El recuerdo de esa noche me quemaba por dentro, una humillación tan profunda que se sentía como veneno puro.
Frente a mis ojos, Carlos, mi exnovio, y Laura, mi supuesta mejor amiga, se reían de mí, la 'gran diseñadora Sofía', mientras yo les servía copas como una insignificante mesera.
"¿No pudiste conseguir la beca y terminaste sirviendo tragos? Qué triste", dijo Laura con desdén, su voz arrastrando las palabras para que todos la escucharan.
La risa de la multitud me golpeó como una bofetada, deseando que la tierra me tragara.
Ellos habían destruido mi carrera, mis sueños, mi vida entera, todo por una beca de diseño que me robaron.
El dolor era tan insoportable que sentí que me ahogaba, ahogada por la injusticia, ahogada por la traición.
Cerré los ojos, con un único pensamiento: Quiero venganza. Quiero que paguen.
Al abrirlos de nuevo, el bullicio del evento se desvaneció. Estaba sentada en un pupitre familiar, el olor a gis y papel viejo llenando el aire.
Mis manos eran las de una adolescente, sin los callos del trabajo mal pagado.
La fecha en el pizarrón me dejó sin aliento: 15 de marzo, a tres meses de la audición para la beca.
Había vuelto. Había regresado al punto exacto donde todo comenzó a desmoronarse.
Pero esta vez, no sería la Sofía ingenua. Esta vez, la historia no terminaría igual.
Esta vez, la venganza sería mía.