Sus múltiples identidades ocultas
img img Sus múltiples identidades ocultas img Capítulo 4 Habían secuestrado a la persona equivocada
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Capítulo 7 El acuerdo de divorcio img
Capítulo 8 Un mes de reflexión img
Capítulo 9 Su prometido era de una familia adinerada img
Capítulo 10 Una tormenta de críticas img
Capítulo 11 Una falsa prometida img
Capítulo 12 Te arrepentirás de esto img
Capítulo 13 Recuérdale quién era realmente hoy img
Capítulo 14 Una paliza brutal img
Capítulo 15 Cariño img
Capítulo 16 Discúlpate con tu tía política img
Capítulo 17 Una lección y una revelación img
Capítulo 18 : La segunda negociación img
Capítulo 19 El estafador y la mentirosilla img
Capítulo 20 Una leyenda img
Capítulo 21 Una mediación forzosa img
Capítulo 22 El primer beso img
Capítulo 23 Humillación img
Capítulo 24 Una audacia suicida img
Capítulo 25 Un castigo para las sirvientas img
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Capítulo 4 Habían secuestrado a la persona equivocada

¿Acababa de ocurrir un milagro?

Todos en la habitación parecían haber presenciado lo imposible.

No, era como si hubieran visto a Dios.

Los médicos, que antes habían declarado que la paciente no tenía salvación, ahora miraban como si quisieran inclinarse ante Marissa en señal de reverencia.

Connor estaba rebosante de alegría.

Solo Marissa permanecía serena y concentrada, mientras continuaba masajeando y presionando varios puntos en el cuerpo de la paciente.

Diez minutos después, la presión arterial y el pulso de la anciana se estabilizaron.

Aunque todavía no recuperaba la consciencia, su respiración era regular y su piel recobraba un tono saludable.

¡La mujer que habían dado por muerta ahora estaba estable!

"¿Cómo... ella...?", balbuceó Lorna, señalando a Marissa, sin poder terminar la frase por la incredulidad.

Todos habían considerado tonta a la señorita Nash. ¿Cuándo había desarrollado unas habilidades médicas tan extraordinarias?

Los estimados doctores allí presentes se sintieron humillados y avergonzados.

El médico principal no pudo evitar preguntar: "¿Señorita Nash, de quién aprendió sus conocimientos médicos?".

"Lo aprendí por mi cuenta de unos libros de acupuntura y simplemente reproduje lo que leí", respondió Marissa, inventando una explicación sencilla para evitarse problemas, dado que todos en la sala pensaban que era otra mujer.

Su respuesta bastó para que el asombro general se transformara en escepticismo.

¿Quién en su sano juicio intentaría tratar a una paciente en estado crítico con técnicas básicas de acupuntura aprendidas de un libro?

Esa mujer debía de estar loca.

¡Simplemente había tenido una suerte increíble!

Ignorando las reacciones diversas de los presentes, recogió meticulosamente sus agujas de plata.

Gruesas gotas de sudor le corrían por las mejillas. Estaba completamente agotada.

Los efectos de la Dreamweed la habían debilitado y no había descansado en absoluto. Además, había tenido que soportar el trato brusco de Connor, que casi la aplastó.

De repente, sintió una mano cálida que le secaba el sudor de la mejilla. Marissa giró la cabeza y vio que era Connor.

Sus ojos reflejaban una profunda gratitud, casi como si intentara ablandarla con la mirada.

Incómoda por su cercanía, ella se apartó de inmediato.

"Señor Daniels, ¿podemos hablar?".

"Estás agotada. Descansa. Hablaremos después, cuando hayas dormido un poco", sugirió él con una voz inesperadamente tierna y una mirada dulce.

Al darse cuenta de lo agotada que estaba, Marissa aceptó su sugerencia.

Antes de marcharse, preguntó: "¿Podría devolverme mi celular, por favor?".

Connor se detuvo un instante, luego sacó el teléfono de su bolsillo y se lo tendió.

Marissa lo aceptó y salió de la habitación guiada por una criada.

Afuera, la noche se había hecho más profunda y el cielo presagiaba una tormenta.

La llevaron a una habitación de huéspedes en un edificio anexo. Tan pronto como estuvo sola, revisó sus mensajes.

Ella y Derek tenían planeado regresar a su pueblo natal al día siguiente para casarse. Con el celular apagado durante tanto tiempo, él debía de estar muy preocupado.

En efecto, tras tres horas sin su celular, este estaba bombardeado de notificaciones.

Tenía más de cien llamadas perdidas y decenas de mensajes, todos de Derek.

Con una sonrisa amarga, le envió un mensaje de texto a su novio para tranquilizarlo: se encontrarían en la estación de tren al mediodía del día siguiente, tal como lo habían planeado.

La fecha de la boda no podía cambiarse. Pero antes de reunirse con Derek, necesitaba divorciarse de Connor.

Él había convertido lo que debía ser su primer matrimonio en el segundo, y ella estaba resuelta a hacérselo pagar.

¡Ahora solo necesitaba una buena noche de descanso, y luego pondría las cosas en su sitio!

Con esa resolución, se acostó y se quedó dormida al instante.

Mientras tanto, en una pequeña sala de conferencias del mismo edificio, la tensión llenaba el ambiente.

De pie frente a Connor, Domenic Wells, su fiel asistente, le entregaba su informe con el debido respeto.

"Señor Daniels, la joven se llama Marissa Nash. Tiene veintidós años y es de un pequeño pueblo llamado Adagend. Es dueña de una pequeña florería en la calle Vintage. Su familia tiene problemas económicos, por lo que tuvo que dejar la secundaria para empezar a trabajar y ayudarlos. Se fue de su pueblo a los quince años, vivió en varias ciudades y se estableció en Blebert apenas el año pasado. Como vive sola y tiene ingresos decentes, es objeto de varios rumores desagradables en su pueblo, así que su reputación no es la mejor".

Al decir esto, Domenic ya se había preparado para un castigo severo.

La prometida prevista de la Familia Nash había huido, y Domenic, siguiendo órdenes, la había buscado por toda la ciudad hasta dar con una florería en la calle Vintage. Para su desgracia, habían secuestrado a la persona equivocada.

Las dos mujeres solo se parecían en apariencia y compartían el mismo apellido: Nash.

Este error había puesto a su jefe en un serio aprieto.

Aunque la verdadera novia, la que Arabella había elegido, era despreciada por Connor, al menos ella poseía una posición social respetable.

Pero ahora, la nueva "señora Daniels" no era más que una desertora de secundaria con un pasado cuestionable de un pueblito.

¡Esto era un golpe a la dignidad de su jefe!

Si esta chica de pueblo intentaba chantajearlos o se negaba a dejar a Connor, Domenic temía que ni siquiera sacrificar su vida sería suficiente para expiar este error.

"Señor, he faltado a mi deber y estoy listo para asumir el castigo que considere necesario".

La habitación estaba tan silenciosa que se podía oír la caída de un alfiler.

Connor permaneció en silencio durante un buen rato, examinando repetidamente el flamante certificado de matrimonio.

De repente, se levantó y se acercó a la ventana del suelo al techo, con la mirada perdida en el cielo nublado. Luego, Abrió la boca, como si fuera a decir algo...

            
            

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