La traición del amor: un matrimonio falso
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Capítulo 2

Los ojos fríos de Kaden se fijaron en Harlow, llenos de disgusto.

"¿Qué crees que estás haciendo?", preguntó con firmeza.

Ella desvió la vista de su pierna ensangrentada hacia la imagen hiriente de él protegiendo a Brittaney como si se tratara de una muñeca delicada. Un dolor intenso se abrió paso en su pecho, mucho más punzante que cualquier herida física.

Hizo un esfuerzo por mantener la voz estable. "Intentó golpearme".

"¡Kaden!", sollozó Brittaney, escondiendo el rostro contra su pecho. "¡Trató de hacerle daño a Princess! ¡Le dio una patada a mi pobre bebé sin razón!".

La expresión de él se endureció todavía más. "¿Por qué herirías a un animal indefenso, Harlow? Sabes lo importante que es ese perro para Brittaney".

La impotencia y la desesperación se desbordaron en una lágrima que resbaló por la mejilla de ella. "¡No lo viste! ¡El perro me atacó primero! ¡Mira cómo está mi pierna!".

El dolor punzante en la espalda y la pérdida de sangre fueron demasiado. Sus piernas cedieron, y se deslizó por la pared hasta quedar desplomada en el suelo.

Por un breve segundo, los ojos de Kaden se posaron en la herida de su pantorrilla, y un leve tic tensó su mandíbula. Su voz bajó apenas un tono. "Voy a curarte eso".

Pero Brittaney lo sujetó con más fuerza, llorando de manera dramática. "¡No! ¡Kaden, ella lastimó a Princess! ¡Mi pobre bebé está aterrada!".

La chispa de preocupación que había mostrado por Harlow se apagó de inmediato. En su lugar, acarició el cabello de la otra mujer con ternura calculada. "Tranquila, cariño. Dime, ¿qué quieres que haga?".

Brittaney levantó el rostro húmedo de lágrimas y lanzó una mirada venenosa hacia el suelo donde estaba Harlow. "Quiero que le pida perdón a Princess".

Él volvió a clavar los ojos en su esposa, mientras su expresión se tornaba implacable. "Lo escuchaste; pide disculpas al perro y todo terminará aquí".

Harlow dejó escapar una risa seca, impregnada de amargura. Entendió, más que nunca, que para él su sangre, su dignidad y su dolor valían menos que un animal consentido.

Pálida pero firme, declaró: "No".

"¿Qué dijiste?", murmuró Kaden, con un tono cargado de amenaza.

"Que no", repitió ella, temblando pero con los ojos fijos en los suyos. "No hice nada malo".

Brittaney lanzó un suspiro exagerado, estremeciéndose como si el peso del mundo cayera sobre ella.

La paciencia de él se quebró. "¿Te atreves a desafiarme?", gruñó.

Ella le sostuvo la mirada, recordando cada vez que había cedido, cada momento en que había enterrado su orgullo esperando una chispa de bondad que jamás llegó. No había recibido nada.

"Sigo siendo la dueña de esta casa, ¿cierto?", susurró con ironía. "¿O ese título es tan falso como nuestro certificado de matrimonio?".

Los ojos de Kaden se estrecharon, y en sus labios apareció una sonrisa cruel. "No juegues conmigo, Harlow. No servirá".

Avanzó hacia ella, imponiéndose. "Discúlpate ahora, o te obligaré".

Harlow miró su rostro apuesto, despiadado, y sintió una ola de repulsión. Él estaba dispuesto a humillarla por un perro y por la mujer entre sus brazos.

Con un esfuerzo doloroso, se levantó apoyándose en el pasamanos. Alzó el rostro y lo encaró, sus ojos rebosando una mezcla de sufrimiento y compasión. Compasión, sí, porque ese hombre, poderoso en apariencia, estaba preso de su propia crueldad.

"Nunca", pronunció con firmeza.

La furia deformó sus facciones. "¡Guardias!", gritó. "Llévenla al patio. Que se arrodille allí hasta que esté lista para disculparse".

Dos guardias de gesto impenetrable acudieron al instante, apresándola por los brazos. Entre tanto, Brittaney, ya sin lágrimas, dejó asomar una sonrisa de triunfo dirigida a Harlow.

"Kaden", lo llamó ella con voz áspera mientras la arrastraban.

Él giró con fastidio, con la impaciencia marcada en sus facciones. "¿Qué? ¿Has cambiado de opinión?".

Quiso gritarle que ya se iba, que su madre había dado el consentimiento y que muy pronto quedaría libre de ella para siempre. Sin embargo, las palabras se ahogaron en su garganta, atrapadas bajo el peso de años de lágrimas reprimidas y de un dolor que jamás había encontrado salida.

Al final, lo único que logró pronunciar fue un susurro desolado. "Eres un hombre sin corazón".

Kaden respondió con un resoplido, dejando ver apenas un destello de fastidio en su rostro. "Quítenla de mi vista".

Sin añadir nada más, le dio la espalda y se alejó, sin dedicarle siquiera una última mirada.

Harlow observó cómo se marchaba, mientras el agarre implacable de los guardias se hundía en sus brazos. La punzada de sus propias uñas hiriendo sus palmas le devolvía la conciencia de su propia resistencia.

Entonces, se obligó a recordarse con firmeza: ya falta poco, solo un último esfuerzo y al fin recuperarás tu libertad.

            
            

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