Cicatrices de Vino y Sangre
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Capítulo 2

Máximo intentó abrir la caja en ese mismo momento, con curiosidad.

-Espera -lo detuve, poniendo mi mano sobre la suya-. Ábrela el día del nacimiento. Si no, no será una sorpresa.

Él sonrió, obediente, y guardó la caja en un cajón de su escritorio. Era tan fácil manipularlo cuando se trataba de mí, la mujer a la que supuestamente amaba.

Mientras se duchaba, tomé su móvil.

La contraseña, por supuesto, era la fecha de nacimiento de Sofía.

El fondo de pantalla era una foto de ella, sonriendo en un campo de lavanda.

La galería estaba llena de miles de fotos suyas, robadas, tomadas a distancia, desde todos los ángulos posibles.

En sus notas, encontré un diario detallado. No sobre su vida, sino sobre la de ella. Sus gustos, sus aversiones, las marcas de ropa que usaba, los restaurantes que frecuentaba. Una obsesión documentada.

Y en una aplicación de mensajería, un chat consigo mismo. Un monólogo interminable donde volcaba su amor no correspondido y, para mi horror, el plan detallado para asesinar a mi padre. El día, la hora, el coche que usarían para provocar el "accidente". Todo estaba allí.

Al día siguiente, con las pruebas guardadas en mi propio teléfono, llamé a un abogado. Le di instrucciones claras para preparar los papeles del divorcio.

Después, solicité un visado para irme a vivir a España, a la región de La Rioja. Sabía que Máximo nunca podría seguirme hasta allí. Le tenía un pánico atroz a volar desde que sobrevivió a un accidente aéreo en su juventud. Era su única debilidad, y yo la iba a usar.

Para completar los trámites, necesitaba mi pasaporte. Estaba en la finca familiar, la casa donde crecí, ahora hogar de mi madrastra y de Sofía.

Conduje hasta allí, sintiendo un nudo de hielo en el estómago.

Justo cuando llegaba, vi el coche de Máximo aparcado en la entrada. Él bajaba del asiento del conductor y abría la puerta del copiloto.

Con una ternura que nunca me había dedicado a mí, tomó a Sofía en brazos.

-Máximo, ¿no tenías una reunión importante en la bodega? -le pregunté, mi voz sonaba plana, sin emoción.

Él se sobresaltó al verme.

-Luci, no lo malinterpretes. Sofía recibió el alta del hospital por su fiebre e Iván está de viaje de negocios. Solo la estaba ayudando a llegar a casa.

Sofía, desde los brazos de mi esposo, me sonrió con una malicia que no se molestó en ocultar.

-Sí, cuñada. Tuve que llamar a Máximo, y llegó en menos de quince minutos. Es tan atento conmigo.

Quince minutos. Un trayecto que normalmente lleva cuarenta. La urgencia del amor verdadero.

            
            

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