De Chica de Campo A Heredera
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Capítulo 2

Al día siguiente, Sofía llegó a la oficina sintiendo el peso de una noche sin dormir. El aire en el estudio de grabación, normalmente su santuario, se sentía viciado. Sabía que tendría que enfrentarse a Ricardo. Su plan era simple: ser fría, distante y profesional hasta que pudiera presentar su renuncia.

A media mañana, mientras calibraba una consola, un grupo de productores, amigos de Ricardo, entró en su estudio. Uno de ellos, un hombre llamado Javier, la miró con una sonrisa burlona.

"Oye, Sofi" , dijo en voz alta, asegurándose de que los demás escucharan. "Escuché que Ricardo te va a llevar a la gala de la disquera Vargas. ¿Ya sabes qué te vas a poner? Porque, digo, esa gente es de otro nivel. No querrás hacer el ridículo con tus trapitos de pueblo" .

Los demás soltaron risitas. La humillación de la noche anterior volvió a florecer en su pecho, caliente y amarga. La habían etiquetado como una arribista, una chica pobretona que se había enganchado a un hombre exitoso. Y todo era culpa de Ricardo.

Justo en ese momento, Ricardo entró. Vio la escena y frunció el ceño, adoptando su papel de protector.

"Javier, ya basta. Deja en paz a Sofía" , dijo, aunque su tono carecía de verdadera convicción. Se acercó a Sofía y le puso una mano en el hombro. "No les hagas caso, mi amor. Son unos idiotas" .

Sofía se apartó de su tacto como si quemara. Lo miró directamente a los ojos, su mirada fría y analítica.

"¿Por qué piensan eso de mí, Ricardo?" , preguntó en voz baja, pero con una dureza que lo sorprendió. "¿Qué les has contado sobre mí y mi familia?"

Ricardo pareció incómodo por un segundo. Sus ojos se desviaron. "Nada, mi vida. Ya sabes cómo son. Les gusta molestar. Es envidia, porque eres talentosa y estás conmigo" .

Era una mentira tan obvia que a Sofía le provocó asco. Él era el que había construido esa narrativa, la había pintado como una nadie para que su "generosidad" pareciera más grande y para mantenerla aislada y dependiente de él.

"Ya veo" , dijo ella, su voz plana. Se dio la vuelta y volvió a su trabajo, ignorándolo deliberadamente.

Ricardo se quedó a su lado, tratando de recuperar el control. "Oye, esta noche vamos a cenar a ese lugar que te gusta, ¿sí? Para compensar a estos imbéciles" .

"Tengo trabajo" , respondió ella sin mirarlo.

Él suspiró, frustrado. Justo en ese momento, su teléfono, que había dejado sobre la mesa, vibró. La pantalla se iluminó con un mensaje. Antes de que Ricardo pudiera tomarlo, los ojos de Sofía captaron el nombre en la pantalla: "Elena" . Y debajo, una vista previa del mensaje: "Anoche fue increíble, mi amor. No puedo esperar a que nos casemos y nos deshagamos de la mosca muerta esa. Besos" .

La evidencia estaba ahí, cruda y brutal. La "mosca muerta" era ella. Sofía sintió que un hielo se extendía por sus venas, apagando el último rescoldo de dolor y dejando solo una fría y clara resolución.

Ricardo agarró el teléfono y lo guardó rápidamente en su bolsillo, su cara una máscara de pánico mal disimulado.

"Eh... lo siento, mi amor. Es del trabajo. Una emergencia con Elena. Tengo que ir a su estudio. Vuelvo en un rato" , tartamudeó, ya caminando hacia la puerta.

Sofía no dijo nada. Solo lo observó irse, con una calma aterradora. El hombre al que había amado, por el que había considerado dejar su carrera, era una farsa. Un mentiroso y un ladrón.

Se quedó de pie, inmóvil, por un largo minuto. Luego, como si saliera de un trance, se movió con una eficiencia letal. Su teléfono sonó de nuevo. Era otro mensaje de Elena, sin duda destinado a Ricardo pero enviado a ella por error o, más probablemente, a propósito. Una foto de Elena y Ricardo besándose apasionadamente, con el texto: "Para que veas quién manda, perra" .

Sofía ni siquiera parpadeó. Guardó la captura de pantalla. Luego, abrió su correo electrónico y escribió una carta de renuncia corta y profesional, dirigida a su jefe. "Por motivos personales, mi último día será hoy" . Enviar.

Salió de su estudio y caminó hacia la oficina de su colega, Marco.

"Marco, me voy" , dijo con simpleza.

Marco la miró, sorprendido. "¿Cómo que te vas? ¿De vacaciones?"

"No. Renuncié. Vuelvo a casa. A Jalisco" .

Marco abrió los ojos como platos. "¿A Jalisco? ¿Pero... y tu trabajo? ¿Vas a dejar todo esto para... para dirigir un mariachi?"

Sofía sonrió por primera vez en veinticuatro horas. Una sonrisa genuina, aunque teñida de ironía. "Sí. Alguien tiene que hacerlo. Y resulta que la dueña soy yo" .

La cara de Marco era un poema. Él era uno de los pocos que conocía la verdad sobre la familia de Sofía.

"Madre mía. Ricardo no tiene ni idea de con quién se ha metido" , susurró Marco, negando con la cabeza.

"No" , respondió Sofía, su voz ahora firme y llena de una nueva fuerza. "No la tiene. Pero está a punto de averiguarlo" .

            
            

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