Dos hombres irrumpieron en la habitación, arrancando sin cuidado el suero de su brazo antes de arrastrarla fuera de la cama del hospital. En cuestión de minutos, la devolvieron a la mansión y la arrojaron sin piedad en el sótano húmedo y oscuro que servía como calabozo.
Allí la ataron a una estructura de madera, forzando sus brazos y piernas hasta que quedaron tensos.
"No lo hice", murmuró con voz áspera.
De entre las sombras salió uno de los hombres de confianza más cercanos a Kaden. Levantó un par de alicates y una aguja de acero larga y delgada.
Sin vacilar, clavó la aguja bajo una de sus uñas.
Un grito desgarrador escapó de la garganta de Harlow. El dolor abrasador recorrió su brazo como fuego líquido, mientras las cuerdas se incrustaban en su piel cada vez que trataba de resistirse.
"Confiesa", ordenó el hombre con un tono impasible, sin mostrar el más mínimo rastro de compasión.
"No... tengo... nada... que decir", jadeó ella, con lágrimas y sudor mezclándose en su rostro.
"Eres demasiado terca", replicó él con una chispa de crueldad en los ojos, tomando otra aguja.
Uno a uno, sus dedos fueron perforados. El tormento era insoportable, un incendio que parecía consumirla entera. Entre desmayos intermitentes, quedó reducida a una sombra colgante y destrozada.
Transcurrió un día y una noche en esa agonía. En un momento, un guardia más joven, con evidente temor en el rostro, murmuró al hombre de confianza: "Señor... quizá realmente no fue ella. Es la señora de la casa...".
El otro respondió con desprecio: "Ofendió a la señorita Cortez, eso es como firmar su sentencia; además, el jefe solo la mantiene por imagen".
A través del velo de dolor, Harlow alcanzó a escuchar cada palabra. Claro que lo sabía. Brittaney era la fuerza dominante, la que todos respetaban. Ella, en cambio, no era más que un objeto. Una sonrisa rota y amarga asomó en sus labios antes de que finalmente sucumbiera a la oscuridad.
Cuando abrió los ojos, estaba en su propia cama. Frente a ella, Lily, su joven doncella personal, aplicaba con cuidado ungüentos en sus dedos destrozados.
"¡Señora, despertó!", exclamó Lily con alivio. "Avisaré al amo de inmediato".
Sin embargo, antes de que pudiera salir, gritos horribles resonaron desde el patio.
Momentos después, la muchacha regresó con el rostro desencajado por el shock. "Señora... el amo... está azotando al hombre que la torturó. Lo golpea casi hasta matarlo".
Harlow la miró incrédula.
"Está gritando que usted es la matriarca de la familia Barnes", continuó Lily, todavía con los ojos desorbitados. "Dice que faltarle el respeto equivale a ofender a toda la familia, que nadie puede atreverse a mancillar el honor de los Barnes".
Harlow volvió lentamente la cabeza hacia la ventana, mientras un dolor más hondo que cualquier tormento físico se instaló en su pecho.
Lo único que protegía era el honor de su apellido; no la defendía a ella, pues su sufrimiento no contaba.
Cerró los ojos, con su rostro convertido en una máscara vacía.
Pasó una semana antes de que lograra sostenerse en pie. Fue entonces cuando Kaden apareció de nuevo, impecable en un traje que realzaba su porte poderoso.
La observó con una expresión inescrutable. "Lo que ocurrió, quedó atrás", dijo con un tono casi apacible. "Solo aprende a convivir con Brittaney, y tu lugar como señora Barnes estará asegurado".
Pretendía que olvidara la acusación falsa, las torturas y el borde de la muerte. Quería que siguiera representando un papel.
"Esta noche hay un evento elegante", añadió. "Vendrás conmigo".
Harlow apenas pudo reaccionar cuando Brittaney apareció en el umbral, la tomó del brazo y prácticamente la arrastró hacia el auto.
Durante el trayecto, Brittaney parloteó feliz, colgándose del cuello de Kaden, repartiendo besos en su mejilla. Él sonrió, sus ojos llenos de la adoración que jamás compartía con su esposa. Harlow permaneció en silencio en el asiento delantero, reducida a una sombra invisible dentro de su propia vida.
El club estaba colmado por lo más selecto de la sociedad. Apenas ingresaron, los murmullos comenzaron a correr.
"Mírenlo, Kaden Barnes es un esposo ejemplar, siempre lleva a su mujer consigo".
"¿Esa? Observa su vestido, tiene al menos cinco años. La verdadera compañera es Brittaney Cortez. La esposa parece parte del servicio".
Harlow oyó cada comentario; ya estaba acostumbrada. Se apartó en un rincón solitario, mirando a Kaden y Brittaney ejercer su reinado social como la pareja perfecta.
De pronto, desde el balcón del segundo piso, comenzó a caer una lluvia de fotografías.
Una mujer cercana a Harlow recogió una de ellas y exclamó con un grito ahogado: "¡Dios mío! ¡Es la señora de la casa! ¡Miren estas fotos... casi no lleva nada puesto!".