Capítulo 4 ¡Su prometida resultó ser ella!

Catalina compró el medicamento y subió.

Al abrirse las puertas del ascensor, se encontró con unas cuantas colegas del departamento de secretaría, cuchicheando.

Al verla, se quedaron en silencio de inmediato, pero sus ojos se posaron en ella con una burla indisimulada.

Catalina, con el rostro impasible, salió del ascensor con sus tacones altos.

Estaba acostumbrada, ya que la mitad del departamento de secretaría no la respetaba.

A pesar de su rigurosa ética de trabajo, su relación con Vicente era objeto de muchas especulaciones.

La familia Murphy era una de las más influyentes de Browood, con una posición destacada tanto en la política como en el ámbito militar. Muchas mujeres querían relacionarse con Vicente por esta conexión.

Él, por su parte, había establecido su propio imperio empresarial en Sacford. Con su aspecto atractivo y juvenil, muchas esperaban pasar de secretarias a parejas románticas, como ella había hecho.

Sin embargo, justo antes de que las puertas del ascensor se cerraran, la conversación a sus espaldas la hizo agarrar su bolso con una tensión resuelta.

"Ni siquiera están comprometidos y ya se aparece por aquí. ¡Seguro se enteró de los rumores y vino a atrapar a la amante!".

"Oh, ¿cómo puedes llamarla amante? Lleva cinco años con el señor Murphy. En ese entonces, de esa tal señorita Todd ni se oía hablar".

"¡Ja! ¿Cinco años? ¿Y eso qué? Para el señor Murphy no es más que un capricho. Ya verás, ahora que la señorita Todd está de vuelta, ni siquiera la mirará. ¡A ver si se atreve a seguir con sus aires de primera dama!".

"Exacto. Oí que el señor Murphy regresó anoche de Hola a toda prisa y fue personalmente al aeropuerto a recogerla".

Las puertas del ascensor se cerraron, llevándose esas voces con ellas.

Catalina respiró hondo para calmar la opresión en el pecho y continuó hacia el departamento de secretaría.

El departamento de secretaría estaba separado de la oficina de Vicente por una sola pared, y caminar desde el ascensor requería pasar por una amplia zona de oficinas abiertas.

Durante el trayecto, Catalina soportó una andanada de miradas escrutadoras.

Casi todos detuvieron su trabajo para mirarla, con expresiones que mezclaban la lástima, el chismorreo y el schadenfreude.

Ella fingió no darse cuenta.

Al llegar a su escritorio, dejó su bolso, que contenía analgésicos y una prueba de embarazo. Lo primero que hizo fue preguntarle a Bryson, el asistente masculino, si había entregado el contrato al señor Murphy.

Bryson dijo: "Catalina, el señor Murphy parece estar pasándolo bien charlando con alguien, así que... ¿quizá debería entregárselo ahora?".

Catalina respondió: "Está bien, dámelo. Yo iré".

Planeaba entregarle la carta de renuncia junto con él, terminando esta relación absurda antes de convertirse en un chiste completo.

Después de imprimir la renuncia, se dirigió a la puerta de la oficina del director general.

Justo cuando levantaba la mano para tocar, oyó a Vicente y a una chica reírse desde dentro.

La risa de Vicente era sonora. Con solo oírla, Catalina podía imaginarse su rostro sonriente.

Hacía mucho tiempo que él no se reía tan felizmente frente a ella.

Quizás su relación hacía tiempo que mostraba signos de terminar, y la aparición de esa "señorita Todd" no era más que un catalizador.

La mano levantada de Catalina tembló ligeramente. Se mordió el interior del labio inferior y respiró hondo para calmarse.

Mirando la carta de renuncia en la carpeta, se imaginó el rostro enfadado de Vicente y, con un gesto resuelto, cambió de posición la carpeta y la carta de renuncia.

Llamó a la puerta.

Las risas en el interior se detuvieron.

Tras un momento de silencio, se oyó la voz de Vicente, deliberadamente contenida y algo fría: "Adelante".

Catalina empujó la puerta para abrirla.

Vicente estaba de espaldas a la entrada, apoyado en el escritorio con las largas piernas apoyadas despreocupadamente en el suelo, su postura relajada.

Su figura le bloqueaba la vista de quien lo acompañaba. Detrás de él, Catalina solo alcanzaba a ver a una chica de cabello castaño y rizado, sentada en su silla de oficina.

No podía verle la cara.

Cuando se acercó, vio que los ojos de la chica sonreían, llenos de admiración por Vicente.

La sonrisa de la chica era brillante, como el cálido sol de la primavera.

Pero cuando vio claramente el rostro de la chica, fue como si hubiera caído en un pozo de hielo. Todo su cuerpo se heló.

¡Era ella!

¿Cómo podía ser ella?!

La chica pareció sentir la mirada de Catalina y se giró ligeramente para mirarla.

Sus ojos se encontraron, y la chica también reconoció claramente a Catalina. Su sonrisa se desvaneció y sus ojos se abrieron de par en par con repentina alarma.