El dulce escape de la esposa sustituta
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Capítulo 4

El rostro de Kael se puso pálido como la muerte. Tomó a Emilia en sus brazos y corrió hacia el hospital más cercano, con una mirada frenética en los ojos.

Camila los siguió, una sombra silenciosa.

La luz fuera del quirófano era de un rojo crudo y frío. Kael caminaba de un lado a otro, con los nudillos blancos mientras apretaba los puños.

Camila se sentó en una banca en la esquina, invisible.

Un médico salió, con el rostro sombrío.

-La paciente está perdiendo mucha sangre. Nos estamos quedando sin su tipo de sangre.

-Tomen la mía -dijo Camila, levantándose-. Tenemos el mismo tipo de sangre.

Kael la miró fijamente, con los ojos desorbitados por la incredulidad.

-Tenemos que salvarla -dijo Camila simplemente.

Se acostó en la cama mientras la enfermera le sacaba sangre. Su rostro estaba pálido, pero sus ojos estaban en calma. Kael se quedó a su lado, observándola, una tormenta de emociones en sus ojos.

Esa extraña sensación había vuelto, más fuerte que nunca.

Empezó a preguntarse. ¿Realmente lo amaba tanto? ¿Lo suficiente como para salvar a la mujer que él amaba?

Después de donar sangre, Camila volvió a la banca. Vio que Kael la estaba mirando.

-¿Por qué no te fuiste? -preguntó él, con la voz áspera.

-Quería explicarle a Emilia que lo que pasó en la tienda fue un malentendido -dijo ella.

La mirada de Kael se intensificó. Dio un paso más cerca.

-Abril... ¿me amas?

Antes de que pudiera responder, las puertas del quirófano se abrieron de golpe.

-La cirugía fue un éxito -anunció el médico.

Kael se relajó visiblemente, una ola de alivio lo invadió.

Camila se desvaneció silenciosamente en el fondo de nuevo.

Cuando Emilia despertó, lo primero que vio fue a Camila. Empezó a llorar.

-Kael, ¿por qué la trajiste aquí? ¿Estás tratando de demostrarme que la elegiste a ella? -sollozó.

-Emilia, no es así -trató de explicar Camila.

-Tiene razón -dijo Kael, su voz plana-. Nuestro matrimonio es solo un contrato.

Las lágrimas de Emilia seguían cayendo.

-Entonces demuéstralo. Demuestra que no sientes nada por ella.

-¿Cómo? -preguntó Kael, su voz cansada.

Emilia miró a Camila con un brillo venenoso en los ojos.

-Arrójala al lago helado detrás del hospital.

Kael vaciló.

-¡Sí sientes algo por ella! -acusó Emilia, su voz subiendo de tono.

-Bien -dijo Kael, su voz fría y dura. Se volvió hacia sus guardaespaldas-. Háganlo.

Los ojos de Camila se abrieron de par en par por la conmoción. Este era un nuevo nivel de crueldad.

Sabía que no podía resistirse. Tenía que aguantar.

Los guardaespaldas la sacaron de la habitación. Kael se quedó allí, su rostro una máscara de indiferencia, pero sus ojos estaban llenos de una emoción compleja e indescifrable.

La arrojaron al agua helada.

El frío fue un shock para su sistema. Le robó el aliento y sus extremidades se entumecieron. Luchó, pero su cuerpo era pesado, hundiéndose en el agua oscura.

Mientras su conciencia se desvanecía, vio un destello de su infancia. Siempre siendo la que se quedaba atrás, la olvidada.

Nunca había sido realmente deseada por nadie.

La sacaron del agua, su cuerpo flácido y frío.

Aturdida, sintió que alguien la cuidaba, un toque suave. Inconscientemente, agarró su mano.

-Déjame ir -murmuró, su voz apenas un susurro-. Quiero irme.

La mano que sostenía la suya se apretó de repente, su agarre como de acero.

Una voz fría atravesó la niebla en su mente.

-¿Irte? ¿A dónde crees que vas?

Era Kael.

                         

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