Capítulo 6 Un juego de seducción

El aliento cálido de Jeffrey le rozó la piel mientras hablaba, despertando el recuerdo de sus encuentros pasados.

Inquieta, Verena sintió una punzada de incomodidad y un rubor de vergüenza le tiñó las orejas.

Jeffrey notó su reacción y, divertido por su nerviosismo, decidió provocarla.

"Llevas ya un buen tiempo con Blaine, ¿no?", preguntó. "¿Por qué te pones tan nerviosa?". "¿Acaso todavía no han... tenido intimidad?".

Verena entendió la insinuación al instante: Jeffrey creía que fingía inocencia.

La verdad era que aún era virgen, pero confesarlo le resultaba demasiado humillante.

Avergonzada y molesta por el malentendido, soltó una respuesta impulsiva que ni ella misma podía creer.

"¡Quizás no debiste acercarte tanto!", replicó.

En un gesto audaz y juguetón, le dio una firme palmada en el muslo.

Un escalofrío la recorrió y su cuerpo se tensó al instante en respuesta a ese simple contacto. Incluso el aliento que rozaba su oreja tenía un calor inesperado.

Ella, sin embargo, disimuló la reacción de su cuerpo y continuó con el juego. "Señor Yates, ¿cómo es que un simple coqueteo lo altera tanto?", lo desafió.

Para su sorpresa, él respondió con un suave beso en el lóbulo de la oreja y le susurró: "¿Quieres que busquemos un lugar más privado para que veas de lo que soy capaz?".

Su coqueteo se intensificaba, creando una atmósfera cada vez más cargada entre ellos.

Incluso los más curiosos optaron por alejarse, recelosos de escuchar o presenciar más de la cuenta.

Para los clientes de SwiftGlide International, no era un secreto que Blaine y Verena habían tenido una relación.

Sin embargo, la situación actual resultaba mucho más fascinante: Verena, incapaz de cerrar el trato con Blaine, ahora coqueteaba abiertamente con su hermano, lo que le añadía una nueva capa de morbo a la escena.

La cercanía entre Verena y Jeffrey, en medio de la opulenta multitud, mantenía al resto a una distancia prudente.

Blaine, mientras tanto, cabalgaba al frente del grupo con una calma estudiada, esperando pacientemente a que Verena se le acercara para, quizás, negociar una solución.

Tras una larga espera en la que Verena nunca se acercó, solo los jinetes más acaudalados permanecieron a su lado.

De repente, Blaine pareció comprender algo y giró bruscamente la cabeza.

En la vasta extensión de césped, Jeffrey y Verena estaban montados en el mismo caballo, absortos en su conversación.

Verena lo miraba de reojo con una timidez calculada, compartiendo un momento íntimo con Jeffrey, quien le correspondía con una sonrisa cómplice. Un beso parecía inminente.

Aunque Blaine sabía que no habían cruzado ningún límite sobre el caballo, una oleada de celos lo invadió. Apretó las riendas con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

*

Verena se bajó del caballo de Jeffrey y se dirigió a los vestidores para cambiarse. Consideraba seriamente la posibilidad de marcharse del hipódromo.

Sin embargo, en ese momento, Blaine irrumpió en la habitación.

"¿Te has vuelto loca, Verena?", la increpó, con la ira ardiendo en sus ojos. "¿Cómo te atreves a seducir a Jeffrey?". Sin dejarse intimidar, Verena lo encaró, devolviéndole una mirada igual de furiosa. "¿Y por qué no iba a atreverme?". "Si hasta una rata acorralada muerde a un gato, ¡imagina de lo que soy capaz yo!".

Sus palabras, casi un grito, resonaron en la tensa atmósfera.

El descaro de Blaine la enfurecía. ¿Cómo tenía la osadía de interrogarla de esa manera, cuando él era el único culpable de la situación?

"Si vas a estar con él, ¿por qué no conmigo?", sugirió Blaine. Percibía una conexión entre Verena y Jeffrey que le hizo temer que pudieran intimar esa misma noche.

El pánico lo hizo actuar por impulso. Olvidando toda su compostura habitual, la besó.

Sin embargo, su arrebato fue recibido con una respuesta feroz: ella le mordió el labio y le dio una sonora bofetada.

"Blaine, tienes una prometida". "Si tienes necesidades, búscala a ella". "¡Deja tus estupideces y no me provoques más asco!".

Tras reprenderlo, lo empujó con fuerza, se puso el abrigo y abrió la puerta, dispuesta a marcharse. Blaine, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla ir.

"Verena, te daré el préstamo ahora mismo", le suplicó, alcanzándola. "No vayas con él...".

En medio de su forcejeo, una voz masculina y profunda interrumpió el tenso momento. "Parece que no he llegado en un buen momento".

Sobresaltados, Verena y Blaine se giraron y vieron a Jeffrey, ahora vestido con un traje impecable, de pie junto a la puerta. Su mirada, fría y cortante, recorrió la escena: ambos en pleno forcejeo y, sobre todo, la evidente marca de la mordida de Verena en el labio de Blaine.