Cicatrices de Vino y Sangre
img img Cicatrices de Vino y Sangre img Capítulo 3
4
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

-¿Por qué me miras así, Luci? -preguntó Máximo, intentando sonar ofendido-. Solo estoy ayudando a tu hermana. Deberías ser más comprensiva.

No respondí. Mi silencio pareció ponerlo nervioso.

Sofía se removió en sus brazos.

-Máximo, bájame. Puedo caminar. No quiero que mi cuñada piense mal de nosotros.

Su voz era dulce, pero sus ojos me lanzaban dagas. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

-Claro que no, estás débil -dijo Máximo, apretándola más contra su pecho-. No voy a dejar que te esfuerces.

Entramos en la casa. Mi madrastra, Helena, corrió hacia ellos, ignorándome por completo.

-¡Mi niña! ¿Cómo te encuentras? Máximo, gracias por traerla. Eres un ángel.

Helena me lanzó una mirada de puro desprecio.

-¿Y tú qué haces aquí? ¿No deberías estar en casa descansando con ese embarazo?

-Vine a buscar mi pasaporte -dije, yendo directamente hacia mi antigua habitación.

Máximo la siguió.

-Helena, no seas tan dura con Luciana. Está sensible por el embarazo.

Su defensa era una farsa. Solo quería mantener la paz para poder seguir cuidando de Sofía sin problemas.

Mientras estaba en mi cuarto, cogiendo el pasaporte del cajón, escuché a mi madrastra hablar con Máximo en el pasillo.

-Iván y yo nos vamos de viaje una semana. Sofía no puede quedarse sola. Se quedará en vuestra casa.

Salí de la habitación.

-No. En mi casa no se queda.

Máximo me miró, suplicante.

-Luci, por favor. Es solo una semana. Contrataré más personal para que no tengas que preocuparte por nada. Una enfermera, un cocinero, lo que haga falta.

Todo por ella. Siempre todo por ella.

-Haz lo que quieras -dije, dándome la vuelta.

No me importaba. De hecho, me venía bien. Que estuvieran todos juntos, que se relajaran, que bajaran la guardia. Mi plan seguía en marcha.

Los días que siguieron fueron una tortura calculada.

Sofía se instaló en nuestra casa como si fuera la reina.

Una mañana, se quejó de que el olor del jardín de jazmines que mi padre había plantado para mí le daba dolor de cabeza.

Al día siguiente, Máximo había arrancado todas las plantas de raíz.

-Una plaga, mi amor -me dijo, con la cara muy seria-. Los agrónomos dijeron que no había nada que hacer.

Mentiroso.

Una tarde, mientras bajaba las escaleras, Sofía me acorraló. Estábamos solas.

-Sabes que Máximo me ama a mí, ¿verdad? -susurró, acercándose a mi oído.

No respondí. Apreté la barandilla con fuerza.

-¿Quieres saber un secreto? -continuó, su aliento olía a veneno-. Tus dos abortos anteriores no fueron una casualidad. Fue Máximo. Él no te amaba, no quería tus hijos.

Mi mundo se tambaleó.

-¿Sabes por qué este sí ha llegado tan lejos? -sonrió con crueldad-. Porque yo no puedo tener hijos después del trasplante. Y le dije a Máximo que quería uno. Este bebé, en cuanto nazca, me lo va a dar a mí.

La rabia me cegó. La empujé.

                         

COPYRIGHT(©) 2022