Con eso, levantó la mano de nuevo, sin apartar la vista del rostro de su rival.
Felix, todavía aturdido por la conmoción, finalmente volvió en sí. Gritando furiosamente, se lanzó hacia adelante, empujando a Linsey a un lado. "¡Ya basta! ¡Linsey, no te pases de la raya!".
Mientras rodeaba a Juana con sus brazos, la voz del hombre se suavizó con preocupación mientras la consolaba.
Linsey se tambaleó hacia atrás, recuperando el equilibrio con facilidad, con una expresión indiferente.
Los observó a ambos con una mirada distante, casi científica, mientras su voz destilaba sarcasmo. "¿Esto es pasarse de la raya? Fue ella quien dijo que quería disculparse. Felix, ¿estás sordo o qué? Si de verdad quería hacerlo, se habría quedado quieta y me habría dejado desahogarme. Todo lo que hice fue abofetearla. ¿Cómo es eso pasarse de la raya? Esto no es nada comparado con lo que ustedes dos me hicieron".
Su mirada se volvió amarga mientras proseguía: "No son más que unos despreciables tramposos. Y algún día, cuando la verdad salga a la luz, ¿quién les va a creer una sola palabra?".
Felix se quedó inmóvil, atónito ante la avalancha de acusaciones. Abrió la boca, pero no le salió ni una sola palabra de defensa.
Abrazó a Juana con fuerza, mientras sus ojos se entrecerraban hacia Linsey con una frustración que crecía. Finalmente, habló, con la voz cargada de irritación, y rompió el tenso silencio. "Aunque quisiera disculparse, no tenías por qué pegarle. Una disculpa es solo eso: una disculpa. No se resuelven las cosas con violencia. ¡Te estás portando como un animal!".
Linsey ladeó ligeramente la cabeza, y sus labios se curvaron en una sonrisa gélida. Flexionó la muñeca, el gesto brusco y deliberado. "Lo tomaré como un cumplido", respondió, sin dejar de mirarlo. "Y ya que piensas tan bien de mí, ¿quizás debería darle un par de cachetadas más para estar a la altura de tus elogios?".
Felix se quedó con la boca abierta, mientras la miraba, completamente desprevenido ante su respuesta burlona.
Por un instante, se preguntó si esa mujer era siquiera la Linsey que una vez conoció.
Juana, igualmente atónita, observaba a Linsey con incredulidad. La había provocado innumerables veces, pero esto era diferente. Linsey nunca había contraatacado de esta manera. ¿Estaba perdiendo el control por fin?
La tensión en la habitación se hizo más densa, y luego los pensamientos de Juana cambiaron; su instinto le decía que algo no estaba bien.
¿Podría Linsey estar haciendo esto a propósito para llamar la atención de Felix?
Lanzó una mirada rápida y ansiosa al hombre, solo para encontrarlo completamente absorto en su exnovia, con una intensidad que le provocó una punzada de celos.
Había hecho grandes esfuerzos para quitárselo a Linsey. No había forma de que permitiera que esa tipeja lo recuperara.
El pánico inundó el pecho de Juana. Su agarre en el brazo de Felix se tensó, atrayéndolo hacia ella. Con una dulzura calculada, dijo: "Felix, no digas eso. Linsey probablemente solo está molesta. A mí no me importa. Mientras pueda dejar de estar enfadada con nosotros, estaré bien con cualquier cosa".
El corazón de Felix se llenó de simpatía por Juana, y sus palabras profundizaron su sensación de irritación hacia Linsey.
"Linsey, realmente has cambiado", declaró, con un claro tono de decepción en la voz. "La Linsey que yo conocía nunca se comportaría de esta manera. Si insistes en portarte de esta manera...".
Linsey lo interrumpió, con voz aguda y mordaz. "Claro que he cambiado. Debo haber estado loca soportándote. Pero ya no más. He recuperado la cordura. Solo una idiota seguiría humillándose como lo hice yo. Felix, que te quede muy claro: estamos acabados. ¡Completamente acabados!".
Sin decir una palabra más, agarró su maleta y se dio la vuelta, con el rostro impasible.
Felix se quedó congelado. La contundencia de sus palabras lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Nunca la había visto así.
Mientras ella se alejaba, arrastrando su maleta tras ella, una abrumadora sensación de pánico se apoderó de su pecho, asfixiándolo con su intensidad.
Por alguna razón que no podía entender del todo, una pesada sensación de pérdida pesaba sobre él, como si la parte más importante de su vida se le escapara entre los dedos.
"¡Linsey!", llamó, con voz desesperada, moviéndose instintivamente como para perseguirla.
Los ojos de Juana se abrieron de par en par por la sorpresa. No había esperado que Felix reaccionara de esa manera. Sin pensar, se colocó una mano sobre la mejilla, dejando escapar un sollozo suave y melodramático.
El hombre se detuvo en seco. Su corazón se apretó al oír su angustia. A regañadientes, se volvió hacia ella.
La mejilla de Juana estaba marcada con tenues vetas rojas, una huella de mano visible bajo su piel, y el pecho de Felix dolió al verla.
"Juana, no llores", murmuró, preocupado. "Te llevaré al hospital. Te pondrán alguna pomada y estarás bien".
Ella sollozó ruidosamente, sus lágrimas casi teatrales. Dudó un momento, antes de que su voz se suavizara, teñida de fingida preocupación. "Felix, Linsey de verdad se está yendo... Quizás deberías ir tras ella, no te preocupes por mí. Yo voy a estar bien".
Él se mordió el labio, con expresión dividida. "Esta vez, Linsey ha cruzado la línea. No la consentiré más. Deja que se calme un poco; volverá arrastrándose. Y cuando lo haga, la obligaré a disculparse contigo".
El corazón de Juana se hinchó de satisfacción. Se apoyó en el abrazo de Felix, con voz melosa.
Su plan estaba funcionando a la perfección.
La presunción burbujeaba en su interior, mientras se sentía en control. Linsey no era más que una tonta, pensando que podía recuperar a Felix.
Pero mientras él la sostenía, el calor de su afecto no lograba calmar la inquietud que lo corroía. Una extraña incomodidad le oprimía el pecho.
¿Por qué se sentía tan intranquilo?
Intentó reprimir la inquietud, intentando sonreír a Juana con paciencia forzada. Pero por mucho que lo intentara, su mirada seguía desviándose hacia la dirección en la que Linsey se había ido.
Linsey no tenía a dónde ir. Volvería con el tiempo. Estaba seguro de ello.