Capítulo 3

Una tarde, mientras la capataz contaba el dinero de la jornada, llena de optimismo y hablando de la casa que compraría en Bogotá, un coche de lujo, negro y brillante, subió por el camino de tierra hacia la plantación.

Nunca habíamos visto un vehículo así en el pueblo. El polvo se levantaba a su paso, cubriendo las plantas de café.

"¡Son ellos! ¡Deben ser los Castillo!", exclamó la capataz, con los ojos brillando de codicia. "¡Vienen a agradecerme! ¡Quizás traen a Scarlett de visita!"

Corrió hacia la puerta, alisándose el vestido y tratando de parecer presentable.

Yo me quedé quieta, observando desde la sombra de la casa. Mi corazón no se aceleró. No sentí miedo, solo una fría calma.

El momento había llegado.

El coche se detuvo bruscamente frente a la casa. Las puertas se abrieron, pero no salió ningún sirviente sonriente.

En su lugar, dos hombres corpulentos salieron y abrieron la puerta trasera.

La capataz se adelantó, con una sonrisa falsa en el rostro.

"Señor Castillo, señora Castillo, qué sorpresa tan agradable..."

Su voz se apagó.

Desde el coche, los hombres sacaron un bulto y lo arrojaron al suelo polvoriento.

Era Scarlett.