No Se Juega con el Agente Especial
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Capítulo 2

Santiago intentó rodearlos, pero Ricky extendió un brazo, deteniéndolo.

"No tan rápido. Nadie se va de mi fiesta sin mi permiso."

El rostro de Santiago permaneció impasible.

"No es tu fiesta, Ricky. Y necesito irme."

"Claro que lo es", se jactó Ricky. "Este club de campo es de mi padre. Así que, técnicamente, todo aquí es mío."

Valeria se rió, un sonido agudo y desagradable.

"¿Ves, Santi? Ricky es el dueño de todo. Deberías mostrar más respeto."

Santiago los miró a los dos, un cansancio profundo asentándose en sus huesos.

"Miren, no quiero problemas. Simplemente déjenme ir."

Su calma parecía enfurecer aún más a Ricky.

"¿Problemas? El único con problemas aquí eres tú. Pero, ¿sabes qué? Estoy de buen humor. Te daré una oportunidad."

Ricky sacó una billetera gruesa y sacó un fajo de billetes de quinientos pesos.

"Lame mis zapatos, Vargas. Y estos diez mil pesos son tuyos. Probablemente es más de lo que ganas en un mes, ¿no?"

Javier corrió hacia ellos, con el rostro pálido.

"Ricky, ya basta. Déjalo en paz."

Ricky lo apartó de un empujón.

"No te metas, Javier. Esto es entre 'ganadores' y 'perdedores'."

Valeria se acercó a Santiago, su perfume caro invadiendo su espacio personal.

"¿Qué pasa, Santi? ¿El gato te comió la lengua?"

Ella lo miró de arriba abajo, su expresión llena de desdén.

"¿Sabes? En la prepa me gustabas un poco. Eras inteligente, misterioso."

Santiago no dijo nada. Apenas la reconoció. La chica que recordaba se había desvanecido, reemplazada por esta caricatura materialista.

"Pero mírate ahora", continuó ella. "Un fracasado. Yo tomé la decisión correcta al elegir a Ricky."

Se colgó del brazo de Ricky, presumiéndolo como un trofeo.

"De hecho, Ricky", dijo ella, con una idea repentina y cruel, "¿por qué no le damos un trabajo? Siempre necesitamos un chofer. Podrías conducir mi coche nuevo."

La oferta era la máxima humillación. No solo era un trabajo servil, sino que implicaba que él ni siquiera era digno de conducir el coche de Ricky, solo el de ella.

La multitud estalló en carcajadas.

Santiago sintió que algo se rompía en su interior. No era ira, sino una fría y definitiva resolución.

"No", pensó para sí mismo. "Nunca más."

Decidió en ese instante que esta sería la última vez que permitiría que estas personas insignificantes lo afectaran. Cortaría todos los lazos, para siempre.

Mientras el eco de las risas se apagaba, Santiago se enderezó.

"Ya tuve suficiente de este circo", dijo, su voz tranquila pero firme. "Me voy ahora."

Intentó pasar de nuevo.

Ricky golpeó una mesa cercana con el puño, haciendo que las copas de champán temblaran. El sonido cortó el aire.

"¡Seguridad!"

Dos hombres corpulentos con trajes negros y audífonos se materializaron a su lado, saliendo de las sombras.

"Nadie se mueve", gruñó Ricky, su rostro enrojecido por la ira.

Señaló a Santiago.

"Este tipo no se va a ninguna parte hasta que yo lo diga."

            
            

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