Renacida: Mi Venganza Dulce
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Capítulo 3

Una semana después, recibí una invitación. Era para la fiesta de compromiso oficial de Mateo y Camila. Se celebraría en el club campestre más exclusivo de la ciudad. La tarjeta, de un elegante papel marfil con letras doradas, se sentía como una bofetada.

Sabía por qué me invitaban. No era por cortesía. Querían restregarme su felicidad en la cara. Querían que todo el mundo me viera, la exnovia abandonada, presenciando el triunfo de la nueva pareja. Querían humillarme públicamente.

En mi vida anterior, la habría roto en mil pedazos y habría llorado toda la noche. Esta vez, sonreí. Era la oportunidad perfecta.

Llamé a la abuela. Su voz, llena de preocupación, fue un bálsamo para mi alma herida.

"Mijita, ¿cómo estás? He estado tan preocupada."

"Estoy bien, abuela. No te preocupes por mí."

"¿Cómo que no me preocupe? Esa... esa Camila. No puedo creer lo que te hizo. Y Mateo... ¡un sinvergüenza!"

Le conté de la invitación. Ella se indignó.

"¡No vayas, Sofía! Es una trampa. Solo quieren hacerte daño."

"Tengo que ir, abuela" , le dije con calma. "Tengo que demostrarles que no me han destruido."

Hubo un silencio al otro lado de la línea. "Ten mucho cuidado, mi niña. Esa gente no tiene alma."

"Lo sé, abuela. Pero yo tampoco tengo piedad."

La noche de la fiesta, elegí mi atuendo con el cuidado de un general preparando su armadura. Un vestido negro, de mi propia creación. Sencillo, elegante, pero con una espalda descubierta que era pura audacia. Unos tacones de aguja que me daban altura y poder. Mi cabello recogido en un moño impecable y un labial rojo sangre. No parecía una víctima. Parecía una depredadora.

Cuando entré al salón, todas las cabezas se giraron. El murmullo de las conversaciones se detuvo por un segundo, reemplazado por un silencio cargado de expectación. Pude sentir los ojos de todos clavados en mí, juzgándome.

Ignoré las miradas y caminé con la cabeza en alto, buscando a los anfitriones de la noche.

Mateo y Camila estaban en el centro del salón, recibiendo felicitaciones. Camila llevaba un vestido blanco, casi de novia, claramente diseñado para provocar. Cuando me vio, su sonrisa se tensó por una fracción de segundo.

"Sofía, qué sorpresa. No pensé que vendrías" , dijo, recuperando su compostura.

"¿Cómo iba a perderme un momento tan feliz para mi hermana?" , respondí, mi voz goteando una dulzura venenosa.

Mateo me miró con una mezcla de fastidio y cautela. "Gracias por venir, Sofía. Es... maduro de tu parte."

"Oh, estoy llena de sorpresas" , le dije, con una sonrisa que no llegó a mis ojos.

Me alejé de ellos y me dirigí a la barra. Pedí una copa de champán y me situé en un lugar donde podía observar sin ser el centro de atención.

Los amigos de Mateo y Camila, un grupo de gente superficial y chismosa, no tardaron en empezar a cuchichear.

"Qué descaro el de Sofía, venir aquí."

"Dicen que está obsesionada con Mateo. No puede dejarlo ir."

"Pobre Camila, tener que aguantar esto en su noche especial."

Dejé que hablaran. Sus palabras ya no me herían. Eran solo ruido de fondo.

Mateo y Camila no me quitaban los ojos de encima. A pesar de estar rodeados de gente, de sonreír y fingir, podía ver que mi presencia los inquietaba. No entendían mi calma. Mi aparente indiferencia los estaba volviendo locos.

Una mujer de mediana edad, amiga de la madre de Mateo, se me acercó. Tenía una mirada compasiva y falsa.

"Querida, lamento mucho lo que pasó" , dijo en voz baja. "Pero debes entender a Mateo. Camila es tan joven, tan llena de vida. A veces los hombres necesitan eso."

Me limité a mirarla y a tomar un sorbo de mi champán.

No satisfecha con mi silencio, continuó: "Quizás deberías concentrarte en tu carrera. Eres una chica talentosa. El amor ya llegará."

"Gracias por su consejo" , dije finalmente, mi tono tan frío que la hizo retroceder un paso.

En ese momento, Mateo subió a un pequeño escenario, con Camila a su lado. Pidió silencio.

"Gracias a todos por venir esta noche a celebrar nuestro amor" , comenzó, con una sonrisa ensayada. "Quiero aprovechar este momento para decir algo importante. Encontrar a Camila ha sido lo mejor que me ha pasado. Ella me ha enseñado lo que es el amor verdadero, un amor sin condiciones, sin presiones."

Sus palabras eran dagas dirigidas directamente a mí. Todos en el salón lo sabían. Sentí sus miradas curiosas y maliciosas sobre mí.

"Algunos de ustedes saben que mi relación anterior fue... complicada" , continuó, y su mirada se encontró con la mía a través del salón. "Y quiero pedirle una disculpa pública a Camila por cualquier dolor que mi pasado le haya causado. Y también a Sofía, por no haber sido el hombre que ella esperaba que fuera."

Era una obra maestra de la manipulación. Se disculpaba, pero al mismo tiempo me pintaba como la exigente, la difícil, la que esperaba demasiado.

El salón estalló en aplausos. Camila miraba a Mateo con lágrimas de cocodrilo en los ojos, interpretando su papel de víctima a la perfección.

Me quedé allí, inmóil, sosteniendo mi copa. En mi vida anterior, habría salido corriendo, humillada.

Pero esta no era mi vida anterior.

Levanté mi copa, en un brindis silencioso hacia ellos. Una promesa. Esto no había terminado. Ni de lejos.

Y cuando sus ojos se encontraron con los míos, vieron algo que los hizo estremecerse. No vieron dolor. No vieron tristeza.

Vieron guerra.

            
            

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