Prisionera Regresa Y Su Venganza
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Capítulo 1

El día que salí de la cárcel, el cielo estaba de un gris tan opaco como los últimos cinco años de mi vida. La puerta de metal rechinó al abrirse, un sonido que pensé que nunca dejaría de escuchar en mis pesadillas, y di un paso hacia una libertad que se sentía extraña, como un traje que ya no me quedaba.

Allí estaba Mateo, mi esposo, recargado en su auto de lujo, el mismo que compramos juntos para celebrar el quinto aniversario de mi empresa. Llevaba un traje impecable y una sonrisa que no le llegaba a los ojos.

Se acercó y me abrazó. Su abrazo se sintió vacío, un gesto aprendido.

"Bienvenida, mi amor. Te extrañé tanto."

Me quedé rígida. No sabía qué sentir. Durante cinco años, me había aferrado a la idea de que todo era un terrible error, una pesadilla de la que despertaría con él a mi lado, diciéndome que todo estaba bien. Él era el gerente de operaciones de mi empresa, mi mano derecha, mi todo.

La empresa, "Sofía Ramírez", era mi sueño hecho realidad. La construí desde cero, con mis diseños, mis manos y cada gota de mi sudor. Y se había derrumbado por un supuesto fraude multimillonario, con pruebas que apuntaban directamente a mí. Perdí mi empresa, mi nombre y mi libertad.

"Vamos a casa, Sofía. Todo va a ser diferente ahora."

Subí al auto en silencio. El cuero olía a nuevo, a una vida que había seguido sin mí. Miré mis manos, ásperas y con cicatrices que no estaban antes. Ya no eran las manos de una diseñadora.

Durante el trayecto, Mateo hablaba sin parar de planes. Un nuevo comienzo, un viaje para nosotros dos, para olvidar el pasado. Yo solo asentía, incapaz de formar palabras. Mi hijo, Diego, no había venido.

"Diego está en la universidad, tenía un examen importante," se excusó Mateo rápidamente. "Pero está ansioso por verte. Ya sabes cómo es."

Lo sabía. O creía saberlo. Diego siempre había sido más apegado a él.

Llegamos a nuestra casa, que ahora se sentía como la casa de un extraño. Todo estaba pulcro, impersonal. Mateo me sirvió una copa de vino.

"Por tu regreso. Por nosotros."

Bebí un sorbo, el líquido amargo en mi garganta. Me sentía agotada, sucia por dentro y por fuera.

"Voy a darme una ducha," dije, mi voz ronca por el desuso.

Mientras el agua caliente caía sobre mi piel, tratando de lavar la mugre de la prisión, escuché a Mateo hablar por teléfono en el cuarto de al lado. Su voz era baja, pero la puerta del baño estaba entreabierta.

"Sí, ya está aquí... No, no sospecha nada. Sigue siendo la misma ingenua de siempre."

Mi corazón se detuvo. El chorro de agua de repente se sintió helado.

"Tranquila, Camila. Todo salió según el plan," continuó Mateo. "La empresa es tuya. Siempre debió serlo. Ella nunca te llegó ni a los talones."

Camila. Mi hermana.

"No te preocupes por Diego. Él hizo su parte, sabe que era por el bien de la familia, por tu bien. Entendió que su madre era un obstáculo para tu talento."

La copa de vino que había dejado en el lavabo se resbaló de mi mano temblorosa y se hizo añicos en el suelo. El ruido fue estruendoso en el silencio de mi mundo que se rompía en pedazos.

La puerta del baño se abrió de golpe. Mateo me miró, con el teléfono aún en la mano. La sonrisa falsa se había desvanecido. En sus ojos no había sorpresa, solo una fría y calculadora indiferencia.

"Veo que escuchaste," dijo, sin una pizca de remordimiento.

"¿Por qué?" fue lo único que pude susurrar. Las lágrimas se mezclaban con el agua de la ducha.

Él colgó la llamada. Su mirada era dura, cruel.

"Porque la amo, Sofía. Y porque ella se lo merecía más que tú. Tú solo tuviste suerte. Camila tiene el verdadero talento. Tú solo eras un nombre."

La traición no era solo de mi esposo. Era de mi hijo. Y de mi propia hermana. Me habían saboteado, me habían metido en una celda para robarme la vida. Y yo, como una tonta, había creído en su amor.

            
            

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