Su Engaño, Su Destino en Londres
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Capítulo 2

Dos días después, el traslado al hospicio se completó. Javier estaba estable, por ahora. La palabra se sentía como una mentira.

Elena estaba en el departamento que una vez compartió con Bruno, un fantasma en su propia casa. El espacio estaba lleno de siete años de recuerdos, ahora todos manchados.

Un mensaje de texto cortante de Bruno había llegado esa mañana: "Conferencia en Guadalajara. Vuelvo mañana. Pórtate bien".

Ella respondió con una sola palabra: "Ok". Era más fácil que pelear.

Ya había enviado su renuncia por correo electrónico al departamento de Recursos Humanos de la empresa. No hubo respuesta. No le sorprendió. Bruno lo controlaba todo.

Empezó a empacar. Su vida, resultó, cabía en una maleta grande y una de mano. Planos de arquitectura, algunos libros preciados, ropa. El resto eran solo cosas, objetos que pertenecían a una vida que ya no reconocía.

De repente, una llave giró en la cerradura. Era la asistente de Bruno, una joven llamada Claudia que siempre le había sido más leal a él que a la empresa.

-Elena -dijo Claudia, su tono profesional pero frío-. Bruno te necesita. Ven conmigo.

Los ojos de Claudia se desviaron hacia la maleta a medio empacar en el suelo.

-¿Vas a algún lado?

Antes de que Elena pudiera responder, Claudia la agarró del brazo. No tenía sentido resistirse. La sacaron del departamento y la metieron en un sedán negro que esperaba en la acera.

Condujeron hasta un reluciente rascacielos nuevo en Santa Fe. Un elevador privado los llevó directamente al penthouse.

Las puertas se abrieron a un espacio vasto y vacío. Ventanales de piso a techo revelaban una vista impresionante de la ciudad. Este era el proyecto con el que Bruno había estado obsesionado durante el último año.

Claudia la llevó a una habitación donde esperaban un perchero con ropa de diseñador y una maquillista.

-Arréglala -ordenó Claudia, y luego se fue.

Una hora después, Elena estaba vestida con un elegante vestido de seda, su rostro una máscara de maquillaje. Se sentía como una muñeca, hueca y manipulada.

Bruno apareció, con una sonrisa triunfante en el rostro. La rodeó con sus brazos por detrás, atrayéndola hacia él.

-Míralo, Elenita. Nuestro futuro.

Ella miró su reflejo en la ventana, su mente entumecida. Pensó en Javier, acostado en una habitación estéril, la vista desde su ventana era una pared de ladrillos.

-¿Dónde está el reloj? -la voz de Bruno era un murmululo bajo contra su oído. Notó su ausencia en su muñeca-. No me digas que lo perdiste.

-Este es el acto final -continuó, ignorando su silencio-. La fiesta es esta noche. Le voy a dar a Daniela su celebración de "lanzamiento de proyecto". Justo aquí. Delante de todos, voy a hacerle creer que todo esto es para ella.

La hizo girar, sus ojos brillando con una luz febril.

-Y entonces, cuando esté en la cima de su gloria, la voy a despedir. La expondré como la fraude que es. Será perfecto.

Habló de su futuro, de los hijos que tendrían en este palacio vacío. Incluso mencionó a Javier, cómo tendría la mejor habitación, los mejores médicos.

Cada palabra era una tortura. Javier, que ni siquiera podía abrir los ojos. Javier, que nunca vería esta vista.

Recordó la última visita de Javier a su antiguo departamento, antes de que se enfermara demasiado. Se había sentado en su pequeño balcón, mirando el trozo de cielo entre los edificios. Le había dicho a Bruno: "Eres el mejor hermano mayor del mundo".

Bruno le había prometido una vista de verdad algún día. Una vista como esta.

El sueño estaba muerto. Había muerto en el momento en que Bruno eligió su juego por encima de la vida de Javier.

-Bruno, yo... -empezó, las palabras atascándose en su garganta.

Antes de que pudiera terminar, las puertas del elevador se abrieron de golpe.

Daniela Chen irrumpió, su rostro una nube de furia.

-¿Así que esta es tu "reunión de negocios"?

Bruno se quedó helado, su sonrisa confiada se desvaneció. Parecía genuinamente sorprendido.

Los ojos de Daniela estaban desorbitados.

-¿Creíste que podías jugar conmigo? ¿Crees que soy estúpida?

Arrancó las llaves del coche de la empresa de su bolso y se las arrojó a Bruno. Cayeron sin hacer ruido en el suelo de mármol.

Luego se volvió hacia Elena. Arrancó el gafete de Vicepresidenta de su propia chaqueta y se lo arrojó directamente a la cara a Elena. La afilada esquina de plástico le cortó la mejilla.

Una sola gota de sangre brotó y se deslizó por su piel.

Pero Bruno no la estaba mirando. No corría a su lado.

Sus ojos estaban fijos en Daniela.

Y en su expresión, Elena vio la misma lástima desgarradora, la misma ternura dolida que solía dedicarle solo a ella.

La había mirado así cuando su madre murió. La había mirado así cuando a Javier le diagnosticaron por primera vez.

Ahora, esa mirada era para otra mujer. La mujer que acababa de agredirla.

Daniela, al ver su reacción, dejó escapar un sollozo ahogado. Su ira se disolvió en una teatral muestra de dolor.

-No puedo creer que me hicieras esto, Bruno.

Se tambaleó dramáticamente, agarrándose el pecho.

Bruno corrió a su lado, atrapándola antes de que pudiera caer.

-Daniela, no es lo que crees.

Ella lo apartó débilmente.

-No me toques.

Elena intentó hablar, explicar que Claudia la había traído, que no era su idea.

-Bruno, yo no...

-¡Cállate, Elena! -espetó Bruno, sus ojos brillando con una frialdad que nunca había visto antes-. Solo mantente fuera de esto.

Su cuerpo estaba rígido, su mente completamente consumida por la mujer que lloraba frente a él.

Elena se quedó paralizada, una sola gota de sangre en su mejilla, su corazón un bloque de hielo en su pecho.

            
            

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