Mi corazón se detuvo. Leí el mensaje una y otra vez, "Te he estado esperando". No era una bienvenida casual, era una declaración. Vi cómo el avatar de Héctor, Guerrero de Fuego, se movía rápidamente por el mapa de la ciudad, dirigiéndose al punto de reaparición donde seguramente ella se encontraba. No me dijo nada. Ni un susurro, ni una explicación.
Recordé sus palabras de hacía apenas unos meses, cuando estábamos sentados en la cima de la Montaña del Dragón, viendo un amanecer de pixeles. "No me importa cómo te veas, Sofía. Eres tú, eres Puente del Sur de Bambú, mi compañera. Eso es lo único que importa". Me había prometido que las burlas de los demás no significaban nada, que lo nuestro era diferente. Ahora, esas promesas se sentían como ceniza en mi boca.
Al día siguiente, tenía la reunión más importante de mi carrera. Me puse mi mejor ropa, un traje sastre discreto, recogí mi cabello y practiqué mi presentación frente al espejo hasta que las palabras salieron de forma automática. Tenía que ser profesional, tenía que impresionar al CEO de SolTech. Cuando llegué a la imponente torre de cristal de la empresa, me sentía pequeña e insignificante. Me guiaron a una sala de juntas con una vista panorámica de la ciudad. Y entonces, él entró.
Era Héctor. El mismo rostro carismático de su perfil público, el mismo que había visto en las entrevistas sobre el éxito de su empresa. Era Guerrero de Fuego. Mi cliente, el hombre que me pagaba, era el mismo hombre que estaba a punto de romperme el corazón en el mundo virtual. Sentí que el aire me faltaba, pero logré mantener la compostura.
Él no me reconoció. Para él, yo solo era "S. R.", la ilustradora anónima con la que su asistente se comunicaba por correo. Me miró con una cortesía fría y profesional, sin una pizca de reconocimiento en sus ojos. "¿Usted es la ilustradora? Comencemos, tengo poco tiempo". Hice mi presentación con la voz temblorosa, él apenas levantó la vista de su tableta. La ironía era tan cruel que dolía. En el juego, yo era su pareja; aquí, era una empleada invisible.
Esa misma tarde, el regreso de Princesa Dulce, cuyo nombre real era Ximena, era la única noticia en el juego. Los foros estaban inundados de fotos de ella y Héctor juntos, riendo, abrazándose. Los viejos amigos de Héctor hablaban abiertamente en el chat del gremio, celebrando el regreso de la "verdadera reina".
Fue entonces cuando leí el comentario que lo confirmó todo. Un miembro del gremio le preguntó a Héctor por qué había estado tanto tiempo con alguien como yo. Su respuesta, escrita para que todos la vieran, fue: "Solo estaba pasando el rato mientras esperaba que Ximena volviera. Necesitaba a alguien que me ayudara con las misiones diarias, nada más".
El mundo se vino abajo. No fui un amor, ni siquiera una amiga. Fui una herramienta, un reemplazo temporal. Las burlas de los demás, que antes me parecían ruido de fondo, ahora resonaban en mis oídos como verdades dolorosas. Todos lo sabían, todos menos yo. Era la tonta fea que se había creído un cuento de hadas.