La Familia Secreta De Mi Prometido
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Capítulo 3

La noche fue una tortura. Di vueltas en la cama, la ausencia de Ricardo a mi lado se sentía como un abismo. Cada vez que cerraba los ojos, mi mente se llenaba de recuerdos, fragmentos de nuestra historia que ahora parecían manchados por la mentira.

Recordé la primera vez que lo vi. Fue en una galería de arte. Yo estaba admirando una pintura y él se acercó.

"Tiene buen gusto", me dijo con una sonrisa que iluminó todo su rostro.

No era el tipo de hombre que normalmente me atraía. Vestía un traje caro, se movía con una confianza que rozaba la arrogancia. Pero había algo en sus ojos, una calidez genuina que me intrigó. Hablamos durante horas esa noche, sobre arte, sobre la vida, sobre nuestros sueños. Me contó de su trabajo en la empresa familiar, de la presión que sentía, pero también de su deseo de una vida simple, auténtica. Me sentí atraída por esa dualidad, por el hombre de negocios exitoso que anhelaba la paz.

Recordé su propuesta de matrimonio, un año después. Me llevó a un viñedo en Valle de Guadalupe. Al atardecer, con el cielo teñido de naranja y púrpura, se arrodilló.

"Sofía", dijo, su voz temblando ligeramente, "contigo he encontrado la paz que siempre busqué. Eres mi ancla, mi hogar. No quiero pasar un solo día de mi vida sin ti. Sé que ambos queremos una vida diferente, sin las complicaciones que otros eligen. Quiero esa vida contigo. Una vida solo para nosotros dos. ¿Quieres casarte conmigo?".

Lloré mientras decía que sí. El anillo era perfecto, el momento era perfecto, él era perfecto. Me prometió honestidad. Me prometió un futuro construido sobre la confianza. Y yo le creí cada palabra.

Después de comprometernos, se convirtió en el prometido modelo. Recordaba cada fecha importante, me sorprendía con flores sin motivo, me apoyaba incondicionalmente en mi carrera. Mis amigas lo adoraban.

"Te sacaste la lotería, Sofía", me decía mi mejor amiga, Laura. "Es guapo, exitoso y te trata como a una reina. Y encima, ¡no quiere hijos! Es el unicornio de los hombres".

Yo sonreía, sintiéndome la mujer más afortunada del mundo. Había construido mi vida alrededor de él, alrededor de nuestras promesas. Una vida cuya base, ahora me daba cuenta, podía ser una completa farsa.

El torrente de recuerdos felices me ablandó por un momento. ¿Cómo podía el hombre que me miraba con tanta devoción, el que conocía cada uno de mis miedos y sueños, ser capaz de un engaño tan monumental? Quizás su negación había sido real. Quizás mi acusación lo había herido de verdad.

Me senté en la cama, la luz del amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana. Tal vez debería esperar. Darle la oportunidad de explicar, de resolver el "malentendido" como había prometido. El amor que sentía por él luchaba contra la traición que me quemaba por dentro.

Pero entonces, la imagen del nombre en el correo de la escuela volvió a mi mente. "Ricardo Velasco Jr.". Era demasiado específico, demasiado real para ser una coincidencia. La secretaria no había dudado.

La espera se volvió insoportable. No podía ir a trabajar. No podía pensar en nada más. La ansiedad era una bestia que me devoraba desde adentro. No podía quedarme aquí, esperando a que Ricardo controlara la narrativa, a que me presentara otra mentira bien construida.

Necesitaba ver la verdad con mis propios ojos.

Me levanté de la cama con una nueva determinación. Me vestí con lo primero que encontré, unos jeans y una camiseta. No me maquillé, no me peiné. No me importaba mi apariencia. Solo me importaba una cosa.

Tomé las llaves de mi auto y salí de la casa. No le dije a nadie a dónde iba.

Iba a ir a esa escuela. Ahora mismo. Iba a esperar a la hora de la salida y ver quién recogía a ese niño. Iba a enfrentar a quien fuera necesario. La incertidumbre me estaba matando, y prefería una verdad dolorosa a una mentira reconfortante.

Mientras conducía, el corazón me latía con fuerza contra las costillas. Tenía miedo de lo que iba a descubrir, pero tenía más miedo de seguir viviendo en la oscuridad.

            
            

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