Capítulo 5 Una llamada de Melina

Las mejillas de Kimberly se sonrojaron de nuevo. Temía que seguir mirando tanto pudiera ser evidente en su rostro.

Rápidamente, se dirigió a la mesita de café, tratando torpemente de servirse agua.

La tetera estaba vacía, una señal de la larga desocupación de la casa, pero simuló tranquilidad. "¿Por qué no hay agua?" murmuró.

Entonces, un resoplido de desdén del hombre detrás de ella llegó a sus oídos.

Kimberly sintió una punzada de molestia pero, por suerte, vio unas botellas de agua debajo de la mesita de café.

Agarró una botella, la abrió, inclinó la cabeza hacia atrás y bebió de un trago.

Se escuchaban los sonidos del agua desde el baño. A través del vidrio esmerilado, distinguió la silueta del hombre adentro, admirando su figura impecable.

Tomándose un momento, Kimberly se relajó en el sofá. Justo cuando estaba a punto de bajar las escaleras, escuchó el teléfono de Charlie en la mesita de café sonar.

Consideró ignorarlo, pero el insistente tono de llamada lo hizo imposible. Sonó, se detuvo brevemente y luego sonó de nuevo.

Kimberly frunció el ceño, sintiendo urgencia en las llamadas repetidas.

A regañadientes, se levantó y recogió el teléfono.

Al ver el nombre "Melina" en la identificación de llamadas, dudó.

A pesar de sus reservas, la curiosidad o quizás algo más la llevó a contestar.

"Charlie, ¿puedes venir ahora? Es urgente, por favor", suplicó una voz de mujer al otro lado.

La voz de Melina, inconfundiblemente dulce y ligeramente coqueta, llenó la habitación.

Kimberly apretó los labios y guardó silencio, su mirada helada.

Cuando Melina no obtuvo respuesta, comenzó a sentirse ansiosa y un poco perdida. "Charlie, ¿me escuchas? Creo que alguien me está siguiendo. Tengo mucho miedo."

"Soy yo", respondió Kimberly fríamente. "Charlie está en la ducha."

El silencio cayó entre ellas por un momento.

Luego Melina rompió el silencio, su voz teñida de una emoción difícil de describir. "Eres Kimberly, ¿verdad?"

"Sí, soy yo." Sujetando el teléfono con fuerza, Kimberly añadió, "Se lo haré saber."

Una vez que la llamada terminó, Kimberly dejó el teléfono sobre la mesa y se dejó caer en el sofá. De repente, se sintió abrumada por una sensación de derrota.

Bebió otro sorbo de agua.

Había rumores de que Charlie había planeado casarse con Melina al principio. Incluso la había llevado a casa, pero Kellan la había echado.

El problema era el trasfondo de Melina como actriz; la familia Hussain prefería una nuera de un origen más tradicional.

Melina, la estrella en ascenso del mundo del cine, era conocida por su actuación impecable, su belleza deslumbrante y su sólida reputación en el espectáculo.

Sin embargo, la desaprobación de Kellan hacía inútiles todos los esfuerzos.

Esto abrió la puerta para que Kimberly entrara en la familia.

Su padre, Zachary Powell, había sido extremadamente rico y respetado en Gracester.

Tenía conexiones comerciales con Kellan y se conocían.

Pero todo eso era cosa del pasado.

Ahora, él se había ido, y Kimberly había pasado de ser la hija de un hombre rico a enfrentar el declive.

Después de un tiempo, la puerta del baño se abrió.

Charlie salió.

Envuelto solo en una toalla blanca alrededor de su cintura, con el torso descubierto, salió casualmente.

Parecía que la suerte realmente estaba de su lado. No solo había nacido en la riqueza, sino que también tenía un rostro atractivo que hacía que muchas mujeres se enamoraran de él.

Y su físico era suficiente para hacer que cualquiera se sintiera envidioso.

Kimberly se levantó, girando ligeramente la cabeza mientras decía suavemente hacia él, "Melina te llamó hace un momento."

Charlie se detuvo brevemente, pero rápidamente se recuperó. Se secó el cabello mojado con una toalla y preguntó, "¿Qué quería?"

"Mencionó que era urgente." Kimberly tomó su teléfono y se acercó a él lentamente. "Piensa que alguien la está siguiendo y quiere tu ayuda."

Charlie la miró.

Luego, tomó su muñeca y dijo, "Atendiste la llamada."

Kimberly asintió, su rostro tranquilo e inescrutable.

De repente, Charlie sintió una oleada de ira. No podía soportar su indiferencia.

Después de un momento, sonrió y la atrajo hacia él. Su pecho desnudo estaba contra el de ella, y acarició suavemente su mejilla. "¿Crees que debería ir?"