El aire dentro del autobús era sofocante, cargado con el olor a laca barata y a nerviosismo. Afuera, el sol de Sevilla caía a plomo, pero aquí dentro, el ambiente era gélido.
Faltaba una hora para que cerraran las inscripciones del Concurso de Danza Juvenil de la Feria de Abril. Una hora.
Y estábamos parados. Esperando.
"¿Dónde está Scarlett? ¿Alguien la ha llamado?" La voz de Máximo, mi novio y el líder de nuestro grupo de baile, sonaba tensa.
"Dijo que se le olvidó la flor para el pelo, que volvía a por ella", respondió alguien desde el fondo.
"¡Esa flor es crucial para su traje! ¡Tenemos que esperarla!" Máximo lo declaró como si fuera una orden sagrada.
Sentí un escalofrío que no tenía nada que ver con el aire acondicionado. Este momento, esta misma conversación, la había vivido antes. En mi vida pasada, este fue el principio del fin.
En esa vida, yo les rogué. Les supliqué que pensáramos en el concurso, en el futuro de todos. Me llamaron egoísta, celosa. Y al final, cedí. Llegamos tarde, yo morí en la fiesta de después por una alergia provocada, y mi madre, destrozada, murió en un accidente intentando buscar justicia para mí.
Todo por una flor. Todo por Scarlett.
Vi cómo Máximo me miraba, esperando que yo, como colíder, apoyara su decisión. Los demás miembros del grupo también me observaban, con una mezcla de impaciencia y desafío.
"Luciana, ¿tú qué dices? Scarlett es tu mejor amiga, seguro que lo entiendes."
"Sí, Luciana, no seas tan estricta siempre."
Las voces eran las mismas. Las acusaciones veladas, también.
Pero yo ya no era la misma.
Respiré hondo, sintiendo el peso de la muerte en mis hombros. Miré a Máximo, a sus ojos ciegos de amor por otra, y luego a los rostros de los que me traicionarían.
"Tenéis razón", dije, mi voz sorprendentemente calmada, casi indiferente. "Hay que esperarla."
Un murmullo de alivio recorrió el autobús. Máximo me sonrió, satisfecho.
"Pero yo me encuentro un poco mal", continué, llevándome una mano a la frente. "El calor, los nervios... Voy a subirme al autobús a descansar un poco. Avisadme cuando llegue."
Sin esperar respuesta, me di la vuelta y subí los escalones del vehículo. Me senté en un asiento junto a la ventana, dándoles la espalda.
Saqué mi móvil. No llamé a Scarlett. No le escribí a Máximo.
Le envié un mensaje a mi madre.
"Mamá, el plan empieza ahora. Prepara todo."
Apoyé la cabeza en el cristal frío y observé al grupo que esperaba abajo. Se reían, bromeaban, completamente ajenos a la catástrofe que ellos mismos estaban eligiendo.
En mi vida pasada, yo lloré por ellos.
En esta, ellos llorarían por sí mismos.