Capítulo 9 La familia Gilbert

La mente de Emilia zumbaba mientras Norah y Elizabeth la guiaban de vuelta al salón.

Al entrar en el salón, escuchó una discusión en curso.

"¡Tú, silencio! Necesito silencio para mi genial lluvia de ideas".

"¡Papá, tu jugada está mal! ¡Déjame a mí, destrozaré su montaje en un abrir y cerrar de ojos!".

"Oh, por favor. Adelante, haz tus movimientos. Si no puedes descifrarlo, sal y levanta diez cubetas de fertilizante".

"¡Ay, papá, me está matando la espalda! ¡De ninguna manera lo haré! Kiwi, ¿qué tal si te enfrentas a papá en ajedrez? Si pierdes, te toca el trabajo de los cubos".

Kian, acostumbrado a esas disputas, subió las escaleras con elegancia. "¡Tengo una videoconferencia!".

Mientras subía, vio por casualidad a Emilia entrar, lo que hizo que su mirada se detuviera un instante.

La luz del mediodía trazaba una hermosa curva en la pequeña y exquisita figura de la mujer, acentuando su encanto.

Su piel tersa armonizaba con sus exquisitos rasgos, irradiando belleza en todos los aspectos.

Sin embargo...

Recordó haberle ordenado que interpretara el papel de una villana secundaria, no a una chica ingenua y sumisa.

¿Por qué llevaba una sonrisa tan inocente?

Como si detectara su mirada, Emilia volvió a la realidad y levantó la vista.

Sin embargo, casualmente percibió el desprecio no disimulado de Kian y su marcha.

Emilia pensó para sí: "¿Qué significa eso? ¿Me está despreciando por no ser una villana en esta situación?".

Rápidamente se arremangó las mangas y, antes de que pudiera sumergirse en lo que estaba ocurriendo, una mano amable se posó en su muñeca.

"No hace falta que ayudes, los sirvientes se encargan de todo", dijo Norah con cariño, frotándole suavemente la cabeza. "Como es tu debut en nuestro loco hogar, quiero preparar un festín para darte la bienvenida como es debido. Puedes ir a la sala de ajedrez con Elizabeth y ver al abuelo y al padre de Kiwi enfrentarse en el tablero".

Esa ternura parecía estar arraigada en su ser, y Emilia, una vez más, se sintió desconcertada.

No era que no quisiera ser malvada; ¡simplemente no había encontrado la oportunidad!

En la sala de ajedrez, Edwin y Razón, el abuelo y el padre de Kian, se enfrascaron en una partida de ajedrez.

En ese momento, sonó el teléfono de Emilia. Era su agente, Judie Moore.

A pesar de haber cortado todos los lazos con su familia, había pasado por alto a Judie.

Estaba a punto de rechazarla cuando se dio cuenta de las notificaciones de noticias de última hora en su teléfono.

Diez temas de tendencia consecutivos giraban en torno a ella: fotos, videos e incluso revelaciones personales.

Los miró brevemente, con los ojos llenos de una ira helada. Dando un ligero asentimiento a Elizabeth, salió del salón y contestó la llamada.

La voz de Judie, cargada de sarcasmo, llegó alta y clara. "Emilia, ¿ya viste el desastre que armaste? Todos los jugosos contratos de patrocinio que te conseguí ahora exigen compensación por incumplimiento. ¿Y bien? ¿Qué piensas hacer?".

"Pasa el teléfono a Jayson", ordenó Emilia.

Jayson cogió la llamada con un ligero retraso tras el dramático anuncio de Judie.

"Emilia, para que quede claro: yo no filtré la información y la empresa no va a hacer de superhéroe por ti. He hecho los cálculos por ti. Los anuncios, esa serie de televisión de la que eras protagonista y los próximos programas de variedades para los que te apuntaste... estamos hablando de al menos quinientos millones. Con la magnitud de este lío, es probable que la empresa rompa lazos. Además, según el acuerdo original, tendrás que pagar la friolera de mil millones".

Mientras escuchaba sus cálculos al otro lado del teléfono, Emilia apretó los dientes.

Había seguido ingenuamente las instrucciones de Jayson, firmando con la empresa de entretenimiento sin molestarse en leer el contrato.

Ahora, parecía que la familia Hewitt planeaba usar este incidente para exprimirla hasta dejarla sin dinero.

Se atrevía a apostar que, si cedía, incluso Kian podría verse envuelto.

Estos explotadores deseaban un juego, y ella estaba dispuesta a jugar hasta el final.