La disquera no estaba feliz, "El Jefe" me llamó de nuevo, esta vez su voz era una mezcla de frustración y súplica.
"Rico, los ejecutivos están furiosos, dicen que cancelar el lanzamiento fue una decisión impulsiva y poco profesional, hemos perdido millones en promoción" .
"Lo sé, Jefe, y lo siento, pero era necesario" .
"Necesario, ¿por qué? Porque Diego lanzó una canción similar, ¡deberíamos estar demandándolo, no escondiéndonos!" .
"Porque hubiéramos perdido, Jefe, igual que siempre" .
Silencio. Sabía que él también lo sabía, en el fondo, aunque no quisiera admitirlo.
"La disquera quiere que vuelvas al estudio, quieren otra canción, algo rápido, para recuperar las pérdidas" .
La idea de componer me revolvió el estómago. Si componía, Diego lo sabría. Si creaba algo nuevo, él lo robaría.
"Necesito tiempo" .
"No tenemos tiempo, Rico, tu contrato está en juego" .
Colgué y me dejé caer en el sofá. Presión por todos lados. Pero esta vez, no iba a ceder. Necesitaba entender cómo lo hacía. ¿Cómo era posible que Diego supiera exactamente lo que estaba creando en mi cabeza?
En mi vida anterior, asumí que tenía un soplón, alguien en la disquera, en el estudio. Pero mis padres investigaron, no encontraron nada. Ni un correo electrónico, ni una llamada, ni una filtración. Era como si Diego estuviera conectado directamente a mi cerebro.
Abrí mi laptop y comencé a investigar, no sobre el plagio, sino sobre Diego y Sofía.
Buceé en sus redes sociales, buscando fotos antiguas, conexiones, cualquier cosa que hubiera pasado por alto.
Eran amigos de la infancia, eso lo sabía todo el mundo, era parte de su historia pública. Sofía, la estrella en ascenso; Diego, el chico prodigio que siempre estuvo a su sombra hasta que "floreció" su talento.
Pero al mirar más de cerca, noté algo extraño. En las fotos antiguas, Diego siempre estaba un paso detrás de Sofía, mirándola con una adoración que rayaba en la obsesión. Sofía, por otro lado, parecía disfrutar de esa atención, pero siempre con un aire de superioridad, como una reina con su súbdito más leal.
No parecía una amistad de iguales. Parecía una relación de poder.
Continué investigando y encontré el perfil de Diego en una vieja plataforma de música, de antes de ser famoso. Tenía algunas canciones subidas. Las escuché.
Eran terribles.
Letras torpes, melodías simples y desafinadas. No había ni una pizca del genio que el mundo conocía. Era la música de un aficionado, de alguien sin talento.
¿Cómo podía alguien pasar de eso a componer obras maestras de la noche a la mañana? No tenía sentido.
Entonces, encontré algo que me heló la sangre.
Era una publicación de Diego en su blog, de hacía un par de años, justo antes de su primer gran éxito, una canción que, por supuesto, era idéntica a una que yo acababa de terminar en ese entonces.
La publicación era críptica, hablaba de un "regalo", de un "amuleto" que le había dado una "persona especial" en un viaje al Caribe. Decía que este amuleto "abría los canales de la creatividad" y le permitía "escuchar la música del universo".
En la foto adjunta, había un pequeño objeto de madera sobre una mesa. Era una figura tallada, un santo o algo así. Recuerdo haberlo visto antes.
En el cuello de Sofía.
No, no podía ser. Ella me lo había regalado a mí también, uno similar. Dijo que era un "amuleto de la suerte" de un viaje que hizo con su familia a Cuba. Un recuerdo.
Lo busqué en mi cajón. Allí estaba. Una pequeña figura de un niño con un garabato, Eleguá, el que abre los caminos, según me explicó ella.
¿Y si no era un simple amuleto? ¿Y si era algo más?
La idea era una locura, sonaba a superstición, a magia barata. Pero la alternativa era que Diego era un espía sobrenatural que podía leer mi mente. Y en este punto, nada me parecía imposible.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando mi teléfono sonó de nuevo. Era "El Jefe".
"Rico, hablé con nuestro equipo de seguridad informática, revisaron todo, los servidores, tus dispositivos, los míos. No hay ninguna brecha, ninguna filtración, nada. Es imposible que alguien haya robado esa canción por medios convencionales".
Sus palabras confirmaron mi creciente sospecha.
Esto no era un robo normal.
Esto era algo mucho más oscuro.