La Sombra de los Castillo
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Capítulo 2

Crecer en la hacienda de los Castillo fue una lección diaria de sumisión.

Aprendí a ser invisible, a caminar con la cabeza gacha y a no hacer ruido. Era la hijastra no deseada, un fantasma tolerado que vivía peor que los sirvientes.

Mi madre, Sylvia, se sumergió en su nueva vida de lujos. Se olvidó de que yo existía. Para ella, yo era solo un recordatorio vergonzoso de su pasado pobre.

Máximo se encargó de que cada día fuera un tormento.

Sus humillaciones eran públicas, calculadas para herirme donde más dolía.

Un día, volviendo de la escuela del pueblo, una lluvia repentina había convertido las calles en un lodazal. Llegué a la hacienda con los zapatos escolares baratos cubiertos de barro.

Máximo me estaba esperando en el patio principal, rodeado de sus sicarios.

"Garcia" , me llamó con esa voz que yo odiaba.

Me detuve en seco.

"Ven aquí" .

Avancé lentamente, con el corazón martilleándome en el pecho.

Señaló sus botas de cuero, impecables y caras. "Límpiamelas" .

Los hombres se rieron. Sentí sus miradas sobre mí, pesadas y burlonas.

"De rodillas" , ordenó.

Miré a mi alrededor, buscando una salida, una ayuda que nunca llegaría. Mi madre estaba seguramente en el spa o de compras.

No tenía opción.

Me arrodillé en el suelo de piedra y empecé a limpiar sus botas con un trapo viejo que me tiró.

Mis manos temblaban. Las lágrimas se mezclaban con el barro.

Cuando terminé, me miró con desprecio.

"Cobarde" , escupió.

Y luego, me pateó en el costado. Caí al suelo, sin aire.

"No tienes agallas, igual que tu madre" .

Soporté todo. Soporté los insultos, los empujones, el aislamiento. Lo soporté porque la hacienda, con todo su horror, era mi única oportunidad.

Mi único objetivo era terminar el bachillerato. Estudiar era mi única vía de escape.

No podía volver a la miseria de mi antiguo barrio. Prefería la jaula de los Castillo a morir de hambre en las calles. Así que aguanté, día tras día, año tras año.

            
            

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