PUNTO DE VISTA DE JIMENA:
De vuelta en casa de mi madre, el silencio era una manta pesada que me asfixiaba. Me paré frente al espejo del baño, mi propio reflejo era el de una extraña. Tenía los ojos hundidos, la piel pálida.
Alrededor de mi cuello, el collar de piedra de luna que Cael me había regalado se sentía como una cadena fría y pesada. Se suponía que simbolizaba mi futuro lugar como su Luna, la madre de sus herederos. Ahora, se sentía como una correa.
Mis dedos torpes buscaron el broche. Era intrincado, diseñado para ser difícil de quitar. Cada tirón de los eslabones de plata enviaba un dolor fantasma a través de mi pecho, un eco débil del Vínculo de Compañero que ataba mi alma a la suya. Sentía como si estuviera tratando de arrancarme un trozo de mi propia piel.
Finalmente, el broche cedió. El collar cayó en mi palma, su peso era el de algo muerto. No lo tiré. No lo rompí.
Entré en la sala y lo coloqué con cuidado sobre la repisa de piedra de la chimenea vacía. Se quedaría allí como un recordatorio. Una marca para una deuda que tenía que ser pagada con sangre.
Pasé el resto del día revisando las pertenencias de mi madre. Empaqué su ropa en cajas para donar, el aroma de su perfume aferrado a la tela, un fantasma en el aire. Lo único que guardé para mí fue una pequeña y gastada caja de madera. Grabado en la tapa había un solo nombre que no había usado desde que era niña: Miller.
En un cajón, encontré una foto enmarcada de los tres del verano pasado. Yo, mi madre y Cael. Él tenía su brazo alrededor de mi cintura, una sonrisa posesiva y segura en su rostro. Mi madre sonreía a nuestro lado. Ver su sonrisa ahora me revolvía el estómago.
Saqué la foto del marco. No la rompí. Con unas tijeras del cajón de la cocina, hice un solo corte preciso, separándolo de nosotras.
La parte conmigo y mi madre fue a mi cartera. Su cara sonriente, la arrojé a la chimenea.
Esa noche, no pude dormir. Navegaba sin rumbo por mi teléfono, y entonces lo vi. Hilda había publicado una nueva foto en su cuenta privada de redes sociales.
Eran ella y Cael, en la ceremonia de clausura de la cumbre. Él le estaba deslizando un anillo en el dedo: el anillo de sello de la familia Bolton, un símbolo de alianza y promesa. Parecían un rey y su reina, poderosos e intocables.
La imagen lo confirmó todo. La vida de mi madre, mis cinco años de devoción... éramos solo detalles inconvenientes en una transacción comercial. Éramos cabos sueltos que había que atar y desechar.
La última chispa de esperanza dentro de mí murió.
Volví a la chimenea, mis movimientos rígidos y robóticos. Recogí el collar de piedra de luna. Su superficie estaba tan fría como una lápida.
Caminé hacia la puerta trasera, la abrí y salí al aire frío de la noche. El bosque detrás de la casa era un muro de oscuridad impenetrable.
Sin dudarlo un segundo, eché el brazo hacia atrás y lancé el collar con todas mis fuerzas. Desapareció en la negrura, tragado por el bosque.