"¡No puedes hacer eso!" gritó Javier, su voz rompiéndose por la furia. "¡Ella no es un trozo de tierra!"
Mi padre, Arturo, se recuperó del shock inicial y me miró con puro odio. "Mateo, esto no es una broma. Retira lo que has dicho."
"¿Por qué? Es una excelente idea de negocio," respondí con calma, sirviéndome más vino. "Y además, me gusta. Tiene carácter."
Mi madre, Isabel, intervino con su falsa dulzura. "Hijo, por favor. No es el momento. Javier y Carlos solo quieren lo que les corresponde."
"¿Les corresponde?" pregunté, arqueando una ceja. "No sabía que el testamento de mi abuelo mencionara a los hijos de un torero."
Carlos se puso de pie junto a su hermano. "Escucha, niñato. Hemos sido pacientes. Queremos el control. Todo."
La demanda quedó suspendida en el aire, clara y directa. Ya no había sutilezas. Querían robarme mi herencia a la cara.
Fue la línea que no debían cruzar.
Lentamente, dejé mi copa sobre la mesa. El sonido del cristal contra la madera fue el único ruido.
Luego, con un movimiento rápido y violento, volqué toda la mesa.
Platos, copas y comida se estrellaron contra el suelo de piedra. El vino tinto manchó el mantel blanco como si fuera sangre.
Sofía ahogó un grito. Mi madre retrocedió horrorizada. Mi padre me miró con una mezcla de miedo y rabia.
Javier, sorprendido, no tuvo tiempo de reaccionar. Agarré una botella de vino vacía y se la estrellé en la cabeza. No con fuerza para matarlo, pero sí para dejarle claro quién mandaba.
Cayó al suelo, aturdido y sangrando.
Carlos intentó abalanzarse sobre mí, pero me interpuse, con el cuello roto de la botella en la mano.
"Quieto."
Mi voz era un susurro helado.
Se detuvo en seco, con los ojos fijos en el cristal afilado.
"Esta es mi casa. Mi bodega. Mi dinero," dije, mirando a cada uno de ellos. "Y esta es la primera y última advertencia."
Mi mirada se posó en Sofía, que me observaba desde su rincón, pálida como un fantasma.
"Para todos."
Me di la vuelta y me marché, dejando atrás el caos, el miedo y el sonido de los sollozos de mi madre sobre el cuerpo de Javier.
Mi reputación de "loco impredecible" acababa de ser reafirmada. Y eso era exactamente lo que quería.
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