Me reconoció mientras le ofrecía una copa, su sonrisa se torció en una mueca de desprecio.
"Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí, a la gran diseñadora Sofía."
Su voz era fuerte, arrastrando las palabras para que todos a su alrededor escucharan.
"¿No pudiste conseguir la beca y terminaste sirviendo tragos? Qué triste."
Carlos se quedó a su lado, con una sonrisa de superioridad, sin decir nada, su silencio era una daga más.
La risa de los que los rodeaban me golpeó como una bofetada. Me quedé helada, con la charola temblando en mis manos, deseando que la tierra me tragara.
La desesperación era un abismo negro y profundo. Habían destruido mi carrera, mis sueños, mi vida entera. Todo por una beca.
Cerré los ojos con fuerza, el dolor era tan insoportable que sentí que me ahogaba.
Quiero venganza. Quiero que paguen. Quiero recuperar lo que es mío.
Cuando volví a abrir los ojos, el ruido del glamoroso evento se había desvanecido.
Estaba sentada en un pupitre duro y familiar, el olor a gis y a papel viejo llenaba el aire.
La luz del sol entraba por los grandes ventanales del salón de clases.
Miré mis manos, eran las manos de una adolescente, sin los callos del trabajo duro y mal pagado.
Levanté la vista hacia el pizarrón.
Escrita con gis blanco, la fecha me dejó sin aliento: 15 de marzo.
Tres meses.
Estaba a tres meses de la audición para la beca.
Había vuelto.
Un ruido tremendo me sacó de mi estupor, gritos y aplausos venían del patio de la escuela.
Me asomé por la ventana junto con otros compañeros curiosos.
Lo que vi me heló la sangre.
En medio del patio, Carlos sostenía un ramo de rosas tan grande que apenas podía con él, a sus pies, un enorme corazón hecho con pétalos de rosa.
Levantó un megáfono.
"¡Laura! ¡Te amo! ¡Quiero que todo el mundo sepa que eres el amor de mi vida y que estaremos juntos para siempre!"
Mi corazón se detuvo.
Esa declaración, ese gesto tan exagerado y público, no era propio del Carlos que yo recordaba de esta época, él era más reservado, más calculador.
Esto era un acto de alguien que ya conocía el futuro.
Alguien que sabía que su unión con Laura le traería el éxito.
Él también había vuelto.
Laura bajó corriendo las escaleras, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Se arrojó a sus brazos, pero noté la rigidez en su cuerpo, la forma en que su sonrisa se tensaba en los bordes.
Parecía más abrumada y ansiosa que feliz.
Mientras todos aplaudían el "romance del siglo", yo sentí un frío glacial recorrer mi espalda.
Esto no era una segunda oportunidad, era una segunda ronda.
Y esta vez, yo no iba a perder.
Aparté la vista de la patética escena. Abrí mi libro de texto de historia del arte. Las fechas, los nombres, los estilos, todo fluía en mi mente con una claridad asombrosa.
Los años de lucha, de estudiar por mi cuenta en bibliotecas públicas mientras trabajaba en empleos miserables, no habían sido en vano. Todo ese conocimiento estaba ahí, listo para ser usado.
Me sentí fuerte, sentí una calma peligrosa apoderarse de mí.
Más tarde, mientras caminaba por el pasillo con una pila de libros, alguien chocó contra mí deliberadamente.
Mis libros y mis cuadernos de bocetos se esparcieron por el suelo.
"Uy, perdóname," dijo una voz falsamente dulce.
Era Laura.
Carlos estaba a su lado, mirándome con desdén.
"No te vi, Sofía," continuó Laura, su voz goteando veneno. "Siempre tan distraída, pobrecita."
Algunos de sus nuevos amigos se rieron.
Me agaché sin decir una palabra, recogiendo mis cosas con una calma que los desconcertó.
Cuando junté mi último cuaderno, me levanté y la miré directamente a los ojos.
No había lágrimas, no había ira, solo un vacío frío y calculador.
"No te preocupes," le dije, mi voz era baja y firme. "Pero la próxima vez, fíjate por dónde caminas."
Pasé junto a ellos, sintiendo sus miradas confundidas en mi espalda.
No entendían por qué no estaba llorando o gritando.
No entendían que la Sofía ingenua y frágil que habían destruido una vez, ya no existía.
En su lugar, había alguien que recordaba cada traición, cada lágrima, cada humillación.
Y que usaría cada uno de esos recuerdos como combustible para su venganza.