Amor Roto, Venganza Fría
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Capítulo 3

A la mañana siguiente, Alejandro entró en mi habitación sin tocar. La luz del sol entraba a raudales, pero el cuarto se sentía frío y oscuro. Se sentó en el borde de la cama, evitando mis ojos. El olor a café y a su loción cara llenaba el aire.

"Anoche... las cosas se salieron de control," comenzó, su voz monótona y sin emoción. "Camila puede ser un poco impulsiva. Es joven."

Esperé, pero no hubo una disculpa. Solo una excusa vacía. Era su forma de lavar su conciencia, de fingir que le importaba.

Me senté, la manta cubriendo mi cuerpo. "Javier está muerto, Alejandro."

Él suspiró, un sonido de pura impaciencia. "Fue un accidente trágico. Bebió demasiado en la fiesta. Le dije que no condujera."

La mentira era tan descarada, tan insultante. "Tú lo despediste. Lo humillaste frente a todos por defenderme. Y ahora está muerto. ¿Y me dices que fue un accidente?"

"Estás siendo dramática, Isabela," dijo, finalmente mirándome. Sus ojos estaban vacíos de cualquier sentimiento. "Estás molesta por lo de Camila, y lo entiendo. Pero no culpes a otros por tus inseguridades."

La audacia de sus palabras me dejó sin aliento. "¿Mis inseguridades? Me reemplazaste frente a todos con una copia barata de mí y me culpas por estar molesta. Dices que me amas, pero me tratas como basura. ¿Cómo puedes ser tan hipócrita?"

Mi voz se quebró al final, la ira dando paso al dolor.

Él se puso de pie y caminó hacia la ventana, dándome la espalda. "Siempre se trató del poder, ¿no es así, Isabela? Te encantaba ser la mujer del hombre más poderoso de la ciudad. Te encantaba el lujo, la atención. No confundas eso con amor."

Cada palabra era un golpe. Estaba reescribiendo nuestra historia, convirtiendo mis sentimientos en ambición codiciosa para justificar su propia traición. Me estaba pintando como la villana para poder dormir tranquilo por la noche.

"Yo te amaba," susurré, más para mí que para él. "Realmente te amaba, idiota."

Él se rio, un sonido seco y sin humor. "El amor es para los débiles. Pensé que lo habías aprendido a estas alturas."

Me di cuenta en ese momento de que era inútil. Discutir con él era como gritarle a una pared. No había nada detrás de sus ojos, ninguna conexión, ninguna empatía. Estaba completamente solo en su mundo de poder y control.

"Vete," le dije, mi voz apenas un susurro. "Solo vete de mi habitación."

Él se giró, una extraña expresión en su rostro, casi de decepción. Quizás esperaba una pelea más grande, más lágrimas, más drama. Pero yo ya no tenía nada que darle. Estaba vacía.

Se acercó a la mesita de noche y dejó una tarjeta de crédito negra. "Toma. Cómprate algo bonito. Algo que te haga sentir mejor."

La tarjeta yacía allí, brillante y obscena, un insulto a mi dolor. Era su solución para todo: el dinero. Una compensación barata por un corazón roto y una vida arruinada. Ni siquiera la miré.

Cuando finalmente se fue, cerrando la puerta detrás de él, me permití derrumbarme. Me acurruqué en la cama, el cuerpo temblando por los sollozos silenciosos. Me sentía atrapada, sola y aterrorizada. El mundo que conocía se había derrumbado, y no veía ninguna salida.

Horas más tarde, una de las sirvientas más jóvenes, María, entró a limpiar la habitación. Era una chica tímida que rara vez hablaba. Mientras recogía la bandeja del desayuno intacto, deslizó discretamente un pequeño papel doblado en mi mano. Sus ojos me encontraron por una fracción de segundo, llenos de una mezcla de miedo y compasión, antes de volver a su trabajo y salir rápidamente.

Esperé hasta que estuve segura de que estaba sola y desdoblé el papel. La letra era apresurada y casi ilegible.

"No estás sola. Hay una salida. Espera mi señal. - Un amigo."

No había nombre, ni más detalles. Pero era un salvavidas en un océano de desesperación. Alguien más sabía la verdad. Alguien más odiaba a Alejandro tanto como yo. Por primera vez en días, una pequeña y temblorosa llama de esperanza se encendió dentro de mí. Me aferré a ese trozo de papel como si fuera mi única conexión con la vida, un secreto que me mantendría en marcha. El juego no había terminado.

            
            

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