojo al girar fue el sonido de mi mundo rompiéndose.

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