Capítulo 4

El chat en vivo explotó.

`DiosMio_Serpientes: NO MAMES WEY NO HIZO ESO`

`Carla_Es_La_Reina: ¡Siii! ¡Ponla en su lugar!`

`CiudadanoPreocupado: Esto es un crimen. ¡Que alguien llame a la policía!`

La voz de Carla goteaba falsa preocupación. -Oh, Ariadna, solo discúlpate. Es tan simple. Di que lo sientes y Leonardo se detendrá. Es un buen hombre. No quiere hacerte daño.

Un buen hombre. Las palabras eran tan absurdas que casi me hicieron reír. Un buen hombre no abandona a su esposa en un desierto y la atormenta por deporte.

De repente, un banner apareció en la parte superior de la transmisión en vivo, tan grande que pude verlo claramente incluso desde el suelo.

`EmilioH ha donado $100,000,000.`

Seguido de un mensaje.

`EmilioH: Sigue caminando, Ariadna. Ya voy por ti.`

El chat se silenció por un segundo, luego estalló en caos.

`QuienEsEmilioH: ¿¿100 MILLONES DE PESOS?? ¿ES REAL?`

`Fan_De_Leo1: Es falso. Un error del sistema.`

`Sam_El_Escéptico: Imposible que sea dinero real.`

Carla se apresuró a recuperar el control. -¡Probablemente es solo uno de los amigos ricos de Ariadna tratando de presumir! ¡No se preocupen, todos, el espectáculo no ha terminado!

Arriba en el helicóptero, pude ver a Leonardo mirando el teléfono, su rostro una máscara de furia. Agarró el megáfono.

-¿Quién es ese, Ariadna? ¿Quién es Emilio H? ¿Otro hombre que tenías por ahí? -Su voz era un gruñido crudo de celos y rabia.

La acusación era tan vil, tan alejada de la verdad, que algo dentro de mí se rompió. El último hilo de afecto, de recuerdo, de esperanza por el hombre que una vez amé, fue cortado.

-¡Se acabó, Leonardo! -le grité, mi voz ronca de dolor y asco-. ¡Si salgo viva de esta, me divorcio de ti!

Su rostro se contorsionó de furia. -¿Crees que puedes dejarme? ¿Después de todo lo que he hecho por ti?

-¡No has hecho más que usarme! -grité de vuelta.

-¡Bien! -rugió-. ¡Veamos cómo tu novio secreto te salva de esto! -Señaló salvajemente a las serpientes-. Son víboras de cascabel del desierto, Ariadna. Altamente venenosas. Siempre las odiaste, ¿verdad?

Carla soltó una risita. -Probablemente está demasiado asustada para moverse. Mírala, Leo. Patética.

Tenía razón. Mi cuerpo estaba bloqueado por el terror. Mis pies destrozados gritaban, pero el miedo a las serpientes era un peso frío y paralizante. No podía obligar a mis piernas a moverse.

Una de las serpientes, una víbora pálida de color arena, se separó del grupo. Se deslizó hacia mí, con la cabeza ligeramente levantada, su lengua negra bífida saliendo para saborear el aire.

Se movía con una gracia fluida y aterradora. Mi mente gritaba `¡CORRE!`, pero mis pies se sentían como si estuvieran clavados al suelo. El mundo se redujo a esa única y mortal criatura.

Estaba a solo unos metros de distancia. Podía ver el patrón de sus escamas, la mirada fija de sus ojos reptilianos.

Tropecé hacia atrás, un grito ahogado escapando de mis labios. Mi pie, ya un desastre de sangre y ampollas, aterrizó en una roca afilada. La sacudida de dolor me hizo perder el equilibrio. Caí con fuerza sobre la arena.

La víbora atacó.

Fue más rápido de lo que podría haber imaginado. Un destello de movimiento, un dolor agudo y penetrante en mi pantorrilla, y luego se fue, deslizándose de nuevo en la arena.

Miré mi pierna. Dos pequeñas heridas punzantes, ya hinchándose, con un hilo de sangre corriendo de cada una.

Una ola de mareo me invadió. No por el calor esta vez. Un extraño entumecimiento comenzó a extenderse por mi pierna, y mi visión comenzó a nublarse.

-¡La mordió! -gritó la voz del médico, frenética-. ¡Lo vi! ¡Era una víbora! ¡Necesitamos el antídoto ahora!

Leonardo sonaba molesto. -¿Es realmente tan grave?

-¡Sí! ¡Podría estar muerta en una hora! ¡Tenemos que sacarla de ahí!

Incluso desde el suelo, pude ver el destello de pánico en el rostro de Leonardo. Se suponía que esto era humillación, no asesinato. Las esposas muertas eran malas para los negocios.

-¡Bien! -gritó-. ¡Trae el botiquín! ¡Baja y ponle la inyección!

            
            

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